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No consintió en sentirse una víctima

Del número de junio de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando Comencé a estudiar la Christian Science, percibí que si reacciono de alguna forma ante la apariencia del mal, estoy admitiendo su realidad; es decir que yo misma hago que sea real. Debo, en cambio, responder con una respuesta cristianamente científica. El actuar basándome en esta comprensión, enfrentando el mal en lugar de apartarme de él, me permitió evitar que se produjera una tragedia.

Hace poco enfrenté un desafío de diferente orden. Me atacaron físicamente. En el momento en que me di cuenta de lo que iba a ocurrir, naturalmente me refugié en el Amor divino, y dije en voz alta: “Dios es Amor”. Estas palabras fueron mi única e inmediata respuesta a los asaltantes. No había tiempo para más. El comprender en ese instante que “Dios es amor” se transformó en una panoplia de gracia infinita para mí.

Estaba en Rusia, y regresaba a mi apartamento tarde una noche, después de asistir a la reunión de la iglesia, justo en el momento en que lo iban a robar. Había ya puesto la llave en la cerradura para destrabarla, cuando un pensamiento angelical me ordenó: “No la abras”. Obedecí. A un metro y medio de mí había tres hombres. Resultó que este acto de obediencia les impidió robar el apartamento, que en ese momento tenía una parte importante del tesoro de la iglesia. Lo que ocurrió luego sólo lo sé por las personas que llegaron momentos después a la escena. Una de ellas, una mujer joven, me contó que cuando ella y su esposo llegaron con su coche, un hombre que había estado parado fuera del edificio corrió adentro. Segundos después, cuatro hombres salieron corriendo del edificio, prácticamente chocando con ellos en el momento en que entraban.

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