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Renovemos nuestras relaciones

Del número de diciembre de 1998 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Es Raro Que durante los últimos dos meses del año iniciemos algún proyecto importante. Por lo general tratamos de acomodar el tiempo disponible para poder celebrar las fiestas con familiares y amigos.

Parte de ese tiempo quizás lo pasemos con quienes no hemos tenido contacto reciente, y puede haber mucho sobre qué hablar. En otros casos quizás conozcamos a gente nueva y queramos saber más sobre ellos, para sentirnos cómodos con ellos y tal vez descubrir que tenemos mucho en común.

Durante esta época no queremos perder la alegría natural de las fiestas navideñas permitiendo que tensiones estropeen nuestras relaciones con amigos y familiares. A medida que renovamos y afianzamos nuestros lazos con otros, nos ayuda mucho comprender mejor la relación más importante de nuestra vida, una que quizas no recibe toda la atención que se merece. Es nuestra relación con Dios, nuestro Padre-Madre. También debiéramos recordar que, así como un mero “hola” entre amigos y familiares no es suficiente para fortalecer los lazos humanos, un breve o esporádico esfuerzo por conocer mejor a Dios puede también dejarnos con el deseo de saber más.

Para conocer mejor a nuestro Padre-Madre es importante que tengamos el sincero deseo de hacerlo. Es natural el anhelo de conocer a Dios, el Principio divino de la salud y la felicidad, y también de nuestra verdadera identidad y naturaleza. Y la oración nos ayuda a saber más de Él. Mary Baker Eddy se refiere de este modo a la utilidad de la oración: “Hace descubrimientos nuevos y científicos de Dios, — de Su bondad y Su poder. Nos muestra más claramente de lo que nosotros habíamos visto antes, lo que ya tenemos y somos; y sobre todo, nos muestra lo que Dios es”.No y Sí, pág. 39.

¿En qué se apoya esta oración? ¿Es acaso tan sólo el deseo de un mortal inevitablemente separado de Dios, el bien? En la medida que nos identifiquemos a nosotros mismos o a los demás de este modo, conocer a Dios parecerá estar fuera de nuestro alcance, y así creeremos que el bien Él provee para todos Sus hijos e hijas nunca es totalmente alcanzable. Para profundizar lo que sabemos de nuestra relación con Dios, y experimentar las bendiciones que derivan de este entendimiento espiritual, tenemos que ver las cosas de manera diferente —desde el punto de vista de la Christian Science.

El hombre —nuestro ser verdadero— no es mortal. En realidad, estamos hechos por Dios, por el Espíritu, y por lo tanto somos espirituales. Somos el reflejo de todo lo que Dios es. El verdadero corazón, alma y sustancia de nuestro ser es lo que Dios está expresando. Nosotros no tenemos que crear o enmendar esta relación. Nunca ha habido ningún tipo de desencuentro o alejamiento en esta relación. No puede haberlo. Sin embargo, es necesario que nos identifiquemos correctamente, que reconozcamos que somos realmente la imagen y semejanza de Dios, inseparables de Él, y que después pongamos nuestros pensamientos y acciones de acuerdo con este punto de vista correcto. Este es un poderoso fundamento para orar, y desde el cual avanzar en nuestro entendimiento de Dios.

Nadie entendió mejor que Cristo Jesús el linaje espiritual del hombre y lo que esto significa para la curación y redención de la humanidad. Nos revela muchas cosas estudiar los Evangelios para aprender lo que Jesús entendía tan claramente acerca de la verdadera unidad del hombre con el Padre, y lo mucho que él se esforzó para que sus seguidores entendieran esa unidad.

Consideremos, por ejemplo, el siguiente texto: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente. Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace”. Juan 5:19, 20. Esta declaración no limita en ningún sentido al hombre. Al contrario, nos muestra la falsedad de una existencia aparte de Dios e identifica al hombre como hijo de Dios. Esta afirmación de Jesús nos ayuda a reconocer que somos la expresión hábil de Dios. También pone de relieve que nuestra verdadera naturaleza es semejante a la del Cristo, reflejando las cualidades del Espíritu, Dios.

Comprender estas verdades de Dios y el hombre, del creador y la creación, inevitablemente tiene un efecto sanador en nosotros, y nos permite encaminar nuestro pensamiento hacia la Verdad y alejarlo de la falsa creencia de que el hombre vive apartado de Dios, que sus raíces están en la materia en vez del Espíritu, y que está sujeto a las enfermedades y a los pecados de la carne. Al echar fuera los errores de un sentido mortal y material del hombre y apoyarnos firmemente en lo que entendemos que es nuestra verdadera relación con Dios, nos capacita para sanar tanto la enfermedad como el pecado.

Un entendimiento profundo de esta relación entraña reconocer no sólo nuestro propio linaje espiritual, sino el de todos, aun el de aquellos a quienes podemos considerar enemigos. Y quizás durante estas fiestas con tantas oportunidades de establecer y renovar nuestras relaciones, podamos ver que éste es el mejor momento de emprender (o renovar) un “proyecto” de este tipo. Claro que esto puede requerir un importante esfuerzo, exigiendo de nosotros nuestro más sincero deseo y persistencia, pero en realidad es muy sencillo. Su objetivo se puede resumir en un pasaje de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, escrito por la Sra. Eddy,. Ella escribe: “Debiera entenderse a fondo que todos los hombres tienen una sola Mente, un solo Dios y Padre, una sola Vida, Verdad y Amor”.Ciencia y Salud, pág. 467.

En realidad, no podemos llamar a esto un “proyecto” ya que realmente no tiene principio ni fin, y nunca llega el momento de abandonarlo para dedicarse a otra cosa. Podemos verlo como una oportunidad de comprender mejor que el próximo individuo que conozcamos, y el otro, y el otro, es realmente un hijo de Dios.

La recompensa que esto trae es magnífica, tal como la Sra. Eddy indica después de la frase anterior: “El género humano se perfeccionará en la medida en que se evidencie ese hecho, cesarán las guerras y se establecerá la verdadera hermandad del hombre”.Ibid.

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