Imagínese Lo Siguiente. Corre el año 2025. Una pareja entra en un local de la cadena “Un gen a su medida”. Están planeando tener una familia y quieren averiguar qué tienen disponible del banco internacional de genes. Hay tantas opciones: genios, caracteres nobles, todo los tipos de cuerpos que están de moda. Y, por supuesto, también tienen que ver las proyecciones digitales de cómo se verá el bebé cuando tenga doce, veinticinco, sesenta años. ¡El hijo de sus sueños hecho a medida! ¿Qué les parece uno con las características de un galán de cine, con algo de ganador de premio Nobel en física y de un atleta campeón?
Quizás esto suene muy rebuscado, pero la ciencia física afirma que la vida de un individuo es fundamentalmente el resultado de los rasgos genéticos que heredó, y en los próximos años tendremos que enfrentar cada vez más el tema de la ingeniería genética en humanos. La mayoría de la gente siente con razón que el tema plantea importantes cuestiones de ética. Lo que hace inaceptable la idea de diseñar seres humanos es nuestro imborrable sentido espiritual. Nos dice que, en verdad, el material genético, llamado ADN, no determina la individualidad. Entonces, ¿qué determina quiénes somos?
El sentido espiritual discierne respuestas en la Biblia en citas como las siguientes: “Reconoced que Jehová es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos... Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, y su verdad por todas las generaciones”. Salmo 100:3, 5. La bondad, la misericordia y la verdad son sustancia eterna, y estas cualidades perfectas de Dios, son los elementos con que construimos nuestra identidad.
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