Hace casi cuatro mil años, mucho antes de Jesús, aun antes de Moisés, vivió un hombre que se llamaba Abram, quien posteriormente llegó a conocerse como Abraham. Las normas morales tan elevadas y la percepción espiritual tan notable que tenía Abraham, moldeó la comprensión de Dios que tenía la gente muchas generaciones después de él. En cierto sentido, se podría decir que Abraham preparó el camino para Moisés y Jesús moldeando el pensamiento de la gente para que pudieran recibir sus enseñanzas.
Aunque puede que algunas de las experiencias que se le atribuyen a Abraham las hayan vivido otros miembros de su tribu, Abraham realmente existió. Puedes encontrar información sobre él en los capítulos 11-25 del Génesis en la Biblia.
Abram creció en Ur, una ciudad junto al río Éufrates, no muy lejos del Golfo Pérsico en lo que es actualmente Iraq. Allí vivían los caldeos, quienes adoraban a muchos dioses. Pero Abram creía en un solo Dios. Imagínate lo fuerte que era su fe para no haber sido influenciado por toda la gente que lo rodeaba y que pensaba de manera diferente.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!