El año pasado el Christian Science Sentinel organizó un concurso e invitó a sus lectores de todas las edades y de cualquier religión o antecedentes, a que escribieran un ensayo en respuesta a las siguientes preguntas: En el nuevo milenio, ¿qué progreso moral y espiritual prevé? Y ¿de qué manera ayudan sus oraciones e iniciativas?
Se recibieron más de 400 ensayos de todas partes del mundo. Algunos participantes comentaron que se sintieron muy alentados e inspirados por el tema. Otros dijeron que recibieron con agrado la oportunidad de pensar en algo que no fueran los temores del fin de una era, asociados con el cambio en el calendario.
A continuación presentamos el ensayo que obtuvo el Segundo Lugar dentro de la categoría de mayores de 21 años.
Según Cuentan, Einstein dijo: “No se puede resolver un problema con la misma manera de pensar que lo provocó”. En otras palabras: es necesario renovar el pensamiento.
Podemos esperar que el nuevo milenio se caracterice por una nueva manera de pensar. La misma será inspirada por el eterno deseo que tiene el hombre de obtener mayor libertad. A lo largo de la historia ha sido la libertad la que ha empujado al pensamiento a aventurarse fuera de las normas de razonamiento establecidas, y eso es progreso.
Moisés también le dijo a la gente que debía cambiar su manera de pensar. Su pueblo había olvidado el pacto que hicieron con Dios, el pacto que su padre Abraham había prometido obedecer. Adoptaron los dioses de los egipcios, de quienes eran esclavos. Después de liberar a su pueblo, Moisés les dijo que debían dejar de adorar a muchos dioses, y les presentó los Diez Mandamientos como una manera totalmente nueva de pensar que los ayudaría a resolver sus problemas. Con los Mandamientos, pudo continuar el progreso moral y espiritual que había comenzado con la revelación que tuvo Abraham de que existe un solo Dios.
La historia moral y espiritual se encuentra en la Biblia. Se puede considerar como la búsqueda por lo que los israelitas llamaron la “Tierra Prometida”, por lo que Jesús denominó “el reino de los cielos”, y por lo que nosotros podríamos llamar el cielo o la libertad absoluta, mental y física. Tenemos lecciones que aprender y principios a seguir en pensamiento y en acción, para llegar a ese destino. La Biblia — con sus enseñanzas, personajes y parábolas — es el instructivo para asimilar esas lecciones y aprender esos principios. Sin duda, aquí se encuentra la guía absoluta para quienes buscan una nueva manera de pensar, moral y espiritual, que trae libertad a toda la humanidad.
En el nuevo milenio, existen entonces dos requisitos que pueden contribuir a nuestro progreso moral y espiritual: (1) una comprensión de la Biblia, y (2) el amor a Dios. Los israelitas, el “pueblo elegido”, emprendieron esa travesía moral y espiritual. Su progreso tuvo sus altibajos, dependiendo de la fidelidad con que cumplían los Mandamientos. La Biblia dice: “Yo anuncié, y salvé, e hice oír, y no hubo entre vosotros dios ajeno. Vosotros, pues, sois mis testigos, dice Jehová, que yo soy Dios”. Isa. 43:12.
Si deseamos emprender esa travesía del progreso moral y espiritual, ¿acaso no hemos de aprender las mismas lecciones que tuvieron que aprender los hijos de Israel? Todo tipo de tentaciones, desafíos, luchas, así como confianza y regocijo nos esperan al andar por ese camino.
Por ejemplo, Abraham aprendió que sólo hay un Dios y que debía amar a Dios por sobre todas las cosas. La historia de Jacob nos enseña cómo poner nuestro yo de lado, y ser humildes, y reconciliarnos con nuestro hermano. Luego están Samuel, José y los otros profetas, personajes y parábolas. La preparación que tuvieron estos individuos para tener progreso moral y espiritual, exigía el mismo tipo de cualidades que se necesitan hoy para ser “el pueblo elegido”: conocer a Dios. Mary Baker Eddy dice que Moisés es “la prueba de que sin el evangelio — la unción de la justicia y el afecto — hay algo que falta espiritualmente...” Ciencia y Salud, pág. 592.
Moisés alentó a su gente a que buscaran la libertad. A menudo tenían temores, dudas y hasta deseaban volver atrás. Del mismo modo, con frecuencia tenemos la tendencia a renunciar a nuestra libertad. Nos gustaría resolver los problemas recurriendo a las soluciones humanas y diciendo: “Dame una ley que me proteja, dame alguien que me cure, dame dinero para que me sienta seguro, dame un amor verdadero para que me sienta realizado”. Puede que estos deseos tengan propósitos nobles, pero para progresar y superar los problemas inherentes a cada una de esas peticiones (como sentirse víctima o enfermo, sentir escasez o soledad), no podemos usar “la misma manera de pensar que los provocó”. De otro modo, como los israelitas, poco a poco nos transformaremos en esclavos de nuestros problemas.
Esos desafíos son nuestra oportunidad para progresar moral y espiritualmente. Podemos recurrir a las soluciones que se encuentran en la Biblia y a una ley suprema que se opone totalmente a las creencias humanas: la ley de Dios. Jesús nos instruyó que hiciéramos esto, cuando dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” y “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Mateo 22:37, 39. La Sra. Eddy también dice: “Si el discípulo está progresando espiritualmente, está esforzándose por entrar. Se aparta constantemente del sentido material y mira hacia las cosas imperecederas del Espíritu”. Ciencia y Salud, pág. 21.
El escritor André Gide dijo una vez que “no podemos descubrir nuevos océanos hasta que tengamos el valor de perder de vista la costa”.
Es la manera que tiene un escritor de decir lo mismo que dijo Einstein para encontrar soluciones. También es similar a lo que la Biblia dice: “...despojaos del viejo hombre... y vestíos del nuevo hombre”. Efesios 4:22, 24. Para arribar a un nuevo destino debemos estar dispuestos a dejar de lado las actividades, conceptos y hábitos carentes de valor del lugar que dejamos atrás.
¿Cómo nos pueden ayudar nuestras oraciones? La oración nos vuelve hacia lo espiritual, del mismo modo que Moisés fue guiado a discernir la palabra de Dios. La oración hace humilde el carácter. La oración fortalece nuestra confianza en el Espíritu. La oración establece en nosotros la imagen que tiene Dios del mundo. La oración nos guía para que no seamos tentados a renunciar a la Verdad. La oración es ese aceite, esa “inspiración celestial” Ciencia y Salud, pág. 592., prometido en el Salmo 23, con el cual Dios unge nuestra cabeza cuando hay una mesa preparada ante nosotros en presencia de nuestros enemigos. La oración es la situación en la que salimos ganadores cuando “amamos a nuestros enemigos”, bendecimos a quienes nos maldicen, hacemos bien a quienes nos odian, y oramos por aquellos que nos desprecian y nos persiguen. Mateo 5:44. Oramos para respetar a los demás, confiar en que tienen la inteligencia para discernir el bien del mal; confiar en que tienen el amor de perdonar a sus detractores; confiar en que tienen el deseo de ser buenos. Nuestras oraciones son el salvavida que nos ayuda a responder a los desafíos que vemos en el mundo. Nuestras oraciones son nuestro deseo de permitir que Dios nos gobierne. La oración es natural y sumamente importante.
Para arribar a un nuevo destino debemos estar dispuestos a dejar atrás todo lo que carece de valor.
Jesús se esforzó por enseñar a los hijos de Israel que su Tierra Prometida no era tanto un lugar al otro lado del río Jordán, como el “...reino de Dios [que] está entre vosotros”. Véase Lucas 17:21.
Nuestra iniciativa es vigilar el pensamiento, recurrir a la Biblia, amar a Dios. Si amamos a nuestro prójimo como instruye la Biblia, no podemos ser indiferentes cuando surge una guerra “allá lejos”, o se produce un desastre natural “del otro lado del mundo”, y hay gente que sufre. No vivimos en mundos diferentes: mi mundo está bien, tu mundo no importa.
En el nuevo milenio, la sociedad demandará una respuesta completa, una respuesta que incluya a toda la humanidad. La Biblia tiene las respuestas. Sus profetas han recorrido el camino, y Dios tendrá la gloria del progreso espiritual y moral del hombre. En respuesta a la pregunta que plantea la Sra. Eddy sobre las demandas de la “Ciencia del Alma”, demandas para el progreso espiritual y moral, ella dice en parte: “ ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. Debiera entenderse a fondo que todos los hombres tienen una sola Mente, un solo Dios y Padre, una sola Vida, Verdad y Amor. El género humano se perfeccionará en la medida en que se evidencie ese hecho, cesarán las guerras y se establecerá la verdadera hermandad del hombre. No teniendo otros dioses, no recurriendo a ninguna otra sino a la única Mente perfecta para que le guíe, el hombre es la semejanza de Dios, puro y eterno, y tiene esa Mente que estaba también en Cristo”. Ciencia y Salud, pág. 467.
Tener “esa Mente que estaba también en Cristo” es la manera de pensar que resuelve todos los problemas, y podemos prever que ésa es nuestra meta para el progreso moral y espiritual.