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La ley divina ajusta las transacciones comerciales

Del número de junio de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace Unos Años durante el mes de diciembre, una amiga me giró dinero desde los Estados Unidos en una carta por correo corriente. En marzo del siguiente año me llamó para preguntarme si lo había recibido, porque el banco donde hizo los trámites le dijo que el cheque había sido depositado por una casa de cambio en mi país. Le dije que me mandara el comprobante del cheque en el que decía quién lo había cambiado.

Cuando nos dirigimos con un amigo a la casa de cambio nos encontramos con el señor que lo había cambiado, y si bien no negó que lo había hecho me dijo que le llevara el original para darme el dinero.

Cuando llegué a mi casa me puse a orar para ver más claro cómo Dios hizo al hombre: honesto, perfecto y puro. Pude ver que el hombre que Dios quería y había creado era honesto. También encontré inspiración en un pasaje de Escritos Misceláneos, donde la Sra. Eddy refiriéndose al relato donde el apóstol Pedro sale de pesca, dice: “Nada de lo que Dios da se pierde; si Él hubiese llenado la red, no se habría roto” (pág. 111).

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