En el jardín del Edén
prisionera me encuentro
cada vez que me dejo seducir
por la materialidad;
mas de eso me libero
cuando me esfuerzo por conocer mejor
mi verdadera identidad, la Verdad;
y los conceptos errados
aprendo a extirpar.
Al salir del jardín de Getsemaní
renovada me siento,
porque en él entierro
a los enemigos de la espiritualidad
(la cólera, el temor, la crítica
y otras actitudes inícuas)
que inmobilizan mi pensamiento.
Allí renuevo mi generosidad espiritual,
y demuestro
que las leves inmortales son poderosas.
Es así como descubro mi verdadero origen,
que soy la manifestación de la Vida divina.
Al jardín de la gratitud
regreso cada mañana,
pues allí descubro la magnitud
del Amor divino
que modela mi fundamento y revela mi utilidad.
Allí cultivo buenos pensamientos
y cosecho pacientemente muchas ideas,
que se traducen en bendiciones y curaciones.
La oración es la llave que abre este jardín.
Es aquí donde encuentro la salud y su lógica,
y comprendo que mi verdadero destino
es manifestar activamente el bien.
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