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¿Quiénes son tus héroes?

Del número de diciembre de 1998 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Muchas personas eligen a alguien como modelo a seguir o a quien admirar. Para unos ese modelo puede ser una persona famosa. Para otros, puede ser el empleado público, el profesor del colegio, el entrenador, o alguien que haya extendido su mano de ayuda en momentos de necesidad, influyendo así en los demás. Existe algo en esa gente que nos hace decir: “¡Yo quiero ser así!”

Por supuesto que queremos ser como nuestros héroes. Pero es importante asegurarnos de que las personas que admiramos sean personas que valga la pena seguir como modelos. Probablemente tú ya has aprendido, como aprendí yo, que también los héroes resultan ser personas comunes y corrientes. Y eso significa que se ven enfrentados a las mismas tentaciones a las que tú y yo nos enfrentamos. Cuando alguien a quien admiramos enormemente no vive a la altura de nuestras expectativas, podemos llegar a sentirnos descorazonados o resentidos.

No obstante, a través de nuestras oraciones, podemos aprender a reconocer que lo verdaderamente bueno es otorgado por Dios, y evitar el engaño del mero carisma humano. Y lo que es más, podemos y debemos esperar que el razonamiento correcto y el buen pensar predomine en cada individuo.

La razón por la cual podemos hacer esto y estar a la espera de resultados positivos es que cada uno de nosotros ya es, en verdad, la imagen y semejanza de Dios, que es todo el bien y que siempre está en lo cierto. Es sobre esta base que encauzamos nuestros pensamientos, expectativas y acciones para aferrarnos a esta verdad espiritual.

Si nuestros héroes parecen ser menos de lo que esperamos de ellos, ¿qué debemos hacer? Dejar de mirar hacia modelos de personalidades humanas que yerran, buscar a Dios y aprender sobre la identidad espiritual e inmaculada que Él confiere a cada uno de nosotros, por ser Sus hijos, Su imagen.

En realidad, es natural recurrir a Dios en busca de nuestro bien, nuestra guía y dirección. Es natural porque Dios es nuestro Hacedor y Él es infalible. ¿Acaso no anhelamos la mejor guía y dirección posibles en todos nuestros asuntos, sean estos pequeños o grandes?

A medida que vamos aprendiendo más sobre Dios, y a medida que acudimos más a Él en busca de dirección, el deseo equivocado de apoyarse en las personalidades humanas se desvanece.

¿Significa esto que no debemos tener como modelos los buenos ejemplos que dan otras personas? Por supuesto que no hay nada de malo en ello. Aparte de las personas que nos rodean, que son buenos ejemplos y sirven a otros con móviles nobles, podemos encontrar en la Biblia muchos personajes inspiradores que se convirtieron en grandes modelos protagónicos. Daniel, Débora, José y Moisés, todos se convirtieron en maestros espirituales. Escucharon y siguieron a Dios lo mejor que les fue posible.

Cristo Jesús es un ejemplo por encima de todos los demás. Él provee un perfecto modelo a la humanidad, y no sólo para su época, sino para la gente de hoy también. Él expresó al Cristo, la verdadera idea de Dios, sin fracaso ni fallas. Pero más aún, él nos enseñó que nosotros también podemos ser como el Cristo y descubrir nuestra perfección como la imagen y semejanza de Dios.

El maestro nos enseñó a seguirlo no sólo en teoría sino también en los hechos. Ver Lucas 10:37. La Biblia nos dice que “es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”. Col. 1:27. Es el Cristo en cada uno de nosotros lo que nos permite cumplir con el mandato de Jesús y empezar a demostrar lo que Él demostró.

El Cristo en nosotros apunta hacia la naturaleza fundamental y espiritual del hombre, creado a semejanza de Dios. Poseemos todo lo necesario para ser inteligentes, amables y exitosos debido a nuestra identidad como hijos de Dios. ¿No es acaso el privilegio de todos nosotros, hacer las obras que Cristo Jesús hizo y de la forma que Él nos enseñó?

Mary Baker Eddy pregunta en Ciencia y Salud: “¿Cuándo aprenderán los que profesan ser seguidores de Jesús a emularlo en todo y a imitar sus poderosas obras?... Es posible — sí, es deber y prvilegio de todo niño, hombre y mujer — seguir, en cierto grado, el ejemplo del Maestro mediante la demostración de la Verdad y la Vida, la salud y la santidad”.Ciencia y Salud, pág. 37.

Emular a Jesús en todo nos coloca en el camino hacia la salvación. El materialismo, la sensualidad y el egotismo no son modelos que valga la pena seguir, porque dirigen nuestra mirada hacia un mortal y falso sentido del ser, en vez de dirigirla hacia las cualidades cristianas que debieran caracterizar nuestra vida y forma de proceder.

A medida que crecemos espiritualmente, dejaremos de venerar a las personalidades humanas y apreciaremos, en su lugar, el ejemplo inspirador y sanador que Dios le otorgó a la humanidad en nuestro Salvador, Cristo Jesús. El ejemplo del Cristo está siempre con nosotros, recordándonos el gran bien que podemos hacer con nuestras vidas.

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