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La teología de lo que significa cuidar de los demás

Del número de junio de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Norma Tradicional cristiana de lo que significa cuidar de los demás se basa en la parábola del buen samaritano que nos dejó Cristo Jesús. El mensaje de la parábola proporciona la base teológica para brindar a una persona el cuidado físico que necesita. El abogado cuyas preguntas hicieron que Jesús le respondiera con la parábola, había resumido la manera de obtener la vida eterna citando la ley Mosaica: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”. Jesús aprobó esta declaración.

Entonces, en respuesta a la pregunta del abogado: “¿Quién es mi prójimo?” Véase Lucas 10:25–37. el Maestro les contó la parábola del buen samaritano. Pero de la aprobación que él hizo de las palabras del abogado, debe quedar bien claro que la obediencia al segundo mandamiento — amar a nuestro prójimo — lógicamente requiere que se obedezca el primer mandamiento, amar a Dios. El ministerio cristiano de cuidar de los demás se basa en la ayuda divina. Al rendir culto a Dios recibimos apoyo espiritual y fortaleza para ayudar a los demás.

En la creación perfecta de Dios, la armonía es perpetua. El cuidado que Dios brinda a Sus hijos es Su propio amor perfecto por todo lo que Él ha hecho, y al que da el bien infinito. La comprensión espiritual del Amor divino pide la ayuda humana que está imbuida del poder de Dios.

Toda necesidad de ayuda humana es temporal. La verdad fundamental de que el hombre es completamente espiritual e individual, incluye el hecho de que en realidad cada uno de nosotros depende de Dios, no los unos de los otros. Y todos podemos recurrir a Dios en busca de ayuda y recibirla. La Sra. Eddy nos dice: “Nadie puede salvarse sin la ayuda de Dios, y Dios ayudará a todo hombre que hace su propia parte. De esta manera y de ningún otro modo a todo hombre se le cuida y bendice”.Retrospección e Introspección, pág. 86.

Cristo Jesús amaba a su prójimo. Después de describir el sencillo lugar donde Jesús impartió la serie de lecciones que se conocen como el Sermón del Monte, la Sra. Eddy dice: “En esta sencillez, y con tal fidelidad, vemos a Jesús ministrar la necesidad espiritual de todos los que se pusieron bajo su cuidado, siempre guiándolos hacia el orden divino, bajo el influjo de su perfecta comprensión”.Ibid., pág. 91. Lo que Jesús hizo por sus semejantes fue muy tangible, pero profundamente espiritual. Sus obras respondían a la necesidad humana; aquellos que buscaron su ayuda fueron sanados, y aquellos que recibieron su enseñanza fueron salvados. Jesús demostró que nuestras necesidades son en realidad espirituales, no materiales, y que Dios, el Espíritu, brinda el apoyo espiritual que nos satisface completamente. Jesús vivió su propia parábola del buen samaritano.

La espiritualidad de Jesús gobernaba su vida humana de una manera absoluta. Le permitió mostrar la naturaleza del amor de Dios. El enseñó y vivió al Cristo. Aun ante la discordancia él supo lo que era verdad, y través de su comprensión espiritual demostró la supremacía de Dios, anulando así el sentido mortal. Esta comprensión todavía brinda cuidado espiritual tal como lo hizo durante el ministerio de Jesús. Ésta es una evidencia del cuidado que Dios nos da a todos. En esta provisión divina no existe insuficiencia, error ni falla alguna. Ninguna interpretación de la creencia mortal tiene la capacidad de resistir al Cristo.

El ministerio de cuidar de los demás que impartió el Maestro incluía curación, pero ese cuidado también se manifestaba en su enseñanza y en su prédica. Hoy en día, las actividades que desarrolla la Iglesia de Cristo, Científico, proporcionan el mismo y completo ministerio. Cada una de las actividades que cumple la Iglesia, y que la Sra. Eddy estableció en el Manual de La Iglesia Madre, es una función que incluye el cuidado de los demás, entre ellas la Lección Bíblica, En el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. los servicios religiosos, las Salas de Lectura de la Ciencia Cristiana, la instrucción en clase, las conferencias públicas, y el trabajo que realiza La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana. Y recibimos ese cuidado de una manera más individual a través de la ayuda que nos brindan los practicistas y enfermeros de la Ciencia Cristiana.

La comprensión espiritual nos permite reconocer el cuidado siempre presente de Dios, pero esta comprensión requiere que se la cultive.

El cuidar de los demás, como expresión del Amor divino, no omite el cuidado apropiado que debemos darnos a nosotros mismos, y esto comienza cuidando celosamente de nuestros pensamientos, tarea nada fácil. Cada nuevo día asume su forma de acuerdo con la acción del pensamiento. ¿Qué pensamientos tenemos? ¿Qué conceptos de la vida respetamos? Al comenzar el día con la oración, y el estudio de la Biblia y del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Sra. Eddy, obtenemos y mantenemos la inspirada comprensión de nuestra unidad con Dios. Entonces cumplimos nuestras demandas con iluminación espiritual, y tenemos menos probabilidades de ser influenciados por el materialismo.

La comprensión espiritual nos permite reconocer el cuidado siempre presente de Dios, pero esta comprensión requiere que se la cultive. Cuando nuestro pensamiento manifiesta una profunda preparación espiritual, todo lo que necesitemos para cuidar bien de nosotros mismos, vendrá de manera natural.

Otro aspecto de lo que significa cuidar de los demás es la exigencia de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Pablo consideraba que los miembros de la Iglesia eran un solo cuerpo en Cristo. Él dijo: “Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba, para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros”. 1 Cor. 12:24, 25.

La persona que solicita los servicios de un enfermero de la Ciencia Cristiana está enfrentando su necesidad humana desde un punto de vista espiritual. El cuidado físico que se brinda en armonía con la teología del paciente, apoya su crecimiento espiritual, mientras que al mismo tiempo apoya el tratamiento del practicista. La atención del enfermero exige la capacidad y la habilidad que vienen como resultado de un sólido desarrollo espiritual, una concienzuda capacitación, y una práctica dedicada. El cuidado que brinda el enfermero cierra la brecha que existe entre lo que necesita el paciente que se haga y lo que puede hacer por sí mismo el paciente, hasta que es capaz de hacerlo él mismo.

El sentido mortal de la existencia tiene un concepto diferente de lo que significa cuidar de los demás. Las emociones y sensaciones humanas insisten que la necesidad principal que uno tiene es de cambiar o mejorar físicamente, y que los requisitos espirituales son secundarios o hasta imposibles de cumplir ante la discordancia física. Si uno se somete a estas declaraciones, uno se pone bajo el dominio de la materialidad. Entonces los esfuerzos por ayudar son limitados por la mortalidad, y la ansiedad agota nuestros recursos. Para sentir verdadero bienestar y curación, la persona necesita restablecer su esfuerzo espiritual adorando a Dios.

La demostración en la Ciencia Cristiana desplaza el concepto mortal mientras cuida del ser humano. Y la Ciencia Cristiana tiene la autoridad y el poder para producir ese desplazamiento en todos los casos. En Rudimentos de la Ciencia Divina la Sra. Eddy escribe: “La Ciencia Cristiana borra de la mente de los enfermos la creencia equivocada de que viven en la materia o a causa de ella, o que un llamado organismo material gobierna la salud o la existencia de los hombres, y nos induce a descansar en Dios, el Amor divino, quien cuida de todas las condiciones que se requieren para el bienestar del hombre”.Rud., pág. 12. Lo que verdaderamente facilita que se produzca esta acción sanadora es el cuidar de los demás de una manera correcta y exitosa.

Dios estableció la curación y restauración espirituales y no pueden ser frustradas ni por la condición humana ni por las declaraciones mortales. Los síntomas físicos son subyugados y sometidos cuando expresamos nuestra naturaleza verdadera y espiritual inspirada por Dios.

Un caso donde es necesario cuidar de un enfermo por largo tiempo no implica necesariamente que ese cuidado está apoyando una experiencia que no progresa. Sólo los falsos conceptos mortales de la vida afirman que ciertas circunstancias no son más que una situación que necesita de perpetuo cuidado, o que la ayuda del enfermero no es lo suficientemente espiritual como para apoyar el progreso y la curación. Hasta que la familia humana logre superar las situaciones que requieren de un cuidado prolongado, tendremos que dominar esas situaciones. Cada etapa de la situación humana se debe poner bajo la autoridad divina.

Cuando alguien que conocemos necesita superar un desafío, la atmósfera que rodea a esa persona debe ser científica: sólo debemos permitirnos ser un testigo puro, vigoroso y espiritual. Esto es mucho más útil que el preguntarse cómo sigue alguno, o tal vez hasta especular sobre qué tipo de enfermedad tiene o cuántos años tiene. La atmósfera pura del pensamiento científico y exacto sostiene nuestras convicciones teológicas, y éste es el tipo de cuidado que nos debemos dar los unos a los otros.

Los pensamientos que tenemos en presencia del enfermo demuestran nuestra fortaleza espiritual o nuestra debilidad. Contribuyen a que tengamos un progreso constante o ninguno, y determinan en qué medida estamos alimentando la idea de Dios, el hombre, o somos portadores del concepto mortal. El dedicado cuidado que brindamos a los demás tiene el propósito de dominar cada vez más la mortalidad para toda la humanidad.

No es inusual que aquellos que están en la práctica y los que son enfermeros de la Ciencia Cristiana enfrenten los grandes desafíos de la experiencia humana. Éstas son las ocasiones en que pueden responder más eficazmente a la necesidad demostrando fortaleza espiritual. Pero el instinto humano sugeriría que sería mucho más conveniente no enfrentarse con esos desafíos. Este argumento también sugeriría que el trabajo que llevan a cabo el enfermero y el practicista no es tan atractivo como para esforzarse por ellos.

El permanecer alejado de las grandes exigencias o estar satisfecho con las preocupaciones ordinarias del materialismo, nos puede dejar metafísicamente subdesarrollados y podría conferirle un poder misterioso a las dificultades humanas. La disposición de querer enfrentar esas grandes exigencias templa nuestro entendimiento con la experiencia y desarrolla nuestras habilidades espirituales. Nos inspira para que ayudemos a otros a superar las situaciones humanas difíciles porque tenemos la certeza de que el mal es totalmente irreal, y estamos convencidos de que la curación es inevitable.

Mediante la demostración y la curación espiritual, podemos alcanzar la grandiosa percepción de que es posible tener verdadero poder en la vida humana. Esas experiencias nos enseñan que la enfermedad y la muerte son vanas amenazas. No son horrendas posibilidades que puedan violar nuestra teología. La recompensa que recibimos al ayudar a otros o al enfrentar nosotros mismos esos desafíos y demostrar nuestra teología a cada paso del camino, es un gran progreso espiritual. A través de este crecimiento habrá más personas entre nosotros que encontrarán el camino abierto para ser practicista o enfermero. Para hacer progresar la Causa de la Ciencia Cristiana, es necesario que tengamos este tipo de dedicación y alcancemos mayores logros espirituales.

El hecho de que existan enfermeros dispuestos a cuidar pacientes e instituciones donde recibir esa ayuda, no garantiza que cumplan su propósito espiritual. Esa garantía se forja a través de la vida, de los Científicos Cristianos que están comprometidos con la práctica de su teología. La experiencia y la comprensión espiritual de los enfermeros y practicistas, de los pacientes, y de todo el personal, son los que forman la verdadera estructura de una institución que atiende a los enfermos. Este es el “acero” que se mantiene inamovible durante la tormenta. Sostiene a cada uno y a todos juntos en la creciente demostración de la inmortalidad del hombre.

Si queremos lograr mayor curación cristiana para la humanidad, tenemos mucho que hacer respecto a nuestro desarrollo espiritual. Se puede hacer, y se hará. Debemos hacerlo para cumplir con los requisitos divinos. Todo estudiante que tiene una práctica diaria y progresiva de la Ciencia Cristiana, está ayudando a preparar el clima del pensamiento que produce cada vez más curación. La consciencia humana necesita tener mayor expectativa y estar inspirada para que sus logros sean más grandes.

El bienestar humano es tanto una demostración individual como colectiva. Comprende nuestras relaciones con los demás pero se apoya en realidad en la relación que tiene el individuo con Dios. El amor a Dios es lo que nos impulsa a desarrollar nuestras capacidades espirituales en la curación mediante el Cristo. A través de este desarrollo, el amor que sentimos por nuestro prójimo, con su profundo anhelo de ayudar y hacer desaparecer el látigo de la enfermedad y de la muerte de la familia humana, se manifestará con pruebas cada vez mayores de Ciencia divina.

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