Lillie Wallich introdujo la Christian Science en Rusia en 1907, y no pudo hacerlo en un momento más portentoso.
Esta practicista de la Christian Science dejó la nobleza de la Inglaterra eduardiana, para entrar en la turbulenta vida social y política que finalmente derrotaría a la dinastía Romanov y daría comienzo a la era comunista.
Aunque acompañó a su esposo, a quien habían transferido por negocios a San Petersburgo, la Sra. Wallich tuvo que pedir prestado el dinero para su pasaje de tren, y no le sobró nada para comprarse un abrigo y botas al llegar a Rusia, un frío enero. Pero ella estaba decidida a efectuar la labor de diseminar el mensaje sanador de la Christian Science en Rusia, y así lo hizo.
A las pocas semanas de su llegada, la Sra. Wallich ya estaba sanando gente de tuberculosis, ataques epilépticos y problemas en los negocios. Esta obra sanadora atrajo a un grupo dedicado de estudiantes. Al principio, algunos se sentían temerosos y dudaban de la novedad de la Christian Science, a tal punto que sólo escuchaban los servicios religiosos desde el umbral de la puerta del departamento de la Sra. Wallich. Entre ellos había gente que posteriormente serían enviados a los gulag por estar tan dedicados a su nueva religión.
A pesar de que la sombra del movimiento bolchevique se extendía cada vez más, las semillas del movimiento de la curación espiritual que había sembrado la Sra. Wallich creció durante los siguientes 25 años. Pocos días después de la Revolución de 1917, miembros del grupo de la Christian Science firmaron y enviaron a La Iglesia Madre, la solicitud para formar la primera Sociedad de la Christian Science en Rusia. Luego los miembros extranjeros fueron obligados a salir de Rusia, debido a la creciente opresión del régimen comunista, y la Sociedad cerró por un tiempo. Los miembros rusos continuaron con la labor, y llegaron a ser reconocidos nuevamente como sociedad por La Iglesia Madre y las autoridades soviéticas en 1924.
En sus memorias, “El llamado de Rusia”, parte de las cuales publicamos en las siguientes páginas, la Sra. Wallich pone de manifiesto el espíritu pionero, inocente y tenaz que sostuvo su trabajo en la década que vivió en Rusia.
La Revolución comenzó en octubre de 1917, cuando ella visitaba un grupo de la Christian Science en el Cáucaso, al sur de Rusia. Aunque la Sra. Wallich nunca regresó a San Petersburgo, la obra sanadora que realizó allí ayudó a muchos durante la opresión soviética que habría de venir.
    