Por alguna razón que no me puedo explicar, el circo, pasión y sano entretenimiento para niños y adultos, nunca me atrajo, aunque no dejo de admirar la habilidad y dedicación de la familia circense. No obstante hay un ilusionista, conocido a nivel mundial, David Copperfield, a quien me encanta ver por televisión. Yo sé perfectamente que es una ilusión, que me está engañando, pero el truco está tan bien hecho que parece lo que hace. Así fue como en una ocasión hizo desaparecer un avión y la Estatua de la Libertad, en Nueva York, y en otra atravesó la muralla china.
Es obvio que los ilusionistas como Copperfield nos engañan, y nosotros somos conscientes de que nos están engañando. Pero ¿qué pensaría usted si le dijeran que a veces hay pensamientos ilusorios que nos engañan y nos hacen creer y hacer cosas que no son buenas? Nos sentimos sorprendidos por tener actitudes y reacciones que normalmente no manifestamos, y nos preguntamos ¿por qué hice tal o cual cosa?
En su libro Ciencia y Salud, la Sra. Eddy explica que esa sugestión que nos viene al pensamiento se puede describir como magnetismo animal o hipnotismo, para usar el término moderno. Estas sugestiones parecen influir nuestro pensamiento para que obremos mal. Pueden decir que estamos expuestos al mal o que Dios no existe. Si las aceptamos nos hipnotizan, nos impulsan a creer que el mal realmente existe y es más poderoso que Dios.
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