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“Una iglesia sin credos”

Del número de junio de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Pastora Emérita de La Primera Iglesia de Cristo, Científico, Mary Baker Eddy, incluye en el Manual de La Iglesia Madre, una “Reseña Histórica”, donde describe los acontecimientos importantes que ocurrieron durante la formación de la Iglesia. La siguiente es su primera declaración: “En la primavera de 1879, un pequeño grupo de sinceros buscadores de la Verdad se reunieron para considerar la manera de formar una iglesia sin credos, que habría de llamarse “Church of Christ, Scientist” [Iglesia de Cristo, Científico].Manual, pág. 17.

Esta frase indica el aspecto totalmente radical del concepto de Iglesia que tenía la Sra. Eddy, fundada en un Principio divino que se puede demostrar en la experiencia humana, en vez de estar fundada bajo una fórmula doctrinal. Al concebir y establecer su Iglesia de esta manera, ella se alejó de siglos de tradiciones que habían envuelto a la comunidad cristiana en ásperos debates y habían dividido a sus miembros.

En sus comienzos, la comunidad cristiana estaba compuesta de individuos cuyas vidas habían sido tocadas por el ministerio de Cristo Jesús. En sus conversaciones era muy natural hablar acerca del Maestro, de sus enseñanzas y curaciones. Y muy pronto, tomaron la costumbre de reunirse para compartir una comida, escuchar a oradores, y relatar cómo su fe estaba transformando su vida y temperamento. No es de sorprenderse que estas reuniones se llegaran a llamar ágapes (en aquellos tiempos “convite de caridad”). Ágape es una palabra griega que significa amor en el sentido de amor fraternal, en contraste a eros, o amor apasionado, que con frecuencia se concentra alrededor del propio yo. El amor fraternal se expresaba en la mesa; todos los presentes debían dar y recibir amor libremente. Es probable que haya sido durante uno de estos ágapes, que el joven Eutico se cayó de la ventana que estaba en el tercer piso de la habitación donde Pablo disertaba. El libro de Hechos describe cómo volvió a la vida y la alegría que sintieron los cristianos que lo vieron. Véase Hechos 20:7–12. Curaciones como éstas eran pruebas claras de que ellos entendían correctamente la teología de Cristo Jesús.

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