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Para no hacerlo mal y hacerlo bien

Del número de enero de 1998 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¡No avance con luz roja!

¡Diga No a las drogas!

¡No ponga las manos sobre la estufa caliente!

Muchos Mandatos y órdenes útiles son advertencias de lo que no debemos hacer. En el Manual de La Iglesia Madre, Mary Baker Eddy da “Una Regla para Móviles y Actos” cuya última parte es una advertencia acerca de no hacer varias cosas en forma errónea. Dice así: “Los miembros de esta Iglesia deben velar y orar diariamente para ser liberados de todo mal, de profetizar, juzgar, condenar, aconsejar, influir o ser influidos erróneamente”.Manual, Art. VIII, Sec. 1.

Hace mucho tiempo que conozco estas palabras y me las sé de memoria. En mi deseo de ser obediente las repasaba casi diariamente. Pero un día me di cuenta de qué lejos estaba de ser obediente. No solo había dejado de repasarlas todos los días sino que tampoco las practicaba. Después de todo, uno puede leer una receta todo el día, saberla de memoria, repetirla una y otra vez, pero eso de por sí no hace que el pastel se cocine. Se deben seguir las instrucciones hasta tener el producto final.

Entonces, ¿cómo podía yo velar y orar para ser liberado de hacer todas estas cosas erróneamente? Al estar atento a la respuesta de la Mente divina, recordé la forma en que aprendí aritmética cuando era niño; yo deseaba ser liberado de sumar, restar, multiplicar y dividir erróneamente. ¿Cómo lo logré? Practicando constantemente el método correcto. Y cuanta más destreza adquiría sumando y multiplicando correctamente, más me liberaba del riesgo de cometer un error al hacer esas funciones.

Eso parecía lógico. Tal vez, entonces, había una forma correcta de profetizar, juzgar, condenar, aconsejar, influir y ser influido. Busqué en las Concordancias de la Biblia y de los escritos de la Sra. Eddy y encontré que hay una manera correcta de hacer estas cosas, y advertencias acerca de cómo no hacerlas.

JUZGAR

Obtuve ideas y resultados prácticos al estudiar la palabra profetizar, y hablaré un poco de esto más adelante. Primero consideremos la palabra juzgar. Cristo Jesús nos da una importante directiva en la frase: “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio”. Juan 7:24. Nos dice que no juzguemos según las apariencias externas pues eso sería juzgar erróneamente. Pero cuántas veces tendemos a hacer esto sin darnos cuenta de cuán engañosas son las apariencias. Los sentidos físicos, que carecen de inteligencia y del conocimiento de la creación perfecta de Dios, no pueden decimos la verdad de nada ni nadie, de modo que juzgar sobre esta base es juzgar erróneamente.

Para juzgar con justo juicio necesitamos zambullirnos por debajo de las apariencias superficiales. Esto requiere que nos preguntemos: “¿Qué es espiritualmente verdadero en esta situación? ¿Qué sabe Dios acerca de la situación? ¿Cómo la juzga Él?” Cuando somos vigilantes para juzgar según este punto de vista y mantenemos nuestro pensamiento en la realidad espiritual absoluta de Dios perfecto y Su creación espiritual perfecta, nos liberamos de la constante tentación de juzgar erróneamente.

CONDENAR

La palabra condenar fue muy interesante. Me parecía tan negativa que esperaba encontrar sólo advertencias. Pero no fue así. Al investigar encontré que Jesús condenó enérgicamente la hipocresía, el materialismo y el pecado de toda índole. En Ciencia y Salud por la Sra. Eddy se nos advierte que, si el mal no se condena, estamos fomentándolo. Véase Ciencia y Salud, pág. 448. Para evitar fomentar el mal debemos condenarlo no como una verdad sino como una falsedad. Ésta es la forma de condenar correctamente.

La forma errónea de condenar de la que necesitamos liberarnos es condenar a las personas. El ejemplo de Jesús es muy claro. Él no condenó a la persona enferma, demente o pecadora. El condenó la enfermedad, la demencia, el pecado, reprendiendo al diablo o el mal, mientras sanaba y restablecía al individuo. Cuando estamos alerta y condenamos el mal en la forma más exhaustiva posible —afirmando con convicción su falta de poder, irrealidad, total nulidad y separación de la verdadera naturaleza de alguien o algo— dejamos de condenar a las personas y por ende de condenar erróneamente.

ACONSEJAR

La sociedad de hoy está llena de consejeros: psicológicos, académicos, matrimoniales, financieros, legales, etc. La gente está acostumbrada a obtener todo tipo de consejos humanos. Algunos pueden ser útiles otros no. ¿Cómo saberlo? Y si alguien nos pide consejo a nosotros, ¿cómo sabemos si estamos aconsejando bien o no?

Una forma de comprobar esto es ver si estamos dando una mera opinión humana. Ciencia y Salud tiene bastante que decir sobre las opiniones personales, y no es muy favorable. Tal vez estas opiniones están dentro de lo que el Salmista denomina “las maquinaciones de los pueblos”. “Jehová hace nulo el consejo de las naciones y frustra las maquinaciones de los pueblos. El consejo de Jehová permanecerá para siempre. Los pensamientos de su corazón por todas las generaciones”. Salmo 33:10, 11.

“El consejo de Jehová” es el único consejo que merece nuestra entera confianza. Podemos estar seguros de que aconsejamos correctamente a alguien cuando le sugerimos que recurra a Dios y le indicamos Sus leyes y la recompensa que viene al obedecerlas; cuando le aseguramos que la única Mente siempre guía en forma infalible a cada una de sus ideas y que cada uno de nosotros tiene la habilidad otorgada por Dios de oír y responder a esta guía. Cuando aconsejamos de esta manera, somos liberados de la tentación de entrometer nuestras opiniones personales y así aconsejar erróneamente.

INFLUIR

Si el mundo está lleno de consejeros, está aún más lleno de influencias. Y éstas son más sutiles. A menudo son mentales e invisibles. Quizás no nos demos cuenta de la influencia que tenemos sobre los demás. Aunque no sea intencionada sigue siendo una influencia. Y si esta influencia es incorrecta —basada en la materia o en los sentidos, emanada de la obstinación o de opiniones— debe evitarse. Podemos tener la seguridad de que estamos influyendo correctamente cuando hacemos el bien y vivimos más consecuentemente como la evidencia misma de Dios. En Ciencia y Salud leemos: “Vuestra influencia para el bien depende del peso que echéis en el platillo correcto de la balanza. El bien que hacéis e incorporáis os da el único poder obtenible”.Ciencia y Salud, pág. 192.

¿Y qué se puede decir sobre ser influenciado? Ser ignorante o apático respecto de las sugestiones sutiles y agresivas que se filtran en la atmósfera del pensamiento humano es dejarnos influir erróneamente. El Manual de la Iglesia incluye el deber diario de defendernos de “la sugestión mental agresiva”. Véase Manual, Art. VIII, Sec. 6. Una forma de defendernos es reconocer que no hay otra mente aparte de la única Mente infinita, Dios; darnos cuenta de que como hay una sola Mente, no existe una mente mortal agresiva que emita sugestiones o haga malapráctica, ni hay una mente mortal susceptible de ser influenciada por tal sugestión o malapráctica.

Al reconocer que la única influencia bajo la cual podemos estar es el Cristo, la influencia divina siempre presente en toda consciencia humana; al aceptar que el Cristo es el mensaje divino de Dios que siempre nos indica lo que es verdadero en nosotros y en los demás, nos liberamos de ser influidos erróneamente.

PROFETIZAR

Retomemos ahora la palabra profetizar: Temer al futuro, vaticinar que va a sobrevenir un desastre, cavilar acerca de lo incierto que es todo, predecir cualquier desarrollo del mal, es profetizar erróneamente.

¿Y cuál es la solución? Es ser un verdadero profeta. El Glosario de Ciencia y Salud nos ilumina con un par de definiciones: “Elías. Profecía; evidencia espiritual opuesta al sentido material; Ciencia Cristiana, con la cual puede discernirse la realidad espiritual de todo lo que los sentidos materiales ven...” y “Profeta. Un vidente espiritual; la desaparición del sentido material ante la conciencia de las realidades de la Verdad espiritual”.Ciencia y Salud, págs. 585, 593.

Un profeta ve espiritualmente. Con la lente de la Christian Science, mira a través de las apariencias materiales y contempla los hechos espirituales. En esta forma, es testigo de la progresiva desaparición del sentido material de las cosas y se vuelve más consciente de lo que es divinamente verdadero. Y así se libera da profetizar falsamente y de sus consecuencias.

LOS FRUTOS

Me sentí muy elevado e iluminado con esta investigación y con la perspectiva que la había motivado. Me enseñó cómo obedecer más cabalmente la advertencia que aparece en “Una Regla para Móviles y Actos”. Y desde entonces esa regla ha brillado con una nueva luz para mí.

Un par de semanas después de realizar este estudio, de repente tuve los síntomas de un fuerte resfrío o gripe. “¡Ah, no; no de nuevo!” fue mi reacción cuando una perspectiva muy familiar de incomodidad y desagrado invadió mi pensamiento. Pero inmediatamente me di cuenta de que esto era profetizar erróneamente, predecir el desarrollo de un mal. ¿Y cuál fue la solución? Sé un verdadero profeta. Sé un verdadero vidente espiritual. Aférrate conscientemente a “las realidades de la Verdad espiritual” hasta que desaparezca este sentido material doloroso y contradictor del ser.

Inmediatamente comencé a afirmar las verdades espirituales, como mi eterna relación con mi Padre-Madre Dios, por ser Su imagen, por ende espiritual, no material. Como tal, estaba fuera del alcance de toda influencia de las creencias populares en contagios, o de ser susceptible a las condiciones del clima, a conceptos médicos acerca del desarrollo y duración de las enfermedades, etc. La única influencia a la que podía estar sujeto era el Cristo, la presencia divina que habla siempre a mi consciencia, informándome de mi perfección inexpugnable como imagen de Dios, de mi armonía, mi salud, mi integridad, aquí y ahora; diciéndome que esos hechos son la verdad para todos, en todas partes.

No recuerdo en forma exacta el razonamiento que hice, pero fue semejante a lo expuesto, y lo expresé en vigorosas afirmaciones de la verdad y negaciones del error. No estaba dispuesto a aceptar las imposiciones del error. Persistí en esta oración por algunos minutos. Me estaba convirtiendo cada vez más en un verdadero profeta, en un vidente espiritual.

En no más tiempo que el que le ha tomado a usted leer estas líneas, sentí que los síntomas desaparecían hasta que me sentí completamente libre, y permanecí así. Ese falso sentido material acerca de mí había desaparecido “ante la consciencia de las realidades de la Verdad espiritual”. Al ser en cierta medida como un verdadero profeta me había liberado de profetizar el desarrollo de un modelo de sufrimiento y de las consecuencias de esa falsa profecía. Es una curación que siempre recuerdo con mucha gratitud por la Regla que la Sra. Eddy nos ha dado en el Manual.

Todos tenemos el derecho y el privilegio de ser un verdadero profeta, un juez recto, un alerta condenador del mal, un consejero espiritual, una influencia purificadora. De esta manera no nos encontraremos bajo ninguna otra influencia menor que la del Cristo, y estaremos obedeciendo “Una Regla para Móviles y Actos” de una manera práctica y decisiva, una manera que sana.

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