A veces, Cuando alguien está muy enfermo, la gente dice: “Sería mejor dejar que se vaya”. Eso nunca se debiera aceptar. Otras veces, se oye decir: “Hicimos todo lo posible”. Eso no es verdad. Se puede hacer más, muchísimo más.
¿Ha leído alguna vez esto en la Biblia?: “Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría” (Sofonías 3:17). La Biblia declara que el poder de la Verdad divina, la energía del Espíritu, la autoridad del Amor divino “en medio de ti [es] poderoso” y “salvará”, puede salvar, está dispuesto a salvarnos del sufrimiento y de la enfermedad a pesar de que parezca que esos males ejercen un enorme poder sobre nosotros.
La creencia de que la enfermedad tiene poder, paraliza mentalmente a la gente, del mismo modo que a un ciervo los faros de un automóvil. La oración quiebra esta atracción morbosa.
Para que la oración produzca un efecto sanador, debiéramos apartar la mirada de los síntomas de la enfermedad y los temores que producen, y expulsarlos del pensamiento. Eso se resuelve fácilmente cuando se reconoce la presencia infinita, absoluta, constante y todopoderosa de Dios. Esto nos hace tener presente qué es lo que verdaderamente gobierna y controla la vida del hombre, Su perfecta imagen y semejanza. Este cambio en la consciencia es una espiritualización del pensamiento. Nos llena de la energía divina del Espíritu que actúa en la vida. La experiencia muestra que esto conduce a la salud y anula todos los argumentos que señalan hacia la muerte.
Cuando deseamos la muerte, perdemos de vista el camino de la Vida y sus frutos: salud y felicidad. Y aquí o en el más allá, tendremos que volver a ese camino, porque Dios es Vida y no muerte, y la vida es el camino que conduce hacia Dios. La identidad del hombre es eterna. No está definida por la materia; no puede ser tocada por la enfermedad y nunca puede ser liberada por la muerte. La identidad es la expresión del Espíritu, la sustancia eterna del hombre. No es una chispa espiritual aprisionada en la materia. Tal como Pablo lo reconoce: “vivimos, y nos movemos, y somos” (Hechos 17:28) en el Espíritu, y esta comprensión trae salud y vida.
Es terrible ver sufrir o sin poder cuidarse a sí mismos a nuestros seres queridos. Pero orar para apresurar su muerte, consciente o inconscientemente como algunos hacen, no los ayuda a ellos ni a nosotros. Las palabras de Isaías, portadoras del mensaje de Dios, llegan a través de los siglos con un enorme caudal de consuelo y amor: “Mirad a mí y sed salvos todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más” (45:22).
El reconocimiento de que Dios es la Vida del hombre borra el sufrimiento, porque elimina de nosotros toda causa de sufrimiento. El cuerpo material no es un dios que gobierna nuestra vida. Hay un solo Dios y es el Amor divino, que nos gobierna de un modo absoluto.
No debemos rendirnos al sueño de la muerte, porque el Cristo, la Verdad, nos da hoy en cierta medida la habilidad para demostrar la realidad de la Vida. Y cada paso que damos en esa dirección es bendecido por Dios. La cuestión no es tratar de prolongar una vida de sufrimientos, sino sacar a luz la salud y la bondad que Dios continúa otorgando al hombre. Nos estamos esforzando por conocer la verdad del ser, y continuaremos haciéndolo hasta que comprendamos por completo que no hay otra realidad.
Extracto del artículo
“Porque Dios es Vida” por
Christian Science Sentinel
17 de febrero de 1997.
