En 1984, Después de muchos años de tener mala salud, un reconocido ginecólogo me dijo que la única esperanza de que recobrara la salud era hacerme una histerectomía. Yo estaba desolada ya que tenía veintiocho años y sólo tres años de matrimonio y no había tenido hijos. Pero como había pasado muchos años con dolores y molestias, unido al respeto que yo sentía por el consejo y las intenciones del médico, acepté que me operara.
Después de la operación me sentí mucho mejor físicamente, pero estaba muy triste. Comencé a sentirme muy deprimida y con sentimientos de culpa e insuficiencia. Nada podía consolarme. Cuando descubrí otros síntomas ocasionados por el mismo problema y que tenía que hacer nuevos tratamientos, decidí consultar a otro médico, quien me dijo que la razón del dolor era desconocida y que no se podía hacer nada más por mí. Yo no estaba convencida. Me sentía muy angustiada y oraba para morirme.
Una noche, desconsolada, decidí buscar por la casa una vieja Biblia que había visto con anterioridad. La abrí al azar, pidiéndole a Dios, si es que Él existía, que me hablara a través de lo que yo leía. La abrí en Isaías 54:1 y leí: “Regocíjate, oh estéril la que no daba a luz; levanta canción y da voces de júbilo, la que nunca estuvo de parto”. Aquí, Dios estaba contestando a mis oraciones. Aquí, estaba la prueba. ¡Él me conocía, me escuchaba, me amaba! Desde aquel momento me transformé. Había comprendido la existencia verdadera y presente de Dios y deseaba saber más acerca de ella.
Empecé a buscar en todo tipo de religiones y en especial estaba interesada en los libros religiosos que trataban sobre la curación espiritual, y leía con mucho interés los que encontraba en la biblioteca de mi ciudad. Un día traté de tomar un libro que parecía muy interesante pero estaba atascado con otro libro. Tuve que sacar los dos juntos, y me di cuenta de que el otro libro era Ciencia y Salud.
Este libro revolucionario ha salvado mi vida. Me ha revelado una nueva vida espiritual, santa, perfecta, inmortal, bendecida. Cuando comencé a leerlo, empezaron los cambios inmediatamente. Tuve curaciones de eczema, dolores de cabeza, de deseos de fumar y beber, y de dolores que reincidían. Ninguno de mi familia o de mis amigos era “religioso”, y mi esposo demostró mucha paciencia y comprensión al presenciar un cambio completo en mi carácter y punto de vista.
La Ciencia Cristiana me ha revelado la importancia espiritual que tiene la Biblia, y me ayuda en mi esfuerzo diario por entender a Dios y mi verdadera relación con Él. En los seis años que hace que estudio la Ciencia Cristiana, no puedo contar todas las curaciones que he tenido, curaciones de enfermedades físicas, de dificultades económicas, problemas de relación, etc. Por favor, permítanme contarles un par de ellas que han sido la “piedra fundamental” de mi crecimiento espiritual.
Por mucho, la curación física más importante que tuve fue también de otro problema ginecológico, del que estaba sufriendo desde la pubertad. Me vino el pensamiento de que debía tratar el problema a través de la oración. Llamé por teléfono a una practicista de la Ciencia Cristiana porque sentía que no podía orar por mí misma.
Oramos juntas para comprender más claramente que Dios le ha dado dominio al hombre sobre todo mal, que incluye cualquier cosa que no sea el bien, tal como la enfermedad o el pesar. Estudiamos y oramos para ver que el hombre, y yo en particular, es siempre perfecto y completo.
Pasaron varios meses, y tuve que superar dudas y desesperación muchas veces. Fue una verdadera prueba de fe. En un momento, comencé a sentir la falsedad absoluta que tiene cualquier poder que se opone a Dios. La Biblia nos muestra una y otra vez que Dios es el único poder verdadero. A medida que creció mi entendimiento espiritual, la condición empezó a disminuir en severidad, y luego me di cuenta de que había desaparecido silenciosamente. Esta curación ha sido la base para otras curaciones en las cuales tuve que ser persistente con la oración para probar el poder sanador del Amor divino.
Ya hace cuatro años que mi esposo y yo hemos sido bendecidos con un magnífico regalo, la adopción de una preciosa beba. Tres años más tarde adoptamos un niño. Difícilmente pasa un día sin que tenga que recurrir a Dios en busca de curación y guía. Estos niños han tenido muchas curaciones. He aquí una de ellas.
Un día noté que nuestra pequeña niña mantenía su brazo izquierdo a un lado del cuerpo y trataba de no usarlo. Al principio no me preocupé mucho, pensé que quizás se había apoyado en ese brazo mientras dormía. Sin embargo, al transcurrir el día, empecé a preocuparme de que pudiera ser algo más serio. Inmediatamente recurrí a Dios en oración, que es lo que yo hago cuando hay una necesidad, para comprender la absoluta inmunidad que tiene el hombre a todo lo que no sea bueno, y para entender que Dios cuida constantemente de Sus hijos, incluso aquellos a los que yo llamo míos. Consolé a nuestra hija y le hablé de Dios.
Cuando su padre llegó del trabajo, me sentía más tranquila, aunque la apariencia física no había cambiado. Sabía por experiencia que Dios siempre responde a nuestras oraciones y bendice nuestro deseo de comprenderlo a Él mejor. Mi esposo, que no es Científico Cristiano, comprensivamente preocupado por nuestra hija, estuvo de acuerdo en que yo continuara orando durante la noche, pero que si no había una mejoría por la mañana tendría que llevarla al médico más cercano. Llegó la mañana y la situación no había cambiado. Le pregunté a mi esposo si estaba de acuerdo en que llamara a una practicista de la Ciencia Cristiana. Estuvo de acuerdo, con la condición de que si no había una mejoría para el mediodía nuestra hija iría a ver al médico como habíamos acordado.
Llamé a una practicista inmediatamente, con toda calma y de una manera muy serena ella amorosamente aceptó el caso. En cinco minutos mi hija estaba moviendo sus brazos libremente y empezó a jugar con una pelota.
Nunca estaré lo suficientemente agradecida a la Ciencia Cristiana, que Mary Baker Eddy descubrió y por la que trabajó tanto para compartirla con todo aquel que busca y está atento a la Verdad.
Kendal, Cumbria Inglaterra
