Anita y sus amigas disfrutaban ir de campamento todos los veranos. Anita esperaba especialmente el momento en que todos se sentaban alrededor de una gran fogata por las noches. Contemplaba las llamas centelleando en la oscuridad y escuchaba el crujido de las ramas al quemarse. También disfrutaba de las canciones que entonaban alrededor del fuego.
Anita concurría a la Escuela Dominical de la Christian Science desde los cinco años y, a pesar de que no podía ir a la Escuela Dominical cuando se iba de campamento, llevaba con ella un Cuaderno Trimestral de la Christian Science y leía la Lección Sermón de la Biblia y de Ciencia y Salud. Lo hacía todos los días durante el período de descanso. La lectura de estos libros le recordaba que Dios estaba cuidando de ella y le daba la confianza necesaria para realizar aun las actividades más difíciles del campamento. Un año tuvo la oportunidad de recurrir a estos dos libros cuando se sintió enferma.
El último día de campamento, Anita y sus amigas estaban conversando sentadas en la cima de una pequeña colina, cuando decidió correr hasta su carpa para buscar sus zapatos y reunirse nuevamente con sus amigas y emprender juntas una caminata. Bajó con tanta prisa que no vio una de las cuerdas que sostenían la carpa, y de repente se encontró tendida de narices contra el suelo. Había tropezado y dado duramente contra el césped. Por unos momentos permaneció en esa posición recobrando el aliento. Sus amigas se acercaron para ver si necesitaba ayuda, pero ella les dio las gracias y les dijo que se encontraba bien. La ayudaron a levantarse y Anita entró en su carpa para calzarse y así reunirse con sus amigas para la caminata.
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