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Seguridad y curación en el abrazo del Amor divino

Del número de febrero de 1998 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En El Sur De Inglaterra, no lejos de la costa hay una hilera de colinas que se conocen con el nombre de "South Down". Las atraviesan una red de caminitos públicos desde los cuales se ven hermosos paisajes de la campiña inglesa.

Uno de los caminos sigue una senda muy antigua —la South Downs Way— que ha sido usada por los viajeros durante miles de años. Cerca del límite este de esta ruta, la tierra se encuentra con el mar en una serie de colinas costeras llamadas "The Seven Sisters". Cuando se comienza a subir desde el pueblito de Crowlink a través de un valle angosto hasta alcanzar la cumbre de una de las "Sisters", uno alcanza una altitud desde la cual, en una tarde brumosa, por un momento parece como si el cielo y el mar se hubieran combinado. Entonces, inmediatamente, uno se encuentra al borde de un precipicio; un acantilado escarpado cae abruptamente unos cien metros sobre la playa rocosa. El contraste aquí entre el verde de las colinas, el azul pizarra del mar, y las paredes blancas de los rugosos acantilados de las Seven Sisters, ciertamente presenta uno de los espectáculos más impresionantes de la naturaleza.

No obstante, al borde del precipicio, que no tiene barandal ni barrera protectora, se tiene una fuerte sensación de peligro físico. Estoy seguro de que pocos caminantes pueden permanecer mucho tiempo parados al borde de esos acantilados erosionados, sin sentir la urgencia de dar uno o dos pasos atrás buscando un lugar más seguro.

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