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¿Procede de Dios ese pensamiento?

Del número de diciembre de 1998 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Lucy era una pequeña muy feliz. Todo le encantaba: ir a la Escuela Dominical, vender galletitas para ayudar a su club, y especialmente jugar con “Tigre” su nuevo muñeco de felpa. Pero por encima de todo, amaba a su familia; y era tanto su amor, que todo el día lo demostraba con abrazos y besos.

Una noche mientras esperaba que su mamá le pusiera las cobijas para dormir, tuvo un pensamiento que la atemorizó. Cuando su mamá entró al cuarto, Lucy la abrazó con fuerza y le dijo: “Nunca quiero alejarme de tí, y tampoco quiero que te vayas”.

La mamá supo enseguida que el pensamiento que estaba entristeciendo a Lucy no provenía de Dios. Ella le recordó la “pregunta importante”. Lucy había estado aprendiendo a hacerse una pregunta muy importante respecto a sus pensamientos. Esta pregunta es: ¿Procede de Dios ese pensamiento? En Ciencia y Salud se hace la pregunta de esta manera: “¿Son divinos los pensamientos o son humanos? Ésa es la cuestión importante”. Ciencia y Salud, pág. 462.

Un pensamiento divino procede directamente de nuestro Padre-Madre Dios. Él dice en la Biblia: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis”. Jeremías 29:11. El saber que Dios nos está hablando con Sus pensamientos y el estar atento para escucharlo, siempre nos hace sentir más amados, seguros y reconfortados.

Pero ¿qué hay del pensamiento que entristeció a Lucy? A esta clase de pensamientos se los llama “erróneos” porque son falsos y no proceden de Dios. Estos pensamientos erróneos intentan hacerte creer algo que no es verdadero respecto a Dios o respecto a ti, que eres Su hijo. El pensamiento que le decía a Lucy que podía ser separada de alguien que ella amaba, era un pensamiento erróneo.

La mamá de Lucy la abrazó y le dijo: “Dios es Amor, y tú nunca puedes ser separada del amor de Dios. Dios nunca deja de amarte, y nunca te quita Su amor. Todo lo que Dios te ha dado para amar, será tuyo para siempre”. Esto hizo que Lucy y su madre se sintieran seguras, reconfortadas y muy felices.

Después Lucy se volteó para dormir, y abrazó a “Tigre”, que la hizo sonreír. Luego empezó a hablar sobre todo lo que tenía que hacer al día siguiente: pintar el nuevo letrero para su club, vender más galletas y hacer muchas otras cosas divertidas. Se había olvidado del pensamiento erróneo, había desaparecido, y con él también desapareció la tristeza.

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