Uno de los recuerdos más vivos de lo que aprendí en la Escuela Dominical de la Christian Science es la definición de Dios, como aparece en Ciencia y Salud. Dice así: “Dios. El gran Yo soy; el que todo lo sabe, que todo lo ve, que es todo acción, todo sabiduría, todo amor, y que es eterno; Principio; Mente; Alma; Espíritu; Vida; Verdad; Amor; toda sustancia; inteligencia” (pág. 587). Aprendí más sobre la bondad de Dios durante una experiencia que tuve siendo muy joven, cuando empecé a recibir molestas llamadas telefónicas de un hombre que sabía mi nombre. A pesar de que mis padres cambiaron el número de teléfono por uno no listado, las llamadas continuaron. Oré con mis padres para reconocer que puesto que la creación de Dios es totalmente buena, nadie, incluso ese hombre, podía desear hacerme daño o asustarme, ni tampoco a ninguna otra creación de Dios.
“ ...sabía que Su protección no me iba a fallar”.
Como esto ocurrió entre 1972 y 1973, años antes de que el acoso se considerara un delito, en varias oportunidades la policía nos dijo que no podían hacer nada porque no se había cometido ningún crimen. Además, en esa época la compañía telefónica sólo podía rastrear las llamadas si una tercera persona nos llamaba por otra línea al mismo tiempo. Como las llamadas siempre ocurrían cuando me encontraba sola, no era posible rastrearlas.
Un día que paseaba a caballo por la carretera, vi que un vehículo se me acercaba. Cuando estaba a unos 6 metros, un cañón de escopeta recortada se asomó por la ventanilla, me apuntó a la cara, y disparó. Aunque era un cartucho de fogueo, mi caballo se asustó y se levantó de patas. Pudiéndome mantener en calma, declaré la presencia de Dios, y la sentí muy claramente. Pronto pude controlar el caballo y regresé a salvo a la caballeriza.
Al poco tiempo el asedio empezó de nuevo. Una noche estando sola en casa sonó el timbre. Cuando bajé a ver, oí que un hombre decía: “Está en bata de noche”. Luego otro hombre dijo: “Abre la puerta, Carol”. Miré por la mirilla de la puerta, pero la luz era insuficiente y no pude ver ni siquiera el color de la ropa que llevaban puesta. Entonces decidí volver al piso de arriba.
Ya que antes había tenido innumerables pruebas del cuidado de Dios, sabía que Su protección no me iba a fallar en ese momento.
Cuando subí las escaleras oré para recibir la dirección de Dios. Estaba lista para hecharme por la ventana en cuanto escuchara que forzaban la puerta. Pero también supe que no había ninguna necesidad de que las cosas llegaran a tal extremo. Dejé que todo lo que había aprendido de Dios llenara mi pensamiento, y me di cuenta de que Dios es el único poder y la única presencia. El temor de que esos hombres entraran a la casa se esfumó. De pronto, simplemente, se fueron; y jamás volví a tener problemas con ellos.
A pesar de la magnitud de esta demostración, sin querer, me olvidé de reconocer que el amor de Dios no sólo me incluye a mí, sino a esos hombres también. Pero al cabo de unos cuantos años se presentó la oportunidad para la curación completa. Uno de mis gatos fue atropellado por un auto y se fracturó una pata. Casi de inmediato se le infectó la herida. Si bien el veterinario le acomodó el hueso, vi que necesitaba no sólo ver lo que era cierto acerca de mi gato o su condición, sino también purificar mi propio pensamiento; y que conforme hiciera esto, la curación sería el resultado natural e inevitable. Oré para que me fuera revelado cualquier pensamiento impuro que debía desarraigar, y entonces me di cuenta de que secretamente me justificaba diciendo: “Toda la creación de Dios es buena excepto aquellos dos hombres”. Sentí gratitud por esa revelación que me mostró lo que necesitaba corregir. Incluí a esos dos hombres en mi pensamiento como parte de la bienamada creación de Dios y rechacé el mal que parecieron expresar. ¡Qué grandiosa paz me trajo esto!
Al corregir mi pensamiento el gato se sanó, y ahora corre, salta y juega como lo hacía antes. Esto me enseñó más acerca del poder y la presencia infinitos de Dios, y de Su inmenso amor por toda Su creación. Cuando nos damos cuenta de esto y lo ponemos en práctica para resolver los problemas que se presentan, vemos que la ayuda de Dios no se hace esperar.
Aurora, Illinois, E.U.A.
