“Yo Estoy En Paz con mi vida y con mi trabajo. No creo tener enemigo alguno”. Estas son sencillas pero profundas palabras de sabiduría, sobre el tema del temor. Son palabras de Oseola McCarty, al acercarse a los noventa años de edad. Probablemente usted habrá escuchado hablar de ella. Es una lavandera de Hattiesburg, Mississippi, que vive sola desde hace tres décadas y que en 1995 donó $150,000 dólares a la Universidad del Sur de Mississippi para el fondo de becas. Esta contribución surgió del modesto ingreso que ella ganaba lavando ropa a lo largo de muchos años, y ahorrando cuidadosamente cada vez que podía hacerlo.
Oseola McCarty ha recibido numerosos reconocimientos humanitarios por su generosidad. Recibió un título honorario de la Universidad de Harvard, a pesar de que su educación formal terminó cuando ella tenía tan solo ocho años. Ella es la primera persona de color cuyo retrato cuelga de las paredes de la Universidad del Sur de Mississippi.
La Sra. McCarty ha vivido sola muchos años, sin embargo ahora su vida ha tomado un rumbo poco común. Su sencillo enfoque de la vida, su humildad, su generosidad y su fe en Dios, permanecen inalterables. Un diario comenta sobre ella: “la gente viene a verla simplemente porque quieren estar cerca de alguien bueno”. En este reportaje se cita el comentario de una persona de la Universidad del Sur de Mississippi: “Cuando estás cerca de ella, te sientes mejor. Uno se siente purificado”. El reportaje describe lo que otro trabajador de la universidad cree que es la razón por la cual “mucha gente se siente atraída por la Sra. McCarty. Participan de lo que todos quieren, pero pocos tienen”. ¿De qué estamos hablando? Una sola palabra lo resume todo: “Paz”.
¿Cómo podemos reconocer una paz tan sólida y tangible en nuestra vida? Ciertamente, el ejemplo de Oseola McCarty nos enseña mucho. Cuando la humildad significa más para nosotros que el mero orgullo egoísta, en cualquier situación de la vida en que nos encontremos, la paz está siempre presente. Cuando la generosidad sincera significa más para nosotros que el interés propio, la paz está presente. Cuando confiar en Dios significa más que confiar en cualquier otra cosa, la paz está presente.
Por supuesto, que no podemos manifestar estas buenas cualidades, sin esfuerzo. No podemos fabricar esa humildad genuina, esa generosidad, esa confianza en Dios y mágicamente encontrar paz. Tenemos que hacer algo para obtener paz. Por ejemplo, tal vez tengamos que esforzarnos por ser generosos, y ver lo que se siente. Pero hay varias cosas básicas a las que podemos prestar atención y con las cuales mucha gente ha podido encontrar paz en su vida.
Una de ellas es la oración. Cuando oramos y buscamos los mensajes de paz que se encuentran en la Biblia, podemos descubrir cosas maravillosas. Aprendemos lo que significa tener una relación tan especial con Dios por ser Sus hijos. Descubrimos que somos creados a Su semejanza, y que esta semejanza, la expresión y el reflejo de Dios, es completamente espiritual porque Dios es puro, Espíritu divino. La naturaleza misma de Dios incluye todo lo que es bueno; incluye poder espiritual, alegría, gracia y también paz. Mary Baker Eddy, quien fundó esta publicación periódica en 1903 escribió: “Dios es glorificado en Su reflejo de paz, amor y gozo” (The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 355).
La paz es una cualidad de Dios, y al crear a cada uno de nosotros, Dios estableció Su paz como parte de nuestro ser verdadero. Esta paz está continuamente con nosotros. No ha sido perdida, quebrantada ni violada. La paz que proviene de Dios es eterna. Lo glorifica a Él, por todos los tiempos.
Ahora bien, quizás parezca que estamos luchando contra un mundo que argumenta que nuestra vida es de todo, menos tranquila. Quizás las circunstancias nos hayan convencido de que la vida es un tremendo desastre. Enemigos como el desaliento, la confusión, la decepción, la frustración, el temor, la ansiedad, están constantemente a la ofensiva. Es aquí donde la oración es tan importante, porque al recurrir a Dios podemos captar la luz de la verdad que nos muestra una historia diferente. La luz divina nos muestra que en realidad somos hijos de Dios y que la paz nos pertenece. Vemos que la vida no es tan frustrante y que está en orden y protegida por Dios. Esto nos hace humildes. Nos pone de rodillas en expresión de agradecimiento por el amor de Dios y de gratitud por Sus misericordias. También nos muestra que nuestra naturaleza es en verdad generosa porque la bondad de Dios se comparte con cada uno de Sus hijos naturalmente. Después de todo, si usted y yo somos los hijos de Dios; ¿no es válido también para nuestro prójimo? Nuestro prójimo merece participar del mismo bien, la misma alegría, la misma paz que Dios nos está revelando a nosotros.
La oración que se regocija en la verdad de lo que somos, como la expresión espiritual de Dios, es también la oración que fortalece nuestra fe en Él. Nos demuestra que la creación está gobernada por leyes divinas, no por el azar o el capricho, y que se puede confiar por completo en estas leyes. Las leyes de Dios convierten el desaliento en esperanza; la confusión en convicción, el temor en fortaleza espiritual y amor. El temor no puede existir cuando hay amor; no hay enemigos en el verdadero amor.
La ley de Dios es paz. Esta ley establece y mantiene una paz sólida en nuestros corazones y en nuestra vida. Una hermosa promesa de la Biblia nos dice: “Mucha paz tienen los que aman tu ley; y no hay para ellos tropiezo”. Salmo 119:165. Ningún tropiezo.
No he tenido el placer de conocer a Oseola McCarty, pero estoy seguro de que no la olvidaré. ¡Qué maravilloso, sencillo y poderoso ejemplo: “Yo estoy en paz con mi vida y con mi trabajo. No creo tener enemigo alguno”.
