En 1906, mi esposo tuvo que hacerse cargo de un trabajo en Rusia. Ambos sentimos que era un llamado para llevar la Christian Science a ese país.
Cuando llegamos a San Peters-burgo, un amigo nos llevó a un hotel. El primer domingo, le dije a mi marido: “Tengamos un servicio y leamos la Lección juntos”. Yo actué de Primera Lectora y él de Segundo, y tuvimos un servicio formal.
Yo caminaba por las calles declarando en voz alta las verdades de la Christian Science. Mi marido me preguntó si no tenía miedo, y yo le contesté: “De ningún modo. Me llamaron y vine para realizar el trabajo que me pidieron”.
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