Los Redactores del Journal me pidieron que escribiera este artículo. Durante un tiempo dudé en hacerlo, pensando solamente en los artículos sobre la juventud y la moralidad que yo no quería escribir. Tales como los "severos y amonestadores". O los "te-lo-dije". O los "¡qué barbaridad, los valores morales están por el piso!" Por otro lado, tampoco estaba interesado en escribir un artículo en un tono como "tengamos un pensamiento más liberal respecto de lo que otra persona haga".
Entonces, recordé un pasaje, tan importante en su significado, que invita a que el pensador reflexione más profundamente. Es del libro Ciencia y Salud: "Sólo los goces más elevados pueden satisfacer los anhelos del hombre inmortal".Ciencia y Salud, págs. 60-61. Las últimas palabras llamaron mi atención: "los anhelos del hombre inmortal". Sabía, por el estudio de la Biblia, que el hombre inmortal es la expresión intachable e inmaculada de Dios. Dios creó al hombre a Su propia semejanza, absolutamente completo, incluyendo todo lo bueno, sin que nada le faltara. Por lo tanto, ¿qué es lo que puede anhelar el hombre inmortal?
Al reflexionar sobre esto, examiné más profundamente mi propio concepto del hombre inmortal. Siempre he usado las palabras apropiadas y metafísicamente exactas al hablar o escribir sobre el tema, pero había algo acerca de mi concepto del hombre que no andaba bien. No había considerado al hombre como dinámico. ¡Aunque el hombre que anhela no es estático en lo absoluto! Comencé a ver algo vital y poderoso respecto de la naturaleza verdadera del hombre. Es un error considerar que nuestras opciones están entre un individuo imperturbable que no anhela, y uno vital que, a veces, anhela el mal. El hombre real, nuestra identidad verdadera, tiene una vitalidad ilimitada y anhela el bien.
Yendo a las fuentes
El estudio de la Biblia y de los escritos de la Sra. Eddy revelan conceptos estrechamente relacionados con los anhelos. Por ejemplo, Cristo Jesús habla del hambre y la sed. La Sra. Eddy habla de un deseo y afecto sinceros. Nótese que al lector no se le pide que elimine sus afectos, que destruya los deseos correctos, que supere el hambre, ni que niegue el deseo de comer. De hecho, se le aconseja todo lo contrario.
Por ejemplo, un pasaje de Ciencia y Salud dice: "El deseo es oración; y nada se puede perder por confiar nuestros deseos a Dios, para que puedan ser modelados y elevados antes que tomen forma en palabras y en acciones".Ibid., pág. 1. En otra parte se nos dice que no nos despojemos de los afectos, sino que permitamos que se enriquezcan. Véase Mary Baker Eddy, Manual, Art. VIII, Sec. 4. La Biblia nos dice que debemos estar hambrientos y sedientos de justicia, y se nos complacerá. Véase Mateo 5:6. Estas ideas, que encontré durante mi estudio, fueron maravillosas y me alentaron mucho. El deseo es realmente la oración. El deseo, en su verdadero sentido, es un anhelo espiritual.
El deseo de ser alguien, de vivir una vida llena de satisfacciones y demostrar virtuosismo artístico, por ejemplo, o excelencia atlética, es maravilloso. El anhelo de amar y ser amado es natural y merece ser estimulado. El anhelo que tiene cada uno de nosotros de ser la total y satisfecha expresión de Dios, es un anhelo verdadero y correcto. La verdad espiritual del ser del hombre es vista humanamente como un anhelo natural por las cosas buenas en nuestro diario vivir.
Sin embargo, aunque los deseos y anhelos intensos no son necesariamente erróneos, sí hay algo incorrecto con respecto al alegato de la mente mortal de que puede satisfacer nuestros anhelos. No puede.
¿Qué es la mente carnal?
La mente carnal —un término bíblico— se refiere a una mentalidad totalmente egoísta y depravada, así como a una mentalidad totalmente falsa. El concepto básico de esa llamada mente es que la vida es física, sin Dios, y, en última instancia, sin sentido. Comenzando con esa premisa obstinada, la mente carnal conduce a conclusiones erróneas, haciendo naufragar los deseos honestos.
La mente carnal quisiera invertir los anhelos —alejarlos de lo que es natural, bueno y saludable— hacia algo perverso. Por ejemplo, el deseo de destacarse en cualquier cosa que hagamos, es bueno. Pero es la mente carnal que está presente intentando invertir ese deseo, cuando queremos ganar y aniquilar al enemigo en algún juego de video extremadamente violento o en alguna pandilla callejera. El deseo de vencer la soledad y estar cerca de nuestros amigos es bueno. Son las "soluciones" de la mente carnal para el logro de ese deseo lo que nos arrastra a hacer cosas tontas, como la obsesión por los alimentos o el uso de drogas, con la esperanza de ganar aceptación social.
Vacío. Esa es la inclinación típica de la mente carnal: hacia la oscuridad, hacia el egoísmo, alejarnos de los logros positivos. Por cierto que esa nunca es la inclinación natural del hombre, ¡tuya o mía! Es normal que cada uno de nosotros anhele, tenga un hambre profundo, por lo que es verdaderamente bueno. Es natural que cada uno de nosotros anhele el amor que proviene del Amor divino.
Una vez que hemos percibido que el problema no son los deseos o anhelos apropiados, sino el alegato mentiroso de la mente carnal que afirma que puede satisfacer dichos deseos, ¡podemos entonces responder derrotando esos alegatos falsos, sin aniquilar los anhelos!
¿Dónde se origina la moralidad?
La moralidad —el código de comportamiento que nos ayuda a mantenernos en el camino correcto, alejándonos de las influencias dañinas— tiene más que un fundamento humano. En realidad, la ley moral no surgió de una sociedad humana, sino de la presencia divina. Cuando Moisés subió al Monte Sinaí a recibir los Diez Mandamientos, ¡no se encontró con el Comité de ética estudiantil! No bajó con un documento surgido del debate y el consenso. La ley moral que Dios nos dio es buena tanto para ti como para mí. El propósito de la ley moral no es alejarnos de los buenos ratos, sino mostrarnos cuáles son realmente esos buenos ratos, y proporcionar el contexto adecuado donde poder experimentarlos.
Algunas cosas se vuelven obsoletas; otras nunca. En la escuela, yo tenía un profesor que decía que el teatro en vivo era obsoleto y debía considerarse muerto. Entonces, un amigo me comentó que la gente ha estado hablando de la muerte del teatro desde hace por lo menos cuatro mil años. La ley moral es algo parecido. La gente ha estado catalogándola como pasada de moda desde que Moisés bajo de la montaña. Pero todavía sirve como un camino por donde podemos viajar con seguridad, y donde uno puede desear y anhelar el bien y ver cómo los anhelos se convierten en realidad. Se encuentra más allá del alcance de la mente carnal. La ley moral es el sendero, aunque no es la meta. El anhelo verdadero es lo que nos hace avanzar por el camino.
¿Por qué recurrir a Dios?
Dios, el poder que crea al hombre y gobierna el universo, es la Mente pura, totalmente buena. La Mente divina es radicalmente opuesta a la mente carnal, y es la única Mente verdadera, el único poder genuino o fuente de pensamiento. Dios, la Mente divina, es el propulsor de los deseos, añoranzas y anhelos verdaderos. Dios es también nuestro más fiel amigo. Lo que anhelamos ser, lo que en verdad somos, se encuentra en la Mente, en el Amor. La Mente que hizo al hombre es la Mente que conoce al hombre como su pura semejanza espiritual, lo alienta y vivifica. Es la Mente que siempre lo satisface y que mantiene su integridad y bienestar.
Nuestra tarea consiste en reclamar que esa Mente es la única consciencia verdadera, nuestra consciencia. Es vivir como si eso fuera verdad, y saber que es verdad, por que lo es. Entonces, podremos mantenernos por encima del pantano de la mentalidad carnal y veremos cuán dinámico es el hombre que hizo Dios, el hombre que anhela el bien.