Ciencia Y Salud es como una luz que me muestra el camino a la salud, la felicidad y la armonía. Me está mostrando una manera de vivir. Recuerdo que, siendo adolescente, al abrir por primera vez mi propio ejemplar de este libro, quedé maravillada cuando leí en el capítulo “La oración” que no necesitaba informar a Dios sobre lo que quería que hiciera por mí, sino que Él ya sabía cuál era mi necesidad, y que podía confiar en el tierno cuidado del Amor divino.
Este libro iluminó la Biblia para mí, y aún hoy, después de medio siglo, sigo estudiándolo con el mismo afán que cuando empecé. He tenido muchas experiencias sanadoras, pero deseo compartir una que me ayudó muchísimo.
Había estado padeciendo de una afección al estómago que me producía un dolor sumamente agudo. Durante ese tiempo no había podido tomar más que agua mineral. Había perdido mucho peso y tenía tan pocas fuerzas que me era difícil moverme por mis propios medios.
Oraba sin ver resultado alguno. Una noche abrí Ciencia y Salud al azar y leí: “Aprendemos en la Ciencia Cristiana que toda desarmonía de la mente o del cuerpo mortales es una ilusión y no posee ni realidad ni identidad, aunque parezca que es real y que tiene identidad” (pág. 472: 32). La palabra “identidad” me llamó la atención. Cerré el libro, apagué la luz, y seguí pensando en ese pasaje. Comprendí que si la desarmonía o el dolor no tenían identidad, no podían andar solos por el cuarto porque no tenían cuerpo, es decir identidad, y vi que necesitaban usar el mío para identificarse. “¿Cuál es mi identidad?”, me pregunté. El Padre Nuestro me enseña que soy hija de Dios, ¿no será ésa mi verdadera identidad? De ser así debía reclamar mis derechos y la herencia que Dios me dio.
Recordé que el libro dice que la Christian Science tiene su Declaración de Independencia, y dice: “Dios ha dotado al hombre con derechos inalienables, entre los cuales se encuentran el gobierno de sí mismo, la razón y la conciencia. El hombre se gobierna a sí mismo debidamente sólo cuando está dirigido correctamente y gobernado por su Hacedor, la Verdad y el Amor divinos” (pág. 106). También pensé en Cristo Jesús quien, al ser bautizado, oyó las palabras de Dios: “Este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17). El sentido espiritual de Jesús le permitió oír esas palabras, pero seguramente Dios estaba diciendo esas palabras a toda Su creación.
Me sentí cobijada y protegida de todo mal por el amor de Dios. Esa noche dormí tranquila, y a la mañana siguiente me desperté sin dolor. Desde ese día mi cuerpo volvió a funcionar correctamente, y pude comer y moverme con normalidad.
La liberación del malestar y el dolor, me trajo un gran alivio, pero nada de esto se puede comparar con la felicidad que me produjo un mejor entendimiento de mi verdadera identidad y saber que la desarmonía no puede interferir con esa identidad. He comprobado que esta verdad es para todos, porque la he visto liberar a otros como ocurrió conmigo.
Me siento infinitamente agradecida a Dios por las vislumbres que nos vienen a través del estudio de la Biblia junto con Ciencia y Salud.
Buenos Aires, Argentina
    