Supongamos Que Su Iglesia recién se formó. Más aún, que comienza hoy a funcionar como tal. Piense simplemente, en lo ansioso que estaría de decirle al mundo que la verdad acerca de Dios les trae a los hombres libertad. Los libera para que sean tal como Dios los creó. Los libera del pecado, el sufrimiento, el odio y la carencia. Evidentemente no habría tiempo de crear o de continuar con culturas religiosas, ni con rituales o terminologías ancestrales. Todo esfuerzo debería concentrarse en la difusión de las buenas nuevas del cristianismo original. El fervor que lo anima, no podría ser detenido por la manera en que se hacían las cosas en el pasado y el mensaje de su contenido surgiría en cada conversación que usted mantuviese con otra persona.
La cultura es un elemento significativo en una religión organizada. La cultura religiosa puede ser inspirada y hermosa. Sin embargo, muchos consideran que algunos de sus aspectos son asfixiantes. Cuando hablo de cultura, me refiero a todas esas cosas que incluyen o representan las costumbres, características y comportamiento que tiene un pueblo en particular. La cultura religiosa puede llegar a incluir el aspecto exterior del edificio de la iglesia, la arquitectura y los vitrales, los rituales, un lenguaje determinado y lo que rodea a un grupo religioso y a sus miembros.
En algunos casos, la cultura puede sobrepasar a la religión. La tradición y el ritualismo en lugar de la inspiración, pueden definir a una religión ante el público y aun ante sus propios miembros. Los juicios que suscitan los aspectos de una cultura religiosa que brinda inspiración en contraposición a los que se oponen a ella, dependen del punto de vista de cada uno. No obstante, resulta claro que temas como, por ejemplo, la elección del color de la puerta de entrada o en que lugar se sentarán los alumnos de la Escuela Dominical, no debieran prevalecer en el pensamiento y de este modo eclipsar el gozo de la inspiración y del descubrimiento que trae curación y regeneración.
La cultura religiosa es algo que tiende a crecer silenciosamente a la par de una organización. A medida que transcurre el tiempo, para la institución, puede que los momentos brillantes de su historia evolucionen hasta convertirse en tradiciones. Una idea original o un suceso que produce inspiración, a menudo fomenta en la gente la aparente necesidad de intentar emularlo físicamente y no sólo una, sino repetidas veces. Las repeticiones son simplemente ecos y carecen de la sustancia del original, aunque se hagan con mucho fervor.
Si hoy fuese el día en que su iglesia abre sus puertas por primera vez, ¿qué personas serían buenos candidatos para escuchar y beneficiarse con el mensaje de su iglesia? ¿Cuáles debieran ser sus antecedentes? ¿Cuál sería su aspecto? ¿Cuáles serían sus creencias y tradiciones? ¿Tendrían realmente importancia todas esas preguntas?
En la Biblia, en el Nuevo Testamento, Cristo Jesús nos dejó algunas indicaciones sobre cómo debían ser los oidores y hacedores potenciales de la Palabra. Véase Mateo 13:18-23. Comparó la forma en que se desarrollan las semillas en diferentes tipos de suelos, con la actitud que tiene la gente después de escuchar hablar acerca del reino de los cielos. Cuando la tierra es "buena" el resultado es notable. Jesús dijo: "El que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno".1
La "buena tierra", o sea, la espiritualidad en el pensamiento y en la vida de una persona, a menudo está presente en el momento y en el lugar en que menos se espera. ¿Acaso no podemos encontrar espiritualidad y receptividad cualquiera sea la preparación, la apariencia, la cultura social o "status", la edad o el sexo? Las características propias de una religión tienen muy poca o ninguna relación con la espiritualidad.
Es muy importante orar para reconocer y honrar a la receptividad dondequiera que se presente. En una ocasión, cuando Jesús y sus discípulos caminaban en medio de una densa multitud, él se dio vuelta y preguntó en voz alta: "¿Quién es el que me ha tocado?" Lucas 8: 45. Debido a que la multitud lo apretujaba, los discípulos no podían entender el motivo de esa pregunta. Resultó que una mujer, que sufría de hemorragias desde hacía doce años, se había acercado por detrás y había tocado las vestiduras de Jesús. Él fue el único que percibió espiritualmente su deseo de ayuda, a pesar de que sus discípulos estaban allí mismo. Tal vez ellos estaban más interesados en las costumbres de esa muchedumbre, que en la pureza espiritual de la mujer. Pero a través del amor de Jesús que incluía todo, ella sanó instantáneamente.
¿Qué habría ocurrido si Jesús, preocupado por las diferencias religiosas o litúrgicas existentes entre él y alguna gente de ese pueblo, hubiera hecho oídos sordos a la necesidad de la mujer? ¿Acaso no habría sido triste que la mujer hubiera sido ignorada o rechazada?
En medio de la muchedumbre en que nos toca vivir, podemos orar para percibir espiritualmente, el llamado de quienes necesitan ayuda y están preparados para que las semillas de fe sean sembradas en la "buena tierra". Cuando oramos para ayudar y sanar a nuestro prójimo, podemos estar seguros de que no nos gobierna ni la tradición ni el ritualismo, sino la inspiración.
Para Jesús y sus discípulos, ese día tan especial en que la mujer logró su curación, no era el primer día que la iglesia abría sus puertas. Pero para esa mujer, probablemente lo fue. ¿Recuerda usted su "primer día"? Tal vez haya sido hace tanto tiempo que le cuesta recordarlo. O quizá todavía no llegó pero no falta mucho para que llegue. Cuando alguien se entera por primera vez de las buenas nuevas de que el hombre es la imagen y semejanza del Espíritu divino, de la Verdad y el Amor de Dios, para esa persona es como si fuese su primer día en la iglesia. En Ciencia y Salud, podemos leer una hermosa definición de la idea espiritual de Iglesia. Dice: "La estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa en el Principio divino y procede de él".Ciencia y Salud, pág. 583.
En "la estructura de la Verdad y el Amor" nadie tiene necesidad de atravesar ninguna cultura tradicional ni saltar por encima de barreras ritualistas para sentirse incluido. Allí tampoco hay lugar para los prejuicios, el dogma o el fanatismo. La define el sentido más puro del Amor, que lo incluye todo.
Hace poco, conocí a una persona que había experimentado ese "primer día" en la iglesia. Me comentó cómo había descubierto, por primera vez, la bondad de Dios y el ejemplo de Jesús. A pesar de que esto le ocurrió después de haberse jubilado, su fe resplandece. Me contó cómo sanó de un problema físico. Y resulta fácil darse cuenta de que el amor de Dios lo ha transformado. Desde el punto de vista cultural y religioso, él y yo somos totalmente diferentes. No obstante esto nos causó mucha gracia y luego hablamos con entera libertad acerca de Dios. Ambos estuvimos de acuerdo en cuán espiritualmente bueno y sustancial es el reino de Dios. Nos regocijamos por saber que todos estamos incluidos en esta bondad, en este reino de los cielos, y por el hecho de que en Dios y en lo que Él crea, no existe el mal. Espero algún día poder acercarme a Dios a través de alguna de las vías por las que transita ese hombre.
Dios no ha separado a ninguno de nosotros, el uno del otro. Él es un Pastor lleno de amor y nos movemos todos juntos dentro de un mismo rebaño, bajo Su cuidado, en Su familia.
Para alguien, tal vez cercano a nosotros, hoy es su primer día. El primer día para percibir claramente que Dios es Amor. El primer día para reconocer que el hombre es la expresión espiritual del Amor. El primer día para comprender que la perfección espiritual es el estado original y permanente del ser del hombre. ¿Nos impedirán las diferencias culturales o religiosas que respondamos si nos toca desempeñar un papel en este descubrimiento? Desde la perspectiva de la Verdad y el Amor esas diferencias nunca pueden ni podrán existir. Somos libres para amarnos los unos a los otros sin reservas.