Nunca antes hubo tantas familias sin padres en la sociedad. Un 37 por ciento de los niños en los Estados Unidos no viven con sus padres. Se piensa que lo que se está perdiendo es el ideal mismo de la paternidad. Véase David Blankenhorn, Fatherless America: Confronting Our Most Urgent Social Problem, (New York: BasicBooks, 1995). Esta observación, con lo grave que es, también indica que es necesario encontrar una respuesta: un entendimiento más espiritual de la paternidad, un ideal espiritual que no puede perderse. En esta segunda parte de una serie sobre el tema, el Heraldo ofrece los comentarios de tres padres en diferentes situaciones, que hablan francamente acerca de cómo se apoyan en Dios para cumplir con su función de padre. La primera parte, “La paternidad y cómo enfrentar la falsa imagen del varón”, se encuentra en el Heraldo de mayo de 1996.
“Estar ahí”...
De una entrevista con Channing Walker de Glendora, California, E.U.A., un padre de tres niños, de siete, diez y doce años de edad.
Hace cinco o seis años estuve dando charlas para mi iglesia, por lo que viajaba bastante. Mi hijo mayor tenía entonces unos seis años. Y cada vez que me iba a ir de viaje por unos cuantos días, yo platicaba con él. Siempre conversábamos casi del mismo modo
— Tengo que irme por unos días para hablar con algunas personas.
—¿De veras, papá? ¿Acerca de qué vas a hablar?
— De Dios.
— Está bien, te veré cuando regreses, papá.
La siguiente vez que salí de viaje, tuvimos la misma conversación. Y la siguiente. Y la siguiente. Y después de tres, cuatro ó cinco veces, finalmente se salió de sus casillas. Él dijo: “¡Ya le hablaste a las personas acerca de Dios! ¿Cuántas veces tienes que hablarles acerca de Dios?” Cuando él lo planteó de ese modo, tuve que detenerme y escuchar. Desde su punto de vista, papá se iba de viaje con demasiada frecuencia.
Una demanda básica de la paternidad es estar ahí. Y la verdad espiritual que sostiene esta demanda es la presencia continua del Padre–Madre Dios, el Amor divino. A medida que entendemos algo de esta presencia constante de Dios, podemos expresarla mejor para nuestros niños. De modo que en mi caso, expresar la eterna presencia del Amor divino significó reordenar mis días para estar presente más tiempo. Una vez que adopté esta posición, comprendí que no podía resultar en algún perjuicio para mí o para la gente a la que le hubiera hablado. Simplemente el bien no está en conflicto con el bien. El deseo de ser un buen papá y el deseo de hacer un buen trabajo en las otras responsabilidades que uno tiene, no están realmente en conflicto. Pienso que cometemos un gran error cuando creemos que tiene que haber un perdedor en una ecuación como ésta.
Estaba pensando en algo que Cristo Jesús dijo una vez, justo antes de que resucitara a Lázaro de los muertos: “Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes”. Juan 11:41, 42. Bueno, ¿por qué el Padre lo oía siempre? Porque el Padre siempre estaba ahi cuidando de él. Esa unidad espiritual de nuestro Padre, Dios, y Su Hijo es nuestro modelo.
Ahora sé que parece demasiado ingenuo, pero cuando me transformé en papá, me sorprendí un poco al descubrir que los niños no solo ocupan el espacio vacío que tienes en tu vida, sino que debes cambiar la perspectiva de tu vida. Pero la ley de Dios sustenta esto. Algunas veces regreso a la línea del himno que dice: “fruto de bondad, a quien Amor formó”.Himnario de la Ciencia Cristiana, N.° 51.
Mira los Diez Mandamientos. Podemos recordarnos a nosotros mismos que ésta es la ley de Dios, y luego ver lo mucho que se relaciona con la familia, con el respeto que los hijos sienten por sus padres, con la fidelidad que existe entre los padres, y no codiciar nada fuera del matrimonio. Esta ley maravillosa es un fundamento firme sobre el cual construir relaciones sólidas con nuestro cónyuge y nuestros hijos.
Pienso que tal vez necesitemos reflexionar nuevamente acerca de cuáles son las funciones más importantes que debemos desempeñar en la sociedad. Por ejemplo, así como en las iglesias necesitamos más “pilares”, en las familias es esencial que haya más pastores. Pienso que si estamos dispuestos a romper la resistencia a este tipo de funciones en los ámbitos de la sociedad en que vivimos, tal vez eso de algún modo permitirá que sea más fácil para un joven de la ciudad superar la resistencia que pudiera sentir a pastorear a sus hijos, estar ahí cuando ellos lo necesitan, de un manera constante. La realidad espiritual es que la constancia es divinamente natural a todos nosotros.
Recientemente nuestra iglesia tuvo una cena en coordinación con un centro de asistencia del Ejército de Salvación en beneficio de adolescentes que se han escapado de sus casas. Después de la cena, estuve conversando con un papá adolescente cuya novia se había llevado a la hija de ambos. Él había tenido una vida muy difícil en el Bronx en Nueva York... Pero me impresionó mucho el profundo deseo que tenía de reunirse con su hija. Este deseo de ser responsable y cuidar de ella, era sólo un destello de algo auténtico en su naturaleza como hijo de Dios. Hablando con él, me di cuenta de que probablemente lo que se necesita no es tanto inculcar en los papás el deseo de estar con sus hijos, sino más bien que los papás entiendan cómo pueden elevar ese deseo al nivel de la oración, y entonces, elevarlo al nivel de la comprensión científica. Mary Baker Eddy dice que el deseo es oración. Véase Ciencia y Salud, pág. 1. Y si, como padre, tu oración puede ir más allá de pedir ayuda a Dios, a la comprensión científica de que entre Dios y el hombre hay una conexión que no se puede romper, vas a sentir la presencia de tu Padre, el Amor divino, y vas a ver cómo demostrar esa misma conexión espiritual con tus hijos.
Mantenerse en contacto...
De una entrevista con Monty Hoyt de Bernardsville, Nueva Jersey, un padre que se divorció hace diez años cuando sus hijos tenían nueve y doce años de edad.
Una de las cosas que me ayudó como padre, al principio como un padre que participaba activamente en el círculo familiar, y luego como un padre fuera del hogar después de un divorcio no deseado, está en Ciencia y Salud donde la Sra. Eddy dice: “La intercomunicación proviene siempre de Dios y va a Su idea, el hombre”.Ciencia y Salud, pág. 284. Lo que más necesita saber un padre o un hijo, siempre proviene de Dios.
Tuve que superar el gran temor de que me separarían de mis hijos, como yo había sido separado de mi papá. Mi madre se volvió a casar cuando yo tenía cinco años, y no volví a ver a mi propio padre por más de treinta años. Oré para ver que mis hijos no podían dejar de recibir el amor que yo sentía por ellos. No hay fuerza, acción, decisión judicial, ni ninguna otra cosa que pueda separarte de Dios. Así que tomé esa ley espiritual y universal y la apliqué a mi situación específica, y percibí que dado que soy el reflejo de Dios, esa conexión espiritual también tenía que ser verdadera acerca de mi relación con mis hijos. Un himno dice: “No sé de alguna vida que no descanse en Ti...” Y que nada puede atormentarme, “ni nada... separarme jamás de Ti, Señor”.Himnario, N.° 135. A pesar de que en ese momento parecía como que nosotros éramos un triángulo, los niños iban en una dirección y los padres iban en otras dos direcciones, la conexión con el Amor divino, en el cual todos vivimos, nunca podía ser disuelta o rota, ni por los cambiantes sentimientos humanos ni por ninguna otra cosa.
Di algunos pasos básicos. Establecí una casa no muy lejos de mis hijos. Asistí a tantas de sus actividades como me fue posible. Ayudé en cierta medida con sus tareas y con otras cosas, y ellos venían a pasar los fines de semana conmigo. Oré constantemente para ver que yo no era tan sólo una estadística de divorcios, que la ley de Dios estaba gobernando nuestras vidas.
Dos años después, mi familia decidió mudarse lejos, lo cual había sido mi mayor temor. Se mudaban para que los niños tuvieran una mejor educación. Y yo vi que tenía una opción, ya sea insistir en estar humanamente cerca de ellos, o dejarlos ir, sabiendo que iba a haber acontecimientos importantes en sus vidas que yo sería forzado a no presenciar. Pero debido a nuestra conexión espiritual, el amor que yo expresaba hacia ellos no podía perderse, disminuirse, ni ocultarse de ninguna forma.
Una declaración de un artículo llamado “Obediencia” en Escritos Misceláneos por la Sra. Eddy significó mucho para mí: “Una vida de progreso es la realidad de la Vida que desarrolla su Principio inmortal”.Esc. Mis., pág. 117. Si realmente puedes ver que hay una continuidad del hombre espiritual a imagen y semejanza de Dios, y que podemos esperar una vida de progreso para nosotros mismos y para nuestros hijos, entonces los sucesos humanos no necesitan ser destructivos ni estar acompañados de algunas de las cosas que los reportes y las encuestas dicen que tienen que tener.
Cuando vuelvo a la esencia de mi creencia en Dios, el punto al que siempre llego y no puedo ir más allá, que acepto totalmente, es que Dios es Amor. En un divorcio puede que se expresen cosas que no son lo mejor de los hombres o de las mujeres, pero no puede detener el amor que estamos recibiendo de Dios. Aunque tus oraciones parezcan poco convincentes al principio, tienes que comenzar con la fe en que el Amor divino realmente está en control de tu vida. Y el Padre–Madre Amor al cual siempre has tenido acceso, continúa bendiciendo a tus hijos y a ti.
A través de los años he encontrado que la cosa más importante que los hombres pueden hacer por sus hijos es darse el tiempo de expresarles su amor. Es fácil olvidar esto en la rutina del trabajo, la cual parece ir más y más rápido, promoviendo una sociedad de adictos al trabajo. La ocupación a veces parece ser el diablo de este siglo. En mi caso, tuve que insistir en encontrar maneras de expresar amor a mis hijos — cartas, llamadas, ayudándoles en alguna forma — y hacerlo regularmente. Y cuando regresé a la base espiritual de que reflejo al Padre–Madre Amor, vi que no podía menos que hacer eso.
Diez años después, con dos chicos en la universidad, considero que mis hijos son mis mejores amigos, gente con la cual disfruto estar. Muchas de las cosas que los estudios indican que los niños deben pasar en experiencias de divorcio, simplemente nunca ocurrieron. Puesto que su madre y su padre siguieron expresándoles ese sentido de amor, ellos superaron esos desafíos.
Aprender a expresar gracia...
De una entrevista con Glenn Felch de Alton, Illinois, E.U.A, quien tiene dos hijos adoptivos, que están ahora en la escuela primaria.
Conocimos al padre biológico de nuestro hijo cuando tuvo que firmar algunos papeles. Él pidió reunirse con nosotros para decirnos lo que esperaba que un padre proporcionara a su hijo. Era un joven que vivía en un barrio pobre. A mi esposa y a mí nos impresionó que tuviera todas las cualidades de un padre claras en su mente — él sabía como debe ser un buen padre — pero admitió que “es demasiado trabajo; no tengo el tiempo, pero ustedes lo harán”. Era divertido y triste al mismo tiempo. Me hizo darme cuenta de que hay muchos padres ahí afuera que saben lo que deberían expresar, pero están esperando algún indicio que reafirme que vale la pena hacerlo, y que hay fortaleza y alegría en el código moral al hacerlo así.
He llegado a la conclusión categórica de que la paternidad requiere de mucho trabajo. Pienso que en realidad se ha hecho más difícil en los últimos años porque los niños están siendo expuestos a tanta materialidad cultural. Para muchos padres es simplemente más fácil sobrevivir si participan menos directamente.
Para mí, la respuesta está en reconocer que las cualidades que los padres necesitan expresar están dentro de ellos como creación de Dios; que esas cualidades pueden ser reconocidas inmediatamente en la consciencia. Pienso que esto consiste en recurrir a Dios en busca de gracia, de afabilidad para cada día. Por ejemplo, el mayor desafío que enfrento a diario es la sensación de que no tengo suficiente paciencia para ser un buen padre en un momento dado. Son las demandas comunes... falta de tiempo, las energías inagotables y exigencias de los pequeños, todas las cosas que surgen al criar un niño, algunas veces más en un día que las que puedes resolver. Pero todas las respuestas están presentes cuando me tomo el tiempo de decir, ¿cuál es la cualidad que necesito expresar ahora mismo? ¿Y cómo puedo expresarla para que mi hijo pueda sentir que hay un Principio divino que gobierna su vida? De modo que si lo que se necesita es disciplina, ellos no sientan disciplina de mi parte sino de su conexión con el Principio. O si lo que se necesita es amor, no sientan la presencia de un persona, sino más bien el reflejo de la calidez y el amor de Dios.
Pienso que la gracia es aquello que se adapta para satisfacer toda necesidad humana. En un sentido, es una colección de todas las cualidades de Dios. Si me siento presionado a expresar suficiente paciencia o entendimiento, ésa es la creencia de carencia o privación. Y eso ciertamente no es la gracia de Dios. Entonces pienso que de hecho tengo el dominio para expresar lo que necesito expresar, porque Dios me creó a Su imagen, y ésa es la gracia otorgada por Dios.
Nuestra verdadera meta como padres, ya sea o no que nuestros hijos sean nuestros por nacimiento, debería ser ayudarlos a reconocer su relación con un padre no biológico — con su Hacedor — Dios, el Espíritu.
La premisa de que la presencia de un padre biológico en el hogar determina el éxito y la felicidad de un niño, está muy arraigada en el campo de la creencia genética. Para empezar, es una premisa falsa. Habiendo adoptado niños de dos razas distintas, un medio hermano y hermana que tienen diferentes padres, hemos tenido que decidir rápidamente en nuestro propio pensamiento cuáles teorías aceptamos como verdaderas. Hemos tenido que enfrentar las llamadas características hereditarias. Pero hemos sido consecuentes en buscar las raíces de nuestros hijos directamente en su Padre divino. Ellos están gobernados por Su ley espiritual totalmente buena, y no por las leyes materiales, genéticas.
He trabajado mucho para no ignorar la definición de la Sra. Eddy de niños en Ciencia y Salud. La primera parte es muy hermosa: “Los pensamientos y representantes espirituales de la Vida, la Verdad y el Amor”. Pero la segunda parte realmente es muy dura al exponer el sentido falso de los niños. Dice: “Creencias sensuales y mortales; contrahechuras de la creación, cuyos originales mejores son los pensamientos de Dios, no en embrión, sino en madurez...”Ciencia y Salud, págs. 582–583. Esto me ha ayudado a ver que la obstinación, por ejemplo, no es parte de la verdadera naturaleza de mis hijos.
Cuando bendecimos la mesa al cenar con nuestros hijos, me encanta detenerme y preguntarles qué clase de gracia ellos han encontrado en su experiencia ese día, y realmente, es una forma de preguntarnos a nosotros mismos como padres: “Bueno, ¿experimenté algo de eso hoy?” Si hay un silencio enorme, bien, aquí está una oportunidad de buscar simplemente en silencio maneras en las que todos estemos reconociendo que somos hijos, y que todos estamos aprendiendo de nuestro Padre–Madre.
Nota del Redactor: Si estás interesado en compartir el concepto espiritual que como padre más te ha ayudado a tratar asuntos específicos sobre la paternidad o la familia, no dudes en enviarnos un artículo conciso.
