Muchas personas eligen a alguien como modelo a seguir o a quien admirar. Para unos ese modelo puede ser una persona famosa. Para otros, puede ser el empleado público, el profesor del colegio, el entrenador, o alguien que haya extendido su mano de ayuda en momentos de necesidad, influyendo así en los demás. Existe algo en esa gente que nos hace decir: “¡Yo quiero ser así!”
Por supuesto que queremos ser como nuestros héroes. Pero es importante asegurarnos de que las personas que admiramos sean personas que valga la pena seguir como modelos. Probablemente tú ya has aprendido, como aprendí yo, que también los héroes resultan ser personas comunes y corrientes. Y eso significa que se ven enfrentados a las mismas tentaciones a las que tú y yo nos enfrentamos. Cuando alguien a quien admiramos enormemente no vive a la altura de nuestras expectativas, podemos llegar a sentirnos descorazonados o resentidos.
No obstante, a través de nuestras oraciones, podemos aprender a reconocer que lo verdaderamente bueno es otorgado por Dios, y evitar el engaño del mero carisma humano. Y lo que es más, podemos y debemos esperar que el razonamiento correcto y el buen pensar predomine en cada individuo.
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