Faltaban Solo Quince Días para la Navidad y todavía no había empezado con los preparativos. Desde principios de diciembre me decía: “Amo la Navidad, amo su mensaje, amo el gozo espiritual que me produce, pero me resisto al corre-corre y a la preocupación de las preparaciones navideñas, tan materialistas”.
“Era hora de cambiar mi manera de pensar”
Esta renuencia se debía a que pensaba que si tenía el pensamiento muy ocupado con las exigencias y preparativos humanos, me perdería el mensaje espiritual, el renovado gozo de este gran acontecimiento que nos viene de Dios. Deseaba celebrar la Navidad totalmente imbuida del nacimiento celestial y percibir una vez más lo que éste reveló: Que el hombre es el hijo de Dios.
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