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¿Está usted dispuesto a perdonar?

Del número de junio de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Monitor


Una De Las más grandes libertades que puede tener una persona es la habilidad — y el deseo — de perdonar. Es cierto que tenemos que superar las equivocaciones, las propias y las de los demás; no podemos ignorarlas. Sin embargo, las reacciones airadas y sentimientos alterados no contribuyen a que se produzca una reforma genuina. De hecho, generalmente empeoran la situación. La manera de mejorar una situación desagradable es recurrir a Dios en oración y escuchar las respuestas que bendicen a todos.

Yo comprobé los buenos efectos que resultan de perdonar a los demás inmediatamente. En una reunión regional a la que asistí, yo era el orador principal. Tenía grandes expectativas en esta reunión, pero, según mi opinión, la oradora que inauguró el programa lo hizo tan mal que sentí que había perdido toda esperanza de tener una tarde coronada por el éxito.

Cuando mi crítica interior en contra de ella y mis quejas en silencio sobre lo mal que había iniciado la reunión, llegaron al máximo, recordé una conversación entre Cristo Jesús y el Apóstol Pedro. El Evangelio según Mateo en la Biblia relata el incidente: “Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete”. Mateo 18:21, 22. Me pregunté: ¿Estoy dispuesto a perdonar a esta oradora por no haberse desempeñado a la altura de lo que yo esperaba?

Bueno, ¿por qué no iba a estar dispuesto a perdonarla? Dios es la fuente de todas las buenas cualidades que el programa necesitaba para ser un éxito. Nadie podía extinguir el bien que Dios imparte. Tampoco podía faltar ninguna de las cualidades espirituales requeridas para que la reunión fuera completa, porque Dios, la fuente de toda cualidad correcta, jamás está ausente. Tenía que dejar de esperar que una persona en especial marcara el tono de esta reunión y permitir que Dios proveyera lo que fuera necesario para que siguiéramos por buen camino.

La exigencia cristiana es vencer con el bien el mal. Y son el amor y el perdón, no el odio y la ira, los que triunfan sobre el mal.

Cuando recurrí a este punto de vista más inspirado — de que el hombre está gobernado por Dios — el resentimiento y la mala voluntad que había estado sintiendo desaparecieron. Sabía que Dios, la Mente única que lo gobierna todo, estaba produciendo un buen efecto para beneficio de todos. Podía confiar el resultado de la tarde al Padre–Madre de todos, a la sabiduría de Dios y a Su cuidadoso juicio.

El resultado fue que a partir de ese momento todos los oradores expresaron ampliamente las inspiradas cualidades que yo no había visto al comienzo. La reunión fue un éxito total y logró cumplir ampliamente con el propósito que tenía.

Después estuve con la mujer que me había disgustado tanto al principio del día y me di cuenta de que nos llevábamos muy bien, como viejos amigos. ¡Esto me hizo estar doblemente agradecido por haberla perdonado!

Si estamos albergando animosidad hacia un compañero de trabajo, un miembro de la familia, o cualquier otra persona, podemos sustituir los sentimientos personales con la comprensión espiritual de que Dios gobierna, y esto nos capacita para amar incondicionalmente. Ya no debemos tener a otra persona sujeta al fracaso más de lo que desearíamos nosotros ser así condenados. La exigencia cristiana es vencer con el bien el mal. Y son el amor y el perdón, no el odio y la ira, los que triunfan sobre el mal.

Cuando los otros no están actuando a la altura de lo que esperamos de ellos — o cuando pensamos que no lo están haciendo — se nos exige que sanemos la situación. La curación se produce cuando dejamos de lado nuestros puntos de vista farisaicos y amamos desinteresadamente. La Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, escribe en su libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “El Amor, fragante de generosidad, baña todo en belleza y luz”.Ciencia y Salud, pág. 516. El amor en su forma más pura es espiritual. Como dice la Biblia: “Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él”. 1 Juan 4:16. Como Dios bendice a todos, el Amor divino bendice a todos.

Cada uno tiene la habilidad de expresar las cualidades que Dios otorga, sin ninguna limitación. El perdonar nos ayuda a reconocer rápidamente que tanto nosotros como los demás somos capaces de pensar y actuar correctamente bajo el gobierno de Dios. El saber que cada uno tiene la capacidad de responder a la dirección infalible de Dios nos capacita para confiar siempre en que todo está bien.

Tú, Señor, eres bueno y perdonador,
y grande en misericordia
para con todos los que te invocan.

Salmo 86:5

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