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Hipnotismo: Dios nunca lo creó

Del número de noviembre de 1998 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace Poco Vi un programa en el que un hombre hablaba del hipnotismo como si fuera un excelente medio para resolver problemas. Él afirmaba que este método no sólo era bueno para dejar de fumar o bajar de peso, sino que era útil para fortalecer la autoestima, y hasta para dominar el dolor. Su mensaje era que el hipnotismo es la clave para controlar la mente y el cuerpo.

Dirigiéndose a los escépticos, especialmente a aquellos televidentes que cuestionaran lo referente al control del cuerpo, les hizo una prueba; cortó un limón y exprimió el jugo en su boca. La cámara mostró su cara de cerca para ver cómo fruncía la boca, tal como lo haría cualquier persona. Él suponía que los televidentes habrían reaccionado igual que él, frunciendo la boca y llenándose de saliva, aun sin haber tenido contacto alguno con el limón. Según su razonamiento, ¿qué otra prueba se requeriría para demostrar que nuestros cuerpos son afectados directamente por lo que pensamos? Concluyó diciendo que para ser más sanos y felices, lo único que tenemos que hacer es someternos a los diferentes aspectos del hipnotismo.

Es fácil pensar que eso era sólo un juego. Pero el hipnotizador no lo presentó como tal. Él no se paró frente a la cámara y dijo: “Oigan amigos, sólo es un juego. En realidad ustedes no quieren ser controlados ni por mí ni por nadie. Son ustedes los que deben controlar sus pensamientos”. De hecho, sus argumentos apoyaban lo contrario. Sus comentarios finales estaban dirigidos a convencer a los televidentes de que el hipnotismo puede ayudar a todos; dijo que está bien permitir que otra persona dirija nuestro pensamiento.

Por supuesto que ser más sanos y felices, y mejorar nuestra vida, es una meta digna de alcanzar. Pero, ¿Es el hipnotismo el medio para alcanzarla? ¿Realmente sirve para algo? Para las personas que saben lo importante que es tener control de su propio pensamiento, por difícil que a veces esto pueda parecer, la respuesta es un rotundo “no”, y ningún argumento podría hacerlos cambiar de opinión. Se negarían a ceder el control consciente de sí mismos y quedar sometidos a la manipulación mental.

Hay una razón más fundamental para oponerse al hipnotismo: es contrario a la ley, y Dios es el único legislador. Respondemos intuitivamente a la ley de Dios, porque la Biblia nos dice que está escrita en nuestras mentes y en nuestros corazones. “Dice el Señor: pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo”. Hebreos 8:10. Esta ley divina nos permite tomar conciencia de que Dios es Todo, y que le pertenecemos sólo a Él; que somos Sus hijos, y que debemos cumplir Sus leyes.

Quizá esto nos haya hecho pensar en el primero de los Diez Mandamientos: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. Éxodo 20:3. Este mandato de Dios establece perfectamente que el creador del hombre y del universo nunca tuvo la intención de entregar el gobierno de Sus hijos, ni por un instante, a una mente o mentes humanas que pudieran creerse sabias, o capaces de producir el bien. En lugar de eso, este mandamiento nos recuerda que por siempre Dios permanece como la única Mente, que es todo el bien, toda sabiduría y toda acción. Por tanto, sólo podemos tener y adorar a la Mente divina.

La facultad que tenemos de gobernarnos completa y armoniosamente, resulta de tener y adorar a una sola Mente, y así amar y hacer el bien, rechazar el materialismo y excluir los pensamientos malos. Éste es el verdadero control de nuestra vida, el que naturalmente practicamos cuando oramos y permitimos que la Verdad y el Amor divinos ocupen cada vez más nuestro pensamiento. “El hombre se gobierna a sí mismo debidamente sólo cuando está dirigido correctamente y gobernado por su Hacedor, la Verdad y el Amor divinos”,Ciencia y Salud, pág. 106. escribe Mary Baker Eddy.

Pero si no estamos alerta podemos acabar pensando muy poco en Dios, y no darnos cuenta de que un punto de vista mundano, opuesto a lo que la divinidad crea y gobierna, nos está adormeciendo, hipnotizándonos. Este enfoque materialista es una percepción invertida de la realidad. El suponer que Dios no es todo y que el mal es una realidad innegable, sugiere aceptar que irremediablemente van a suceder cosas malas, que somos esencialmente seres físicos, y que por lo tanto ni Dios ni nuestras oraciones podrán ayudarnos mucho. Antes de que nos demos cuenta, estaremos pensando que no tenemos otra opción que la de renunciar al control de nuestra salud y de nuestra felicidad.

Nuevamente es la oración que se apoya en la ley divina la que impide que seamos engañados. Restauramos y mantenemos el control de nuestra vida conforme comprendemos que Dios es el bien infinito y siempre presente, y que por tanto el mal no puede tener ningún poder ni realidad; y que no somos en verdad seres materiales porque el hombre es la imagen de Dios, del Espíritu, y no de la materia. De modo que es natural que poseamos una mentalidad espiritual. Orar de esta manera conforma nuestra vida a la naturaleza divina y a la ley de la armonía. Éste es el modo de pensar que verdaderamente nos transforma y nos sana.

Cuando se presente la sugestión de que nuestra vida de alguna forma se mejora por medio del hipnotismo, o de que no podemos evitar someternos a una influencia que no sea la de Dios, el bien, recordemos que esto es sólo una sugestión, y que Dios nunca sugiere tal cosa. En cambio, la influencia divina opera en nuestro corazón y en nuestra mente recordándonos: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”.


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