Dios es el Amor divino, y todo aquel que entiende la naturaleza y el poder del Amor, descubre la verdadera felicidad. Cristo Jesús fue el ejemplo de este entendimiento. Él lo ilustró sanando al enfermo, predicando y enseñando.
Durante su ministerio Jesús habló de la perfección y bondad de Dios, y demostró cómo podemos probar nuestra perfección como hijos de Dios. Indicó que la voluntad de Dios es suprema en la tierra tanto como en el cielo. Enseñó que Dios es nuestro Padre celestial, y que el reino de los cielos se ha acercado. Habló de la vida eterna y de un Dios que nos protege, sana y bendice. Este entendimiento del Amor divino le dio a Jesús un regocijo perdurable y nos puede traer felicidad también a nosotros.
Pero éste no fue el único mensaje de Jesús. Aparte de revelar el amor universal de Dios hacia el hombre, habló de la obligación Cristiana de amar a los demás. Él le dijo a sus discípulos que predicaran que “el reino de los cielos se ha acercado”. Y añadió: “Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia”. Mateo 10:7, 8. Conforme damos, amamos, y sanamos a otros en respuesta al Cristo, crecemos espiritualmente. Aumentamos nuestra capacidad para recibir y expresar regocijo.
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