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En una oportunidad...

Del número de febrero de 1998 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En Una Oportunidad estuve muy preocupada por la gran cantidad de actividades que tenía que realizar tanto en mi iglesia de la cual era Secretaria, como en mi hogar. Fue tanta la preocupación que me afectó físicamente, hasta el extremo de que se me paralizó el brazo derecho, que es con el que uno se viste, escribe, etc.

El dolor era tan intenso que me impedía realizar cualquier labor normalmente. Tuve que pedir ayuda a mi familia, lo que me hacía sentir inútil. Entonces llamé a una practicista de la Christian Science para que orara por mí. Por mi parte, me obligué a orar más profundamente, en más quietud, para poder comprender las ideas espirituales que me conducirían a obtener la curación.

Recuerdo que percibí la necesidad de obtener una mayor comprensión del concepto de iglesia, así como de todo lo que se relaciona con el cuerpo. Entonces me di cuenta de que yo no vivía en un cuerpo material, sino en la Mente, Dios, como la consciente incorporación de todas las ideas; y que en esa Mente debía incluir a todos, puesto que yo no estaba sola allí. Entendí que mis pensamientos no eran en realidad míos sino de Dios, y me esforcé por reflejar esos pensamientos espirituales que Dios tiene acerca de Sus hijos, y por tener más claro que Dios es el que hace todas las cosas y que yo solamente lo reflejo. Lo que más abrió mi pensamiento fue el concepto de iglesia que la Sra. Eddy da en Ciencia y Salud, especialmente la frase que dice: "La estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa en el Principio divino y procede de él". (pág. 583). Las palabras "estructura", "descansa", "Principio divino" y "procede", fueron las que más me llamaron la atención, puesto que yo sentía que estaba metida dentro de algo y no podía escapar de ahí. Me liberé al reflexionar sobre esta definición y comprender que la sustancia, la vida, la inteligencia y todas las funciones vitales tanto de la iglesia como de esto que llamamos cuerpo, están en la Mente, o sea en Dios, y de allí proceden. Por lo tanto no debía preocuparme aunque la condición de mi brazo pareciera muy real, y aunque tuviera mucho trabajo por delante; si me dejaba gobernar por Dios, el problema del brazo se solucionaría y podría hacer las cosas con toda naturalidad.

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