Faltaban Solo Quince Días para la Navidad y todavía no había empezado con los preparativos. Desde principios de diciembre me decía: “Amo la Navidad, amo su mensaje, amo el gozo espiritual que me produce, pero me resisto al corre-corre y a la preocupación de las preparaciones navideñas, tan materialistas”.
“Era hora de cambiar mi manera de pensar”
Esta renuencia se debía a que pensaba que si tenía el pensamiento muy ocupado con las exigencias y preparativos humanos, me perdería el mensaje espiritual, el renovado gozo de este gran acontecimiento que nos viene de Dios. Deseaba celebrar la Navidad totalmente imbuida del nacimiento celestial y percibir una vez más lo que éste reveló: Que el hombre es el hijo de Dios.
Decidí ponerme a orar y estudiar la Lección Bíblica de la Christian Science Significa Ciencia Cristiana. Pronúnciese crischan sáiens. que correspondía a esa semana. Razoné que lo que celebramos en esta fiesta es la venida de un niño muy especial, que llegaríamos a conocer como Cristo Jesús.
Mary Baker Eddy en su libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras explica claramente la diferencia entre “Jesús” y “Cristo”. Refiriéndose a Jesús dice: “El hombre corpóreo Jesús era humano”. Y más adelante sigue: “Jesús era hijo de una virgen. Fue designado para dar expresión a la palabra de Dios y para aparecer a los mortales en una forma de humanidad que pudieran comprender así como percibir”. Ciencia y Salud, pág. 332.
Con respecto al Cristo dice: “Por otra parte, Cristo no es tanto un nombre como el título divino de Jesús. Cristo expresa la naturaleza espiritual y eterna de Dios. El nombre es sinónimo de Mesías y alude a la espiritualidad que es enseñada, ilustrada y demostrada en la vida de la cual Cristo Jesús era la encarnación”. Ibid., pág. 333.
Al leer todos estos conceptos, no pude contener mi admiración y pensé: “¡Qué cosas maravillosas y celestiales preparó el Padre para el nacimiento de Jesús, el “Heraldo” humano del Cristo en la tierra”.
Ningún nacimiento de príncipe alguno, ha podido superar jamás, la alegría celestial del nacimiento del “Príncipe de Paz”. Ninguna preparación, por más pomposa que fuera, ha quedado impresa en la historia, ni se ha hecho referencia a ella, por los siglos, como la que el Padre preparó para este acontecimiento tan especial. La atmósfera divinal superó la inquietud de la tierra, y los humildes pastores, sencillos de corazón y expectantes, estuvieron preparados para escuchar el anuncio de los ángeles: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres”. Lucas 2:14.
Gozaba mi corazón enormemente al leer sobre esta preparación celestial para la venida del Hijo de Dios; y al pensar en esto, percibí en cierta medida el poder, la majestad y la plenitud del Amor que rodea a Su creación.
Me pregunté: “¿Puede ser que este acontecimiento sea tan trascendental que el pensamiento receptivo no lo capte?” Entonces comprendí que ese mensaje de paz y buena voluntad está tan alcance de nosotros hoy, como lo estuvo entonces, y que todos tenemos la capacidad de percibirlo.
Era hora de cambiar mi manera de pensar y comenzar con los preparativos, ya que mi hija quería pasar la Navidad en mi casa, y tenía que hacer un largo viaje para llegar.
Ya había aprendido que el olvido de uno mismo y, por lo tanto, de los deseos personales, además del amor a los demás, jamás pueden impedirnos alcanzar lo espiritual, sino todo lo contrario, hacen más fácil alcanzarlo.
Cambié entonces mis pensamientos, y en lugar del “corre-corre navideño” empecé a decir: “El amor corre y goza”. Entonces todas las cosas comenzaron a ir bien. Compré un pino y ornamentos a buen precio; hice muchas galletas y todas me salieron buenas, y así sucesivamente. Todo lo hice como guiada por un ángel. Toda la casa decía con alegría: “Bienvenida Navidad”. Y mi pensamiento también estaba preparado.
Y qué sorpresa tan maravillosa el Padre me había preparado, pues ese día se cumplieron dos deseos que yo guardaba en lo profundo de mi corazón: el de tener a mis cuatro nietos juntos para Navidad, y que mi hija y mi nuera se reconciliaran.
El nacimiento divinal es eterno. Ocurrió, sigue ocurriendo hoy en día y ocurrirá cada vez que nos inclinemos hacia lo espiritual más que a lo material, y nos gocemos en las cosas que Dios hizo y siempre hará.