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Desde Que Era muy pequeña...

Del número de junio de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Desde Que Era muy pequeña siempre presentí la existencia de Dios, pero no podía encontrar evidencia concreta al respecto, excepto en mi propia intuición. Había leído la Biblia y no podía comprenderla muy bien, aunque el Nuevo Testamento y su mensaje de amor me habían impactado mucho. Por muchos años busqué la evidencia de su existencia en varios libros y grupos religiosos. Era muy idealista, y entonces quería ser médica, porque deseaba aliviar el sufrimiento de la humanidad. Tenía la confianza de que los males podían ser eliminados con la buena voluntad y trabajando mucho.

Más tarde mis ambiciones de ayudar a mis semejantes cambiaron, cuando decidí que la política era el medio más importante de conseguir este objetivo. Me comprometí profundamente con las causas sociales durante la década de los sesentas. Pero con el tiempo comprendí que esta “respuesta” a los sufrimientos de la humanidad era limitada.

Me dejé impresionar con lo que parecía ser el “verdadero enemigo”, o sea el mal inherente a la naturaleza humana, que por ende, me parecía que siempre iba a existir de alguna manera u otra. Entonces fue que me deprimí mucho y comencé a pensar en el suicidio. Convencida de que no podía ayudar a nadie, intenté encontrar un poco de felicidad personal. Experimenté con drogas y adopté un tipo de vida disoluta; pero no encontraba la felicidad.

A pesar de los medicamentos que había tomado diariamente por más de diez años, el problema que tenía en un riñón dañado y deformado, acompañado de una vejiga crónicamente infectada, se agravó. Fui hospitalizada por lo menos una vez al año debido a esta condición. La ciencia médica no podía sanarme. El gobierno estatal me dio ayuda financiera por incapacidad física, y esto me ayudó a pagar parte de mi educación universitaria. Empecé a darme por vencida; pensaba que ya no había posibilidad de que algún día sanaría para siempre. Sin embargo no podía dejar de buscar a Dios y lo que significaría para mi vida encontrarlo.

Entonces conocí a un muchacho que expresaba bienestar, paz y alegría, ninguna de las cualidades que yo expresaba. Sentí que tenía que hablar con él pero no sabía porqué. Me dijo que leyera un libro llamado Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras. Pensé que la Ciencia Cristiana era un culto fundamentalista y de curación por la fe con el que yo no quería estar relacionada. No obstante, algo de la vida de este joven era tan agradable, que salí inmediatamente a comprar el libro.

A medida que leía, sentía que iba encontrando ideas que siempre había pensado que eran verdad. En otra oportunidad, lloré por un sentimiento de culpabilidad y arrepentimiento relacionado con mis pasados y actuales intentos de encontrar la felicidad en las personas y en las cosas. Jamás había sentido arrepentimiento por esto, pero ahora me sentía arrepentida.

Había otras ideas en la Ciencia Cristiana que me hacían sentir incómoda, pero a la vez, tenían sentido. Por ejemplo, encontré a la lógica, el amor y la fe uno al lado del otro. Esto era muy importante para mí porque personas religiosas me habían dicho que yo era muy intelectual, y que necesitaba aceptar “con fe” ciertas creencias cristianas aunque no las entendiera. Esa clase de fe me parecía que era demasiado emocional, a pesar de que creía en la importancia de tener un sentimiento genuino. Comprendí que las explicaciones en Ciencia y Salud satisfacían mi intelecto y me permitían sentir y tener una fe genuina, basada en la comprensión espiritual. Me llamó la atención que la Sra. Eddy recomienda a los lectores de Ciencia y Salud poner a prueba sus proposiciones antes de aceptarlas como ciertas.

A medida que leía el capítulo “La Ciencia del ser” tuve una experiencia que me convenció de la realidad de Dios. Una gran luz penetró mi consciencia. La Mente que es Dios, que es Vida, Verdad, Amor llegaron a ser Todo para mí, y los objetos materiales perdieron su importancia ante el conocimiento de esta totalidad.

Ya no tenía que creer en Dios. Había una presencia inequívoca, realmente podía sentir a Dios. Me embargó una paz y un amor inmenso como nunca había sentido antes.

Me di cuenta de que el gran obstáculo que me había impedido encontrar a Dios, era el dilema que por siglos ha confundido a la humanidad: ¿Cómo puede un Dios totalmente bueno permitir que el mal exista? Yo tenía miedo de confiar y creer en un Dios semejante. El intelecto humano jamás puede reconciliar la contradicción de un creador bueno y la existencia del mal. Sin embargo, eso era lo que yo había estado tratando de hacer. Pero al renunciar a esta lucha intelectual interna, en lo más profundo de mi ser, ahora sabía que Dios no había creado ni permitido el mal. Poco a poco percibí que esta mala interpretación de la naturaleza del Creador y Su voluntad era lo que estaba causando toda la discordancia, desde la enfermedad hasta la muerte. Comprendí que mientras yo creyera que la enfermedad tenía la aprobación de Dios, continuaría siendo parte de mi experiencia. Esta revelación me impulsó a tirar toda la medicina que estaba tomando, y aceptar con más facilidad el bien de Dios.

En este nuevo estado de comprensión empecé a tener curaciones instantáneas de dolores de cabeza, resfríos, y de una vieja herida en la espalda. También descubrí que sin orar específicamente por los demás, algunos eran tocados por mi nuevo entendimiento espiritual, y tenían también varias curaciones. Con el tiempo, notifiqué al gobierno que yo ya no recibiría la ayuda financiera por incapacidad física, porque sabía que yo no podía tener “dos mentes” y a la vez, pretender sanarme del problema en el riñón. Sin embargo, un temor oculto sobre esta condición todavía tenía que desaparecer. Semanas después empecé a tener síntomas parecidos a otro ataque doloroso. Oré para profundizar mi comprensión sobre el gobierno amoroso de Dios. Esta posición radical con Dios me sanó completamente de las infecciones en la vejiga. Y no se han repetido en veinte años.

La revelación de la verdadera naturaleza de Dios ha traído más salud y más santidad a cada aspecto de mi vida. Esta vez, la Biblia estaba iluminada y me gustaba leerla. Ahora comprendía que las historias en la Biblia no trataban de personas sino de estados de consciencia; y de aquellos aspectos del pensamiento que distinguían lo divino y espiritual, de lo mortal.

Al principio, mi pensamiento y mi vida cambiaron radicalmente, y mi manera de pensar continúa progresando hoy en día; aunque en una forma más gradual, y a veces con mayor resistencia de la que yo quería. He descubierto en muchas ocasiones, que la identidad del sentido mortal lucha contra su propia destrucción. Si nos estamos identificando con ella, entonces tendremos miedo de cambiar el sentido material del hombre, por el espiritual. La familiaridad con viejos hábitos mentales puede que parezcan placenteros, pero finalmente no nos ofrecen nada más que sufrimiento. La Sra. Eddy pudo descubrir la Ciencia detrás de las obras poderosas de Jesús — las leyes de la Mente — sólo porque ella estaba dispuesta a renunciar a la creencia de una mente y una vida aparte de Dios.

Nunca me imaginé que yo iba a poder seguir a Jesús tan plenamente. Él dijo que las obras que él hacía, nosotros también podíamos hacerlas; ahora entiendo un poco mejor cómo se pueden hacer.


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