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Sanada de intenso dolor en las extremidades

Del número de noviembre de 1998 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace Algunos Años, al despertar una mañana, sentí un dolor intenso en ambas manos. Estaban inflamadas y no las podía mover. Lo mismo ocurría con las muñecas, los codos y las rodillas. Mi esposo hizo todo lo posible por ayudarme. Le pidió a una practicista de la Christian Science que me diera tratamiento por medio de la oración, y también llamó a una enfermera de la Christian Science que venía todas las mañanas por dos horas para brindarme su amoroso cuidado. Hablábamos con la practicista por teléfono todos los días. Los amigos que me visitaron me dijeron que seguramente tendría que pasar el resto de mi vida en una silla de ruedas.

Sin embargo, yo sabía que Dios es mi Vida, y me aferré a la verdad. Confiamos incondicionalmente en Dios. Como dice el libro de Isaías: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (41:10).

Habíamos planeado un viaje, y nuestros amigos nos preguntaron cuando lo íbamos a cancelar, ya que para ellos era obvio que nos sería imposible realizarlo. Yo les dije que todavía faltaban varias semanas para el viaje y que con la ayuda de Dios podríamos hacerlo. El día de nuestra partida me costó llegar al auto. Pero me dije a mí misma, “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filip. 4:13).

Tuvimos un viaje muy agradable. Durante la primera semana hablé tres veces por teléfono con la practicista. Me reconocí a mí misma como idea de Dios, y por lo tanto libre de cualquier error. Dios llena todo el espacio. Dios me ama. Es maravilloso saber esto. Esta consciencia me llenó de una alegría indescriptible, y pude compartir este progreso con la practicista. Le agradecí encarecidamente su ayuda, porque había tenido una curación completa; y ella también se regocijó.

Estoy profundamente agradecida a Dios por esta maravillosa curación. Llegué a entender claramente que no hay un poder opuesto a Dios y que, por consiguiente, la enfermedad y la discordia son irreales. ¡Cuán glorioso es que Dios guió a nuestra amada Guía, Mary Baker Eddy, a descubrir la Christian Science, por medio de la cual este tipo de curación es posible hoy en día!


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