¿Acaso No Anhela uno aliviar el sufrimiento de miles de personas que luchan para sobrevivir en circunstancias adversas? Nuestro gran Maestro, Cristo Jesús, se encontró con multitudes desamparadas, las alimentó y sanó. Podemos muy bien preguntarnos cómo podemos imitar, al menos en cierto grado, sus obras.
El Evangelio según Mateo relata una ocasión cuando Jesús recorría ciudades y aldeas, enseñando y sanando a la gente, con multitudes que lo apretaban y oprimían. Él “tuvo compasión de ellas”. “Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”. Mateo 9:36–38.
Es muy sorprendente el hecho de que Jesús dijo que la mies, no el trabajo, era mucha. El comprender esto nos da una nueva perspectiva. No estamos trabajando en vano contra situaciones intolerables de hambre, enfermedad, indiferencia, crueldad. Estamos en realidad trabajando y orando para ver manifiesta la plenitud de Dios. Inmediatamente después de dar su exhortación, Jesús llamó a sus doce discípulos y les dio poder para sanar la enfermedad y echar fuera el mal. Para mí lo que más se destaca es la comprensión de que si oramos como él pidió, nosotros mismos naturalmente aspiraremos a participar de esa cosecha.
Quizás nuestro campo de trabajo parezca solo un modesto pedazo de jardín comparado con los rebosantes campos del mundo. Pero no necesitamos sentirnos desalentados. El cuidar fielmente el jardín de nuestro pensamiento y vida, desarraigando las hierbas de la crítica y la queja, permitiendo que florezcan acciones llenas de paciencia y de perdón, ayudará a limpiar en todas partes las malezas tan desarrolladas del odio y el conflicto.
Vivir un cristianismo arraigado en la Ciencia del cristianismo nunca es en vano. No somos mortales aprisionados en la tierra; somos en realidad el reflejo espiritual de nuestro creador, el Espíritu. Nuestro campo de acción está en el reino del pensamiento, que precede a toda acción. A medida que entendemos que la Mente, Dios, es la única fuente del pensamiento, iniciamos nuestro razonamiento y oración desde una posición firme. Podemos ver que como el verdadero pensamiento proviene de Dios, éste puede atestiguar sólo de Su perfección. Ésta es nuestra base desde la cual rechazar la persistente tentación de permitir que el pensamiento y, por tanto nuestra experiencia diaria, se estanque, se vuelva egoísta o inadecuada. La oración nos ayuda a reconocer lo que Dios es y lo que está haciendo. Somos guiados a ver que Él es bueno y que está por siempre expresando el bien en Su creación, el hombre. No existen ciclos de abundancia y de escasez en Su actividad.
La Ciencia Cristiana enseña que el pensamiento tiene una influencia directa sobre la salud. Orar en la Ciencia Cristiana significa alinear el pensamiento con todo lo que es bueno y sagrado. Esto no es simplemente un pensamiento positivo, que comienza con uno mismo; la oración empieza y termina con Dios. En Escritos Misceláneos, Mary Baker Eddy escribe: “Cada pensamiento humano debe dirigirse instintivamente a la Mente divina como su único centro e inteligencia”.Esc. Mis., págs. 307–308.
La falsa teología argumenta que el hombre es un mortal que se afana por ganar una salvación ilusoria dispensada por un Dios misterioso. La Ciencia Cristiana abiertamente denuncia este alegato y dulcemente guía al corazón receptivo hacia la nueva-vieja idea de la salvación, basada en las contundentes palabras de Jesús: “El reino de los cielos se ha acercado”. Mateo 4:17. Esta Ciencia enseña que la totalidad de Dios se expresa en Su creación.
Los medios para entender este hecho no están fuera de nuestro alcance. La Sra. Eddy pregunta en un discurso a sus estudiantes: “¿Estamos llenando como es debido los compases de la música de la vida, acentuando sus grandiosas melodías, realzando la armonía del ser con tonos que traen alegres ecos?”Esc. Mis., pág. 116. El esfuerzo honesto por expresar la armonía que resulta de tener móviles desinteresados, paciencia, perseverancia y gentileza, inevitablemente resultará en una mayor comprensión.
Los móviles desinteresados pueden ser expresados en aminorar el desperdicio en nuestra vida diaria y en dar mayores dádivas a quienes las necesitan. Sobre todo, nuestra firme convicción de que Dios es verdaderamente el proveedor de todo el bien nos ayudará a subyugar la sugestión agresiva de que algunos hombres, mujeres y niños están condenados a sufrir carencia “todos los días de [su] vida”. Estas palabras del Génesis 3:17 son parte de la condena de Adán, la falsificación del hombre perfecto de Dios, creado por el Espíritu.
Aceptar total y sinceramente, y vivir a diario el hecho de que la creación es totalmente espiritual y que emana de Dios, nos ayudará a sobreponernos a la tentación de creer que la carencia o la insatisfacción son inevitables. A medida que oramos para ver más claramente la provisión que Dios tiene para Su creación, estaremos brindando un gran apoyo a la humanidad. Esto no puede dejar de beneficiar los esfuerzos que se hacen para proveer de alimento a la población mundial, y nosotros mismos podremos también encontrar maneras de colaborar con esos útiles esfuerzos.
Jesús dijo una vez a sus discípulos: “Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega”. Juan 4:35. Es muy provechoso elevar nuestros ojos y nuestros móviles para poder ver indicios del amor que Dios siente por toda la humanidad. Podemos alistarnos para ser fieles trabajadores en Sus ricos campos. El trabajo consiste primordialmente en ver Su creación tal como realmente es: completa, fructífera y eternamente bajo Su cuidado.
