• Hay tensión entre los empleados, y ninguno de ellos trata de hacer algo para cambiar la situación.
• Han presentado una propuesta controversial en la comunidad de una mujer, y eso la preocupa. No obstante, no ha hecho nada para interiorizarse más de la situación, ni para mejorarla o enfrentarla.
• Aun joven le preocupa la falta de entretenimientos de calidad; pero no ha cambiado sus propios hábitos.
Un Hecho Común en estas situaciones es la necesidad de actuar, de avanzar y progresar. Entonces, ¿qué se necesita para salir del atolladero?
Aunque le sorprenda, lo primero que hay que hacer es una pausa. Pero esta pausa no es inactiva, sino llena de acción, una pausa que lleva al pensamiento de las circunstancias externas hacia la fuente de toda acción, Dios. Cualquiera sea el tiempo que se necesite — un momento, un día, semanas quizás — es importante orar y discernir las cosas espiritualmente. Tomarse el tiempo para discernir lo que la sabiduría de Dios nos indica que debemos hacer, y luego seguir esa intuición espiritual, es vital para descubrir la dirección y el camino a seguir. Un escritor del nuevo testamento nos recuerda: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”. Santiago 1:5.
La humildad también es importante. No estamos hablando de que debemos hacer una pausa para informarle a Dios lo que debería o no estar haciendo. Es tiempo de dejar de lado los intereses personales para entender mejor cuáles son Sus deseos. Es tiempo también de esperar las indicaciones de Dios. Dios, nuestro Padre-Madre celestial, cuida naturalmente de su linaje con todo amor, inteligencia y ternura, y no comete errores. Dios nunca deja de ocuparse de nosotros; ni nos deja sin dirección y estancados.
Al hacer una pausa para escuchar a Dios, descubrimos la inspiración que manifiesta el Amor divino cuando nos muestra el camino a seguir. Pero, ¿cuál es nuestro próximo paso? ¿Qué hacemos cuando nos damos cuenta de que no podemos seguir ignorando esa relación tan tensa? ¿O después que decidimos que ha llegado el momento de ser más cuidadosos respecto al tipo de diversión al que queremos exponernos? Estas son metas muy bien delineadas. Entonces, ¿por qué a veces no las seguimos mejor? Puede que Dios nos guíe, pero ¿acaso Lo seguimos?
Tal vez necesitemos empujar. Esto no significa imponer nuestra voluntad ni controlar a otros. Significa que cuando Dios nos guía debemos avanzar por ese camino para liberarnos de la apatía o nuestra resistencia al progreso. Dios ya nos dio la habilidad para hacer esto. Somos el reflejo de Dios, por tanto ya tenemos toda la inspiración, la energía, el entusiasmo, que necesitamos para progresar.
Hay muchas razones que la gente tiene para no tratar de progresar. El apego a cierta rutina, a una opinión, o a una posesión. Miedo a lo que algo nuevo o diferente pueda traer. Falta de fuerza para hacer lo que en realidad se debe hacer. No obstante, podemos saber que todo lo que nos tiente a no escuchar lo que el instinto espiritual nos dice, no tiene poder para impedir nuestro progreso.
Si nos sentimos inclinados a ignorar un problema de relación, o a resignarnos a tener un trabajo inadecuado, ya sea por cansancio, pereza o resistencia a seguir nuestra intuición espiritual, debemos enfrentar con firmeza esa sugestión. Podemos preguntarnos ¿qué es lo que Dios, el Amor, me impulsa a hacer? Y responder al llamado de Dios y aprender acerca de Su amor, Su bondad, Su ley de armonía, y progresar conforme a eso.
Empujar hacia adelante, sí; para no caer en la apatía o en la resistencia al progreso
No hay duda de que cada paso en la dirección correcta es bueno. El progreso continúa. Es tan infinito como Dios mismo. De hecho, progresamos mejor, cuando nuestra vida comienza a centrarse en Dios, y descubrimos que el reino de los cielos está en nuestro corazón. El progreso consiste entonces en el grado en que nos parecemos más a Dios y nos sentimos satisfechos. Y este progreso se manifiesta cuando se sana una relación o una carrera sufre un cambio beneficioso. Ese es el efecto que se produce cuando nos acercamos a Dios. Progresamos cuando comprendemos cada vez mejor el universo del Espíritu y nuestra naturaleza espiritual por ser la imagen de Dios.
Nuestro progreso no tiene límite, del mismo modo que el reino de Dios no tiene límite. Lo que se manifiesta constantemente como resultado de nuestro progreso espiritual, es nuestra capacidad ilimitada para ver y expresar inteligencia, amor, pureza, belleza, todo lo que proviene de Dios. La bendición de ver esta bondad infinita expresada en todos los aspectos de nuestra vida, vale más que cualquier esfuerzo que tengamos que hacer; es el “empujón” que nos libera de la apatía y de la resistencia al progreso.
Sí, tenemos mucho progreso por delante. Mary Baker Eddy reconoció esto, e hizo esta observación en preparación a las bendiciones que recibiremos al progresar: “Contemplando las infinitas tareas de la verdad, hacemos una pausa — esperamos en Dios. Luego avanzamos, hasta que el pensamiento ilimitado se adelante extasiado y a la concepción libre de trabas le sean dadas alas para remontarse a la gloria divina”.Ciencia y Salud, pág. 323.