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El pequeño perezoso

Del número de febrero de 1998 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Sabes qué es un perezoso? Es un animal muy pacífico, que tiene un pelaje largo y grueso, y en lugar de dedos tiene uñas muy puntiagudas del grueso de un lápiz. Vive en los árboles y come hojas, y se le dio ese nombre porque cuando se mueve, ¡si es que se mueve!, lo hace muy, pero muy, despacio.

Al sudeste de Costa Rica hay una pequeña área del Caribe que tiene profundos acantilados con muchas olas. Un día, cuando caminaba por ahí, me aparté del camino y fui hasta la base del acantilado. Cuando llegué al nivel del agua vi, al pie de un acantilado de más de trece metros de alto, a un pequeño perezoso. Estaba completamente mojado y a la miseria, aferrándose con todas sus fuerzas a una pequeña hendidura del acantilado. Cada vez que rompía una ola lo bañaba completamente. Yo quería ayudarlo, de ninguna manera podía dejarlo allí para que muriera.

Traté de ver cómo podía ayudarlo y llevarlo a un lugar más alto. Era un perezoso muy chiquito, pero sus garras ya eran impresionantes y parecían bastante temibles. Primero lo levanté por los brazos, y tuve que hacer fuerza porque se aferraba a las grietas de la roca como si no quisiera que lo ayudaran. Después me quité el cinturón del pantalón y se lo puse alrededor de la cintura, entonces pude levantarlo en el aire y llevarlo con seguridad y comodidad a un lugar más alto. ¡Qué feliz se veía, levantando su tierna carita hacia el cálido sol!

No fue sino hasta el día siguiente que comprendí que había una similitud entre la resistencia que puso este animal para que yo lo salvara, y la pobre y cansada humanidad. La única diferencia es que como Dios es Espíritu, no son nuestras garras físicas las que constituyen un obstáculo para sentir el Amor infinito, sino nuestra mente, nuestras creencias, nuestros pensamientos y sentimientos, que temporalmente parecen impedir que Dios nos eleve a Su luz y gloria brillante.

Adoramos falsos dioses, tenemos la impresión de que el universo es básicamente material, y está regido por leyes materiales. Pensamos que somos seres biológicos, determinados por los genes y la herencia, por las leyes de la química y de la materia orgánica. La verdad es que yo acostumbraba también a creer en eso porque para nosotros es muy natural interpretar la información que nos dan los cinco sentidos materiales.

Pero en Ciencia y Salud la Sra. Eddy escribe: "El fundamento del mal se asienta sobre una creencia de que hay algo aparte de Dios".Ciencia y Salud, pág. 92. Y en otra página ella afirma: "...nada existe fuera del alcance de la infinitud omnímoda, en la cual y de la cual Dios es el único creador. La Mente, gozosa en fortaleza, mora en el reino de la Mente".Ibid., pág. 514.

Yo he podido demostrar esto cambiando mi consciencia, mis afectos, mi comprensión, mis creencias y emociones, y de este modo hasta he sido sanado de problemas físicos, como el cáncer de piel que me diagnosticaron.

A veces parece ser extremadamente difícil abandonar las creencias mortales, porque parece que nos aferramos a las grietas del error, a las mentiras de los sentidos, a la creencia en algo aparte del Espíritu infinito. Pero no nos sintamos desalentados. Dios nos ha dado dominio sobre todas las cosas, por lo tanto, podemos ceder a los brazos de Dios, el Amor y la Vida infinita, que nos salvan y elevan. Y Él nos pondrá sobre la roca, la luz cálida de Su presencia omnipotente.

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