La atmósfera mental del Templo Tremont en Boston, el 16 de marzo de 1885, probablemente hubiera intimidado a la mayoría de los oradores que trataran de explicar lo que debe de haber parecido una manera muy diferente de ser un cristiano. El pensamiento de los casi tres mil asistentes oscilaba entre los benignamente curiosos, pasando por los demasiado escépticos, a los abiertamente hostiles. Pero Mary Baker Eddy se plantó ante todos ellos para defender a su bebé: la Causa de la Ciencia Cristiana. En una Conferencia anterior de los lunes al mediodía, el entonces muy prominente Reverendo Joseph Cook había criticado duramente esta relativamente recién llegada manera de pensar a la escena religiosa de Boston. La nueva fe no sólo prometía curaciones como las que hacía Jesús, sino que hablaba en una nueva lengua que contradecía las numerosas doctrinas que se habían mantenido tradicionalmente y que, por consiguiente, estaban muy arraigadas; pero lo que era aún peor era que ¡una mujer estaba al frente de ella!
Sólo se le habían concedido diez minutos a la Sra. Eddy para responder a la crítica del Reverendo Cook. Empezó diciendo:
Como el tiempo que tan gentilmente se me ha asignado es insuficiente aun para dar una sinopsis de la Ciencia Cristiana, me limitaré a preguntas y respuestas.Escritos Misceláneos, pág. 95.
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