Hace Poco Vi un programa en el que un hombre hablaba del hipnotismo como si fuera un excelente medio para resolver problemas. Él afirmaba que este método no sólo era bueno para dejar de fumar o bajar de peso, sino que era útil para fortalecer la autoestima, y hasta para dominar el dolor. Su mensaje era que el hipnotismo es la clave para controlar la mente y el cuerpo.
Dirigiéndose a los escépticos, especialmente a aquellos televidentes que cuestionaran lo referente al control del cuerpo, les hizo una prueba; cortó un limón y exprimió el jugo en su boca. La cámara mostró su cara de cerca para ver cómo fruncía la boca, tal como lo haría cualquier persona. Él suponía que los televidentes habrían reaccionado igual que él, frunciendo la boca y llenándose de saliva, aun sin haber tenido contacto alguno con el limón. Según su razonamiento, ¿qué otra prueba se requeriría para demostrar que nuestros cuerpos son afectados directamente por lo que pensamos? Concluyó diciendo que para ser más sanos y felices, lo único que tenemos que hacer es someternos a los diferentes aspectos del hipnotismo.
Es fácil pensar que eso era sólo un juego. Pero el hipnotizador no lo presentó como tal. Él no se paró frente a la cámara y dijo: “Oigan amigos, sólo es un juego. En realidad ustedes no quieren ser controlados ni por mí ni por nadie. Son ustedes los que deben controlar sus pensamientos”. De hecho, sus argumentos apoyaban lo contrario. Sus comentarios finales estaban dirigidos a convencer a los televidentes de que el hipnotismo puede ayudar a todos; dijo que está bien permitir que otra persona dirija nuestro pensamiento.
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