Desde el momento que recibí el ejemplar de Ciencia y Salud para compartir, luego de ser aceptada como miembro de La Iglesia Madre, empecé a buscar entre las personas que conocía, a quién “convidar” su lectura. Me encontré con tal cantidad de nombres que terminé apelando a la Mente Divina para que decidiera por mí.
Al retornar al centro laboral donde soy consejera estudiantil, una joven recién graduada en psicología, que el año anterior había realizado práctica pre-profesional con mis alumnos, regresaba con la esperanza de ser contratada en una vacante de forma oficial. Por una situación nacional de austeridad esto era poco probable, ya que los contratos estaban restringidos al máximo. Conversábamos y ella me comentó de un amigo suyo, al que también yo conocía, que estaba grave en el hospital y con visitas restringidas. Se me ocurrió enviarle con ella un ejemplar de El Heraldo de la Christian Science. Al dárselo, ella comenzó a hojearlo y mostró interés en el contenido, y terminamos hablando de muchas inquietudes sobre el tema espiritual, algo que yo no hubiera creído probable con ella por los supuestos que asumimos en los psicólogos. En ese momento se me hizo evidente que había encontrado la persona indicada para compartir el ejemplar de Ciencia y Salud.
Pasaron algunos días desde esta conversación, en los cuales ella había iniciado la lectura del libro de la Sra. Eddy, y una mañana la encontré muy emocionada. Me comentaba haber tenido una conversación con una pariente suya que al parecer necesitaba consejo por una situación difícil. Ella, mientras escuchaba a su pariente, se sintío movida a aconsejarle desde la perspectiva que había captado al leer el capítulo “La Oración”. Me comentaba haberse sentido muy bien y que algo en ella le hizo preguntarse: “¿Qué tal si mañana voy al colegio y me dicen que he sido contratada?” Justamente, en ese momento —me seguía relatando— el mismo director del colegio le comunicó que estaba incluída en la relación de personal contratado. Al día siguiente, iba a tener lugar una conferencia de la Christian Science, que ofrecía la Organización de la Christian Science de Arequipa, y ella aceptó muy gustosa presentar a la conferenciante en el auditorio de su universidad. Posteriormente me contó que su amigo había sido dado de alta y que había superado lo más fuerte de la crisis de su enfermedad.
Arequipa, Perú.
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