En 1906, mi esposo tuvo que hacerse cargo de un trabajo en Rusia. Ambos sentimos que era un llamado para llevar la Christian Science a ese país.
Cuando llegamos a San Peters-burgo, un amigo nos llevó a un hotel. El primer domingo, le dije a mi marido: “Tengamos un servicio y leamos la Lección juntos”. Yo actué de Primera Lectora y él de Segundo, y tuvimos un servicio formal.
Yo caminaba por las calles declarando en voz alta las verdades de la Christian Science. Mi marido me preguntó si no tenía miedo, y yo le contesté: “De ningún modo. Me llamaron y vine para realizar el trabajo que me pidieron”.
Muy pronto después de nuestra llegada, le pregunté a la señora que nos alquilaba la habitación si me podía recomendar una modista. Me dijo que su nuera era modista, pero que acababa de salir del hospital y estaba todavía muy débil por los efectos de una operación. La nuera se ofreció a hacer el trabajo mientras yo esperaba. Hablé con ella mientras pensaba en la Christian Science. Luego le hablé sobre la Biblia. Ella exclamó: “Jamás había escuchado a nadie hablar así de la Biblia, excepto a mi madre”.
Mientras hablábamos, ella se fue sintiendo mejor. Le pregunté si quería venir a verme a mi habitación. Vino muy dispuesta, y pude hablarle de la curación en la Christian Science. Ella escuchó con mucho interés, y al salir me dijo: “Creo que voy a sanar”. Asistió a los servicios con regularidad. No regresó al hospital como había pensado; en lugar de eso, me invitó a ir a una boda y ella hasta bailó en la fiesta.
Celebrábamos servicios normalmente, y la familia de esta amiga escuchaba desde la puerta abierta, pero no entraban. Me preguntaron si podían traer a otras personas, y con ello dos niños fueron sanados.
Por esa época me pidieron que visitara a la Sra. Papmehl, una joven casada, que estaba gravemente enferma de tuberculosis. Yo tenía que ir a Narva, a cinco horas de tren.
Cuando llegué a la casa, me llevaron directamente a su habitación. La curación comenzó de inmediato. Y al fin de la segunda semana, ella dio una cena. Para la familia esto fue un milagro.
La hija de la dueña de nuestro nuevo departamento, tenía ataques [de epilepsia]. Fue sanada mediante el tratamiento en la Christian Science.
Comíamos con otras personas, y una señora del grupo dijo que tenía neuralgia. Le hablé del Padre (Dios): “Él la está cuidando y nos va a mostrar el camino”. De pronto me llamó del otro lado de la mesa y me dijo: “Estoy de lo más bien”. Un hombre sentado a la mesa fue muy hostil y volviéndose hacia mí me dijo: “La deberían mandar a usted a Siberia”.
Durante todo este tiempo, estuvimos celebrando servicios religiosos a los que asistía mucha gente incluso niños.
Establecimiento de la Iglesia
La madre de la chica que había sanado de ataques [de epilepsia], tuvo miedo y le habló de la curación con mucha maldad a un librero. Esa mujer le había dado la tapa impresa del Heraldo en alemán, y yo lo conocí cuando estuve tratando de conseguir Biblias.
Me dijo que había gente en San Petersburgo que enseñaba la Christian Science, y amenazó que si los encontraba los detendría. Le contesté: “Esta gente está haciendo el bien y llevando a la gente hacia el Cristo, la Verdad. ¿Detendría usted eso?” Palabras con las cuales lo desarmé. Entonces le conté que yo era la que estaba haciendo ese trabajo.
Muy pronto después de esto, la dueña del departamento nos echó, y encontramos un departamento mucho mejor.
Todo iba muy bien, hasta que un día un policía visitó a mi esposo. Vino a advertirnos. Habló con mucha consideración y nos dijo que la ley en San Petersburgo era que ningún grupo de más de nueve personas se podía reunir por razón alguna, sin permiso. La verdad es que era tal la cantidad de gente que venía a los servicios que no teníamos suficientes asientos en la habitación.
Entonces mi esposo y yo decidimos dar un paso muy importante: visitar el Sínodo Sagrado [las autoridades religiosas] y pedirles permiso para celebrar nuestros servicios. Teníamos que tener los Artículos de Fe [del Manual de La Iglesia Madre] traducidos al ruso, porque el Sínodo exigía conocer nuestro credo.
En aquellos días, cuando había un detective en cada esquina y los movimientos de todos se consideraban sospechosos, tratar de engañar a las autoridades era fatal. Sabíamos que debíamos tener valor. Sólo la valentía abre el camino. Finalmente logramos tener varias entrevistas. Aceptaron nuestros Artículos de Fe, porque los miembros del Sínodo no encontraron nada objetable en ellos, y nos dieron permiso.
Entonces tuvimos que encontrar un lugar adecuado, y un amigo nos dijo que había una escuela que pertenecía a la Iglesia Sueca.
Mi esposo y yo nos entrevistamos con el pastor de la Iglesia. Dr. Kajanus. Nos hizo muchísimas preguntas acerca de la Christian Science y sus enseñanzas. Cuando se convenció de que éramos honestos, dijo: “Sólo puedo decir: ’el que no está en contra de nosotros está a favor de nosotros’”. E hizo arreglos para que pudiéramos usar la Escuela Dominical, donde cabían alrededor de 200 personas, todos los domingos de 11 a 12. Comenzamos a celebrar servicios religiosos al público en 1909, los que continuaron hasta 1928, cuando el régimen bolchevique cerró la sociedad. Las reuniones de testimonios comenzaron en 1910. Mi esposo y yo fuimos Lectores hasta 1917, y tuvimos muchos visitantes de todo el mundo.
Teníamos poca literatura. Cuando salimos de Londres, algunos miembros de la iglesia nos regalaron los escritos de la Sra. Eddy, que junto con los libros de mi esposo y míos, constituyeron el núcleo de nuestras existencias. Yo me suscribía al Journal, al Sentinel y al Heraldo, y cuando salió The Christian Science Monitor, me suscribí desde el primer número.
Desde el principio, algunas personas a quienes yo había ayudado en la Christian Science, contribuyeron con el trabajo regalando suscripciones al Heraldo a aquellos que no podían pagar.
Nos tomó un par de años comenzar una Sala de Lectura. No obstante, persistí, y fuimos a ver al Dr. Kajanus. Había una habitación en la escuela, que pensé sería muy apropiada para una Sala de Lectura. Me dijo que era su cuarto privado. Pero insistí, y apoyando su mano en mi hombro me dijo: “Usted es una mujer muy valiente”. Y con eso nos rentó el cuarto dos horas diariamente, de 4 a 6 de la tarde.
En 1909, me llamaron para que fuera a ver a un hombre en una fábrica en Moscú. Se había caído y lastimado la cadera. Sanó en tres días. Más tarde el hombre dijo que me denunciaría a la policía, diciendo que yo estaba sanando ilegalmente.
Semanas después, un oficial de policía me trajo un papel y me dijo: “Ha sido acusada de sanar ilegalmente. ¿Cómo sana usted?” Recordé lo que dijo Jesús que si: “ante gobernadores y reyes [fuereis llevados]... en aquella hora os será dado lo que habéis de hablar” (Mateo 10:18, 19). Después de un rato lo dejé satisfecho con mis explicaciones. Esto hizo que la policía supiera lo que estábamos haciendo.
En julio de 1917, reorganizamos la Sociedad de la Christian Science en San Petersburgo, y por primera vez pude tomarme un día libre. Recibí una llamada para que fuera a Gargary, ciudad ubicada en las montañas del Cáucaso, para ayudar a los Científicos Cristianos de allá, que estaban leyendo la Lección Bíblica los domingos. Mientras estaba en Gargary, me pidieron que fuera a un sanatorio para enfermos de tuberculosis, y sané a algunos. Mientras yo estaba allí, el sanatorio fue bombardeado por los bolcheviques.
1901
Mary Baker Eddy envía Ciencia y Salud a Leon Tolstoi.
1907
Lillie Wallich llega a San Petersburgo.
1910
Bicknell Young da conferencia de Christian Science en casa de Wallich.
1911
Sala de Lectura abre de 4 a 6 pm todos los días.
Oct. 25, 1917
Revolución bolchevique.
Oct. 1917
Solicitud para ser Sociedad de la Christian Science.
Oct. 31, 1918
Cierra la Sociedad.
