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Una introducción a la Biblia

Nehemías reconstruye el muro de Jerusalén

Del número de diciembre de 1998 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Imagínate esto: la ciudad donde vives ha sido destruída por una guerra, la mayoría de la gente ha desaparecido, y los que quedan tienen muchas dificultades y están muy afligidos. Así se encontraba Jerusalén. La ciudad santa de la tierra de Judá estaba en ruinas. Los babilónicos habían derribado sus paredes y muchos hebreos vivían en cautividad.

Nehemías era uno de ellos. Él tenía un puesto importante en la corte de Artajerjes, rey de Persia, sirviendo como copero. Cuando Nehemías se enteró de los problemas en Jerusalén se puso muy triste. Se puso a orar de todo corazón para que Dios ayudara a su pueblo. Nehemías sabía que era necesario reparar el muro de la ciudad para que Jerusalén y su gente pudieran nuevamente ser fuertes. Pero, ¿cómo podría ayudar? ¿Lo dejaría ir el rey? El libro de Nehemías en la Biblia nos cuenta lo que pasó.

Antes de dar el primer paso para ayudar a su gente en Jerusalén, Nehemías oró. Cuando el rey Artajerjes vio que Nehemías estaba triste le preguntó qué pasaba. Nehemías le habló de Jerusalén, y cuando hubo orado a Dios le pidió permiso al rey para que lo dejara ir a Jerusalén y construir sus muros. El rey con gusto lo dejó ir y también lo designó gobernador de Judá.

Cuando llegó a Jerusalén, Nehemías no le dijo a nadie para qué estaba allí. De noche, en secreto, montado en un asno subió para inspeccionar el muro. Él quería ver dónde estaban las partes destruídas para reconstruirlas. Más tarde, cuando le dijo a su gente lo que pensaba hacer, se ofrecieron para ayudarlo.

Pero no todos vieron bien que nuevamente se levantara el muro. Algunos se sentían bastante indignados, y entre ellos se hallaban Sanbalat, un líder de los samaritanos; Tobías, de las tierras de Amón, y Gesem, de Arabia. Esta gente temía perder el poder e influencia que tenían sobre los hebreos si Jerusalén se fortalecía nuevamente. Por eso Sanbalat, Tobías y Gesem hicieron todo lo posible para evitar que los hebreos reconstruyeran el muro.

Comenzaron por burlarse de lo que Nehemías estaba haciendo. Pero eso no preocupó a Nehemías: estaba seguro de que Dios lo apoyaba. Incluso llegó a decir: “El Dios de los cielos, él nos prosperará, y nosotros sus siervos nos levantaremos y edificaremos” (Neh. 2:20). Y eso es lo que hicieron. Los hombres y mujeres de Judá trabajaron en el muro, uno al lado del otro. Trabajaron con tanto empeño que pronto estuvieron cerradas todas las aberturas en el muro.

Cuando los enemigos vieron esto se pusieron furiosos. Hasta se pusieron a ver cómo atacar a Jerusalén. Pero Nehemías no se desalentó. Les dio armas a sus trabajadores. Ahora muchos con una mano sostenían una espada y con la otra trabajaban. Además, Nehemías organizó grupos armados para vigilar día y noche a los enemigos. También organizó vigilias de oración donde grupos oraban a Dios para que los ayudara y protegiera.

Pero a Sanbalat se le ocurrió otra cosa. Trató de hacer que Nehemías se alejara del muro. Le dijo que quería verlo para charlar sobre la situación, pero Nehemías desconfió de esto y envió mensajeros para que dijeran a Sanbalat y su banda: “Yo hago una gran obra, y no puedo ir” (Neh. 6:3). En cuatro oportunidades trataron de que dejara su “gran obra”, pero Nehemías siempre se negó a ir. Sabía que estaba haciendo lo que Dios quería que hiciera, y no dejó que nada lo distrajera.

Luego, los enemigos comenzaron a esparcir rumores sobre Nehemías. Decían que construía el muro para erigirse él mismo en rey. Pero Nehemías no dejó que ninguna de estas mentiras lo molestaran. Y ninguno de los atentados de sus enemigos para hacerle daño tuvo éxito.

El muro pronto estuvo totalmente reconstruido. Lo hicieron en cincuenta y dos días. Toda la gente de la tierra de Judá vio que había sido la obra de Dios.

Nehemías también hizo otras cosas durante sus doce años como gobernador de Judá. Logró que la gente pobre obtuviera ayuda para pagar sus deudas; alentó a mucha gente para que regresara a vivir en Jerusalén, e hizo que las leyes de Moisés se obedecieran estrictamente.

Nehemías es un ejemplo para todos nosotros. No dejó que nada ni nadie le impidiera hacer lo que sabía que era correcto. Tú también puedes estar alerta como Nehemías. Y también puedes confiar en Dios para que te ayude a hacer lo que es correcto.

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