Hace un tiempo me ocurrió algo que me ayudó a darme cuenta de que no estamos obligados a aceptar el mal cuando nos encontramos frente a un callejón sin salida.
Un Día, al salir de una reunión, un amigo nos invitó a mi madre y a mí a llevarnos en su auto a casa de mi madre donde íbamos a almorzar. De pronto todo empezó a complicarse: mi amigo tomó una ruta diferente, prácticamente iba en dirección opuesta. Luego, comenzó a cruzar las esquinas con el semáforo en rojo y empezó a aumentar la velocidad. Cuando le pregunté cortésmente si tenía algún problema me contestó si yo creía que estaba manejando mal. No entendía si me hablaba en broma o si le pasaba algo, especialmente porque era muy prudente y nunca hacía bromas de mal gusto.
En medio de esta carrera por la ciudad me pregunté qué hacer. ¿Gritar, pidiendo auxilio? ¿Tratar de pasar al frente y tomar la dirección, o frenar?
Enseguida me di cuenta de que no estaba obligado a aceptar que estaba en una situación sin salida. Lo que sí debía hacer era orar, mirar más allá de la evidencia humana para reconocer la presencia y el dominio constante de Dios. Recordé, aunque no exactamente en ese momento, estas palabras de la Sra. Eddy en Ciencia y Salud: “El punto que cada uno debe decidir es, si es la mente mortal o la Mente inmortal que es causativa. Debiéramos abandonar la base de la materia y aceptar la Ciencia metafísica y su Principio divino”.Ciencia y Salud, pág. 195:11. Era sólo en mi consciencia donde tenía que decidir si aceptar la evidencia de los sentidos o la realidad del gobierno de Dios.
Empecé a sentir una gran paz y gozo al reconocer que Dios es la Mente infinita, supremamente inteligente, que sólo es consciente de la armonía plena y total. En la Mente la única realidad es la actividad del bien infinito. Dios es también el Principio absoluto que controla y gobierna todo el universo ahora mismo. La ley del Principio es la ley de la realidad espiritual, donde cada idea está gobernada eternamente por la acción infinita de la armonía.
¡Qué sensación tan hermosa y difícil de describir es la de estar en una carrera vertiginosa por la ciudad y al mismo tiempo sentir una paz, armonía y seguridad total; sentir la presencia y el cuidado de Dios ahí mismo en medio de donde parece haber peligro!
De pronto mi amigo frenó, se quedó quieto un rato y me preguntó qué le había pasado. No recordaba nada de lo sucedido. Me pidió que yo manejara y lo llevara a su casa. Más tarde supe que había tenido un ataque, que en términos médicos se llama coma diabético, y que lo había trastornado completamente al punto de no saber lo que hacía.
El Mar Rojo: una lección
Estas situaciones donde parece que estamos prácticamente obligados a aceptar hechos irreversibles se ilustran muy bien en la historia bíblica donde Moisés, al conducir a su pueblo hacia la libertad, es perseguido por el ejército egipcio. Llega al Mar Rojo y se encuentra sin salida. Pero se dirige a su pueblo y le dice: “No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis”. Ex. 14:13. Moisés sabía que no estaban obligados a aceptar una situación sin salida y que el poder de Dios los llevaba de la mano.
Luego la Biblia relata que Moisés partió las aguas en dos y junto con su pueblo cruzaron a salvo por en medio, y el ejército egipcio no los pudo seguir porque las aguas se volvieron a cerrar detrás de ellos.
Muchas veces pareciera que tenemos ante nosotros el Mar Rojo y los egipcios detrás, y se nos presentan como situaciones de falta de provisión o salud, o situaciones familiares muy personales. Pero éstas son oportunidades para encontrar soluciones espirituales, para encontrar nuestra libertad, para aceptar y demostrar el poder absoluto de Dios, y seguir por el único camino en que la discordia y la limitación no nos pueden seguir: el verdadero camino que Dios nos traza.
Entender la verdadera naturaleza espiritual que Dios nos ha dado nos libera de esas limitaciones y de esa condena que nos hace sentir obligados a aceptar lo irremediable. Este entendimiento no es cambiar algo humano, sino comprender más y más la realidad del reino de los cielos aquí y ahora mismo. Quien acepta y reconoce la libertad del hombre como imagen y semejanza de Dios tiene los caminos libres frente a la sugestión de que estamos obligados a aceptar el mal como algo natural.
La Sra. Eddy dice: “La verdad espiritual y la creencia material de las cosas se contradicen; pero lo espiritual es verdad y, por lo tanto, lo material tiene que ser falso”.Ciencia y Salud, pág. 289.
Una respuesta universal
La verdad espiritual levanta el velo del testimonio material, así como lo hizo Moisés, para ver que nunca estamos en una situación límite. Si los sentidos nos dicen que el sueldo no nos alcanza o que los negocios no prosperan, no estamos obligados a aceptar esto, pues podemos saber que el Espíritu es la fuente de toda abundancia. La única sustancia es la que emana del Espíritu y el hombre la refleja eternamente. Si los sentidos nos dicen que estamos obligados a aceptar que tenemos una enfermedad, podemos saber que la Vida infinita es eterna, ininterrumpida e ininterrumptible, que la Mente divina —que es nuestra consciencia del bien— sólo conoce y expresa salud ilimitada en toda Su creación. Si estamos enfrentados a la falta de vivienda o a desalojos, podemos saber que el Alma divina es la consciencia infinita que incluye a toda identidad verdadera, y que cada uno de nosotros ya tiene su lugar en esta consciencia.
La Sra. Eddy dice: “La Verdad, la Vida y el Amor son las únicas exigencias legítimas y eterna que se le hacen al hombre, y son legisladores espirituales, que obligan a obedecer por medio de estatutos divinos”.Ibid, pág. 184.
Tenía que decidir si aceptar la evidencia de los sentidos o la realidad del gobierno de Dios
Estas exigencias nos marcan un camino seguro a seguir donde podemos vivir gozosos, porque el Amor está siempre presente, porque la Verdad invariable es el único poder, y porque la Vida eterna es el bien constante aquí y ahora mismo.