Observar El Viento es lo que menos hace Fabián Héctor Smara, que vive en las montañas en la provincia de Río Negro, Argentina. Después de todo, cuando nos dedicamos a ser sembradores (como él), no pasamos el tiempo preocupándonos del viento. No nos preocupamos de que el viento pueda desparramar las semillas o desarraigarlas. Si lo hiciéramos, probablemente nunca llegaríamos a plantar nada. Así es, la mejor manera de plantar semillas es desparramarlas en todas direcciones por sobre la tierra ya preparada — siempre y por donde podamos — y luego esperar que aparezcan los nuevos brotes.
Fabián lo sabe por experiencia. Pero, no porque sea agricultor. (En realidad es maestro.) Lo sabe debido a las semillas espirituales que han echado raíces en su corazón. Semillas que otra gente — algunos, del otro lado de la tierra — han sembrado.
Estas semillas han bendecido a Fabián y a su esposa de muchas formas. Lo han hecho sentir más cerca de la Santa Biblia. La han hecho conocer un libro que ayuda a explicar la Biblia: Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Le han traído curaciones. Y han cambiado toda su vida interior, empujando gentilmente sus pensamientos y acciones hacia Dios con nuevas fuerzas.
Estas semillas espirituales fueron plantadas por gente que nunca conoció a Fabián. Gente de todo el mundo que quiere dejar que Dios sea el Principio que gobierna su vida. Gente que siente que lo que es básicamente real acerca de la vida es su dimensión espiritual, su dimensión semejante a Dios. Gente que lee — y ayuda a leer — revistas como la que usted tiene en sus manos. Revistas como el Christian Science Sentinel y The Christian Science Journal. Y en el caso de Fabián, El Heraldo de la Ciencia Cristiana, una revista y un programa por radio de onda corta que se produce en varios idiomas.
Fabián cuenta en una carta reciente que cuando oyó por primera vez acerca de la Ciencia Cristiana, aprendió mucho y se sintió emocionado por el Heraldo en español. “Me sentí”, dice, “en la compañía de una gran familia mundial y supe que yo también formaba parte de ella”. Y quiso conocer en persona a esa gente de su nueva familia. Algunos vivían cerca; para conocer a otros tuvo que viajar cientos de kilómetros. Con el tiempo tomó instrucción en Clase Primaria con uno de sus nuevos amigos, que es maestro de Ciencia Cristiana. La instrucción en Clase Primaria es un curso breve sobre las bases de la práctica de la Ciencia Cristiana.
Todo esto llevó a Fabián a aprender algo de inglés para poder leer el Sentinel y el Journal, así como aquellos escritos de la Sra. Eddy que todavía no han sido traducidos al español. Y cuanto más estudiaba la Ciencia Cristiana de esta forma, tanto más sentía dentro de sí “un amor más expansivo y cristiano”. Un amor espiritual que no podía contener. Un amor que le dio deseos de comenzar a plantar él mismo las semillas de Verdad.
Al poco tiempo, tanto Fabián como su esposa fueron entrevistados en los programas del Heraldo por onda corta. Da esta manera pudieron contarles a miles de oyentes de América Central y del Sur cómo la Ciencia del cristianismo los había cambiado y sanado.
Luego, hace unos meses, cuando Fabián estaba leyendo el Journal que recién había recibido, tuvo otra idea sobre cómo plantar semillas. Es una idea para todos nosotros; para los lectores del Sentinel, Journal y Heraldo. En sus propias palabras:
Todos tenemos necesidad de encontrarnos, reunirnos y contarnos los frutos más preciados de nuestra oración. Y esto redunda en bendiciones para todos. Las publicaciones periódicas [de la Ciencia Cristiana] proveen este lugar de encuentro. Así la humanidad se reúne alrededor del fuego del Amor divino y comparte el pan de la Verdad.
Estas notas y testimonios [en estas revistas y programas radiales] son muestras del amor desinteresado que se da a todos sin miramientos y abundantemente. A través de ellas, el Cristo visita hospitales, aeropuertos, cárceles, el campo y la ciudad, y esparce así las semillas que florecerán en la buena tierra de un pensamiento receptivo en salud, libertad y santidad.
¡Sembrar semillas por medio de las revistas y programas radiales de la Ciencia Cristiana! Qué maravillosa versión moderna de lo que dijo un magnífico sembrador hace miles de años. Un sembrador de la antigua Israel. No sabemos con seguridad cuál es su nombre, pero sí sabemos que escribió el libro de Eclesiastés en la Biblia. Él se llama a sí mismo simplemente “el Predicador”.
Y, ¿qué dice este predicador y filósofo acerca de la siembra? “Echa tu pan sobre las aguas”, dice, “porque después de muchos días lo hallarás”. Véase Ecle. 11:1–6. De esta manera le decía a sus compatriotas que sembraran la semilla de la Verdad por todas partes. Tarde o temprano, les prometió, iba a dar fruto.
Una versión reciente de la Biblia traduce el pasaje de esta manera: “Sé generoso, y algún día serás recompensado”. Y lo dice con estas palabras: “No temas invertir. Algún día te va a redituar”. Contemporary English Version, Ecl. 11:1 y nota. Pág. 797.
Pero, ¿y si las condiciones no parecen ser las correctas o favorables para sembrar? ¿Y si hay vientos tormentosos? En ese caso, el Predicador nos advierte que no miremos las condiciones atmosféricas. Nos llenarán de miedo. Nos inmobilizarán. “El que al viento observa, no sembrará”, advierte, “y el que mira a las nubes, no segará”.
Lo que se necesita, dice el Predicador, es sembrar con abnegación, con generosidad, sin temor. Sembrar sin cesar, de la mañana a la noche. Y sembradores que no son intimidados por lo que un estudioso de la Biblia llama “el elemento de riesgo” que se corre cuando uno planta la Palabra de Dios.Harper’s Bible Commentary [San Francisco Harper, 1988] pág. 523.
Y a veces los sembradores enfrentan riesgos, riesgos como la indiferencia, la ingratitud o directamente la hostilidad. Pero el temer a los riesgos es como observar el viento. No nos permite hacer nada. Reprime nuestro amor expansivo. Reduce el alcance de nuestro amor; el amor genuino que sentimos por ser hijos de Dios, que es el Amor mismo.
La Sra. Eddy alienta firmemente a la gente que, al igual que Fabián, quiere ante todo compartir las buenas nuevas del gobierno absoluto que Dios tiene sobre Su universo. Ella escribe: “Millones de mentes sin prejuicios — sencillos buscadores de la Verdad, fatigados peregrinos, sedientos en el desierto — esperan con anhelo descanso y refrigerio. Dadles un vaso de agua fría en nombre de Cristo y jamás temáis las consecuencias”.Ciencia y Salud, pág. 570.
En último caso, es Dios mismo quien faculta nuestro sembrar. Él lo hace prosperar. Él lo protege. Él es el gran Sembrador de todas las semillas, el impulso detrás de la más pequeña señal de bien que haya en su creación. Y sólo Él hace que el corazón se convierta de observar los vientos a sembrar las semillas.
