Ya sea que vivamos en una comunidad rodeados de personas o en una zona rural alejada, a veces puede que nos sintamos solos ante situaciones difíciles o inesperadas, o quizás emergencias.
Frente a una situación como ésta me vi una vez enfrentado cuando tenía unos ocho años. En el verano iba con mis padres a pasar las vacaciones en la chacra de mis abuelos. A pesar de que no había vecinos muy cerca me sentía muy seguro porque mis padres y mis hermanos estaban conmigo, aunque mi padre tenía que ir a la capital algunos días a la semana debido a su trabajo.
Una madrugada, alrededor de la tres de la mañana, desperté de golpe porque me pareció escuchar, en el silencio de la noche, como una voz que llamaba.
Cuando logré despertar más, escuché la voz de mi madre que pedía ayuda. Me levanté inmediatamente, fui a su cuarto y con voz muy lastimera me pidió que la ayudara porque tenía un fuerte dolor de hígado. Casi no podía hablar del dolor.
Mi padre se había ido a la capital y el teléfono más cercano estaba a dos kilómetros. Me sentí muy solo y sin saber qué hacer ni a quién recurrir. Pero pronto recordé que en la Escuela Dominical de la Christian Science había aprendido que Dios está siempre presente. Al sentarme al lado de la cama de mi madre vi la Biblia y Ciencia y Salud. Primero tomé la Biblia y la abrí en los Salmos, que había leído en la Escuela Dominical. Leí del salmo 46 lo que sigue: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar”. Salmo 46:1, 2.
En ese momento cerré la Biblia y sentí una gran paz al ver que Dios podía auxiliarnos ahí mismo, que no estábamos solos. También leí de Ciencia y Salud, aunque no entendía todo lo que leía, pero seguía leyendo. Finalmente llegué a la frase que dice: “La curación física en la Christian Science resulta ahora, como en tiempos de Jesús, de la operación del Principio divino, ante la cual el pecado y la enfermedad pierden su realidad en la consciencia humana y desaparecen tan natural y tan inevitablemente como las tinieblas ceden lugar a la luz y el pecado a la reforma”.Ciencia y Salud, pág. xi.
Cuando leí esto estaba amaneciendo, y al mirar por la ventana vi que, como al amanecer la oscuridad desaparece ante la luz, de la misma manera tenía que suceder con mi madre; el dolor tenía que desaparecer porque Dios estaba ahí mismo. Cuando dejé de leer mi madre estaba durmiendo, y cuando se despertó estaba perfectamente bien.
Muchas veces puede parecer que miramos a nuestro alrededor y no tenemos en quién apoyarnos, que estamos solos, pero cuando nos elevamos en momentos de desafíos para buscar a Dios no sólo lo encontramos sino que sentimos que la presencia de Dios es la realidad.
Por lo general, la tendencia es buscar apoyo en lo que vemos, en personas, en algo palpable humanamente, aunque no son pocas las veces en que este apoyo nos falla. Pero tenemos un camino, el único camino, donde podemos sentirnos protegidos y tenemos el mensaje exacto ante una dificultad. La Sra. Eddy nos habla de ese camino, dice: “No hay más que un camino que conduce al cielo, la armonía, y Cristo en la Ciencia divina nos muestra ese camino. Es no conocer otra realidad —no tener otra consciencia de la vida— que el bien, Dios y Su reflejo, y elevarse sobre los llamados dolores y placeres de los sentidos”.Ibid, pág. 242.
Dios es el bien infinito, la fuente única de todo bien de donde emana toda realidad pura y perfecta, y este bien nos abraza y da todo lo que necesitamos. La pureza de ese niño que mora en nosotros nos permite percibir la presencia continua de Dios y lo que hace por nosotros.
Así como los niños confían en que sus padres siempre los guiarán, cuidarán y les darán lo mejor, de la misma manera podemos confiar en el cuidado de Dios. La Sra. Eddy nos habla de ese niño: ”El estar dispuesto a llegar a ser como un niño y dejar lo viejo por lo nuevo, dispone al pensamiento para recibir la idea avanzada. Alegría de abandonar las falsas señales del camino y regocijo al verlas desaparecer es la disposición que ayuda a acelerar la armonía final”.Ibid, pág. 323.
Volviendo a mi experiencia de niño, recuerdo que no sabía mucho acerca de Dios, pero aun así Dios me guió a leer lo que necesitaba para obtener inspiración y ayudar a mi madre. Esto me demostró que la curación no es tanto el resultado del conocimiento humano como la acción de la Mente divina que, por medio del Cristo o la idea sanadora, despeja el pensamiento para que podamos ver la realidad.
La curación espiritual no cambia la realidad, tampoco cambia un estado enfermo en otro saludable. Si alguien escribe 3+3=13 no necesitamos borrarlo para que sea 6. Cuando nos damos cuenta de que “13” representa un error y que el resultado siempre fue “6”, no cambiamos lo que siempre fue verdad. La curación por la Mente muestra que la salud, o armonía de todo ser, es un hecho permanente para Dios.
Muchas veces el miedo nos hace sentir solos frente a los desafíos. Pero Cristo Jesús nos ha dejado una orden bien clara: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”. Juan 14:27. Y él nos mostró que es posible no tener miedo cuando calmó una tormenta en medio del mar y caminó ileso en medio de una multitud enfurecida.
Todos somos capaces de ver que en realidad moramos en Dios, el Amor divino. Dios está siempre hablando a nuestra consciencia y, como un niño que confía totalmente en sus padres, así podemos confiar y escuchar a Dios, el Padre-Madre de toda la creación, que nos protege en toda situación, a toda edad y cualquiera que sea la decisión a tomar. De esta manera podremos gozarnos en estas palabras de la Biblia: “Oye, oh Dios, mi clamor; a mi oración atiende. Desde el cabo de la tierra clamaré a ti, cuando mi corazón desmayare... porque tú has sido mi refugio, y torre fuerte delante del enemigo. Yo habitaré en tu tabernáculo para siempre; estaré seguro bajo la cubierta de tus alas”. Salmo 61:1–2; 3–4.