Hace casi cuatro mil años, mucho antes de Jesús, aun antes de Moisés, vivió un hombre que se llamaba Abram, quien posteriormente llegó a conocerse como Abraham. Las normas morales tan elevadas y la percepción espiritual tan notable que tenía Abraham, moldeó la comprensión de Dios que tenía la gente muchas generaciones después de él. En cierto sentido, se podría decir que Abraham preparó el camino para Moisés y Jesús moldeando el pensamiento de la gente para que pudieran recibir sus enseñanzas.
Aunque puede que algunas de las experiencias que se le atribuyen a Abraham las hayan vivido otros miembros de su tribu, Abraham realmente existió. Puedes encontrar información sobre él en los capítulos 11-25 del Génesis en la Biblia.
Abram creció en Ur, una ciudad junto al río Éufrates, no muy lejos del Golfo Pérsico en lo que es actualmente Iraq. Allí vivían los caldeos, quienes adoraban a muchos dioses. Pero Abram creía en un solo Dios. Imagínate lo fuerte que era su fe para no haber sido influenciado por toda la gente que lo rodeaba y que pensaba de manera diferente.
Abram se mudó con su padre, Tera, de Ur a Harán en Mesopotamia. Allí ocurrió algo muy especial. Dios le habló a Abram y le prometió que sería el padre de una gran nación y que sería una bendición para muchos. Entonces Dios le dijo a Abram que se mudara a un país que Él le mostraría. Ahora bien, Abram tenía setenta y cinco años en esa época, edad a la que mucha gente hoy está pensando en jubilarse. De modo que debe de haberse sentido muy sorprendido de saber que Dios necesitaba que se mudara otra vez. Es más, él ni siquiera sabía exactamente a dónde tenía que ir.
Pero Abram no dudó en obedecer. Tomó a Sarai y a Lot —su esposa y sobrino— con todas sus pertenencias y ganado, y se fue hacia el sur a Siquem en Canaán. Allí Dios le prometió a Abram que daría a sus descendientes esta tierra. Después, Abram, su mujer y Lot siguieron camino a Bet-el y luego hacia el sur a Egipto, y finalmente regresaron a Bet-el. No obstante, allí los pastores de Abram y de Lot a veces se peleaban entre sí por los pastizales y los pozos de agua que allí había.
Puesto que Abram era el tío de Lot, tenía el derecho de reclamar esa tierra para sí mismo. Pero en lugar de tomar ventaja de ese derecho, hizo algo que una vez más demostró la gran confianza que tenía en Dios. Abram le dijo a Lot que eligiera cualquier parte de esa tierra para él, y él se iría en la dirección opuesta. Lot eligió una llanura muy fructífera a lo largo del río Jordán hacia Sodoma, y Abram se fue hacia el otro lado.
En esta instancia la profunda confianza que Abram tenía en Dios lo ayudó a ser un pacificador. Debió de haber sabido que nada bueno perdería por ser generoso. Después que Lot se fue, Dios le dijo a Abram: "Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre". Gén. 13:14, 15.
Más adelante, cuando Abram estaba orando, Dios también le prometió que tendría un hijo, aunque su esposa, Sarai, no había podido tener hijos. De hecho, Dios le dijo a Abram que llegaría a haber tantas generaciones de su familia que sería imposible contarlas.
Pero antes de que naciera el hijo que Dios le había prometido, Sarai persuadió a Abram para que tuviera un hijo con su sierva, Agar. Ese niño se llamó Ismael y creció para llegar a ser padre de toda una nación. Pero Ismael no era el hijo que Dios le había prometido a Abram.
Entonces cuando Abram tenía noventa y nueve años, Dios reconfirmó su promesa y le dio un nuevo nombre: Abraham. Dios le prometió nuevamente que su esposa Sara (ella también obtuvo un nuevo nombre) tendría un hijo. Al principio Sara y Abraham no lo podían creer, pero Sara dio a luz un niño. Y Abraham lo llamó Isaac, como Dios le dijo que hiciera.
Tiempo después Abraham tuvo una experiencia muy importante con Isaac. Gente de su tierra creía que tenían que hacer sacrificios para satisfacer a Dios, entre ellos sacrificar a los hijos primogénitos. Esto puede explicar porqué Abraham pensó que Dios quería que sacrificara a Isaac. Entonces Abraham salió con Isaac, y viajaron durante varios días hasta llegar al lugar donde se realizaban los sacrificios.
Cuando llegaron e Isaac le preguntó donde estaba la oveja que iban a sacrificar, Abraham le dijo: "Dios se proveerá de cordero para el holocausto". Gén. 22:8. Y justo cuando Abraham estaba por sacrificar a Isaac, Dios lo llamó y lo detuvo. Abraham levantó la vista y vio un carnero atrapado en unos arbustos. Él e Isaac usaron este carnero para ofrecer un sacrificio a Dios.
Una de las grandes lecciones de esta experiencia es que Dios no pide que se hagan sacrificios humanos. Durante todos esos años, Abraham había probado su confianza en Dios y su perfecta obediencia a Él. Abraham hasta estuvo dispuesto a sacrificar a su propio hijo, pero Dios no quería que Isaac muriera. Dios estaba muy satisfecho con Abraham y con la lealtad que había mostrado toda su vida, por lo cual lo detuvo impidiéndole que lastimara a su hijo. La comprensión de que Dios quería la obediencia de la gente y no el sacrificio humano, ayudó a cambiar la manera en que las generaciones futuras adorarían a Dios.
Con el tiempo, Abraham ayudó a Isaac a encontrar esposa, Rebeca. Luego, después de una vida larga y leal, Abraham murió. Posteriormente, Isaac y Rebeca tuvieron mellizos, Jacob y Esau. Y cuando Jacob creció se casó con Raquel, quien dio a luz a José. Las historias de Jacob y José aparecen también en el Génesis. Podrás leer acerca de ellos en el Heraldo del próximo mes.
Mucha gente importante de la Biblia desciende de Abraham. Y la historia de varias religiones se remonta a él. Por ejemplo, Abraham es la piedra fundamental o padre de la religión judía. También es un líder espiritual importante para cristianos y musulmanes.
Tanto antes como después de su muerte, Abraham fue y es muy respetado debido a su impecable confianza en Dios. Jesús mismo habló acerca de la profunda percepción espiritual de Abraham, cuando le dijo a un grupo de judíos: "Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó". Juan 8:56. Abraham resultó ser un hombre de pensamiento avanzado para su tiempo, tal como Dios le prometió, un "padre de muchas naciones" y una bendición.