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La enfermedad no tiene poder sobre usted

Del número de junio de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Si a alguien le diagnostican que tiene una enfermedad que la medicina no puede sanar, ¿ha perdido acaso toda esperanza? De ninguna manera. ¿Por qué? Porque hay un punto de vista espiritual sobre la vida que le permite ver la misma situación desde una perspectiva diferente, una perspectiva que sana. Desde este punto de vista, la incurabilidad y la enfermedad en sí, se pueden ver no como hechos inamovibles, sino como la manifestación de un error fundamental de lo que constituye nuestro verdadero ser. Se debe tener bien claro que no existe equivocación que no se pueda corregir, ni error que no se pueda sanar.

A una señora que conozco le diagnosticaron diabetes y le recomendaron muy seriamente que se inyectara insulina. Ella me contó que su convicción del poder de Dios para sanar le permitió negar que la enfermedad fuera incurable y como resultado sanó por completo. Ella ya se había sanado de varias enfermedades mediante la aplicación de la Christian Science, y esas experiencias la ayudaron a tomar la decisión de no apoyarse en la medicina.

Las observaciones y conclusiones de la ciencia médica se basan mayormente en el examen de un cuerpo físico. La Christian Science, en cambio, adopta un enfoque totalmente diferente, basado en las enseñanzas y curaciones espirituales de la Biblia, particularmente de Jesús. Es evidente que, cuando él se encuentra con gente que hace años que ha estado enferma — entre ellos uno que estuvo enfermo treinta y ocho años —, esas enfermedades eran consideradas incurables. No obstante, él no permitió que la condición física les robara la esperanza o los obligara a aceptar la creencia de que no se podían sanar. Por el contrario, esa gente fue sanada de inmediato. Es evidente que Jesús estaba percibiendo una realidad totalmente diferente al punto de vista material.

Mucha gente considera que estas curaciones son milagros. Sin embargo, al estudiar profundamente las Escrituras, Mary Baker Eddy descubrió que las curaciones no eran milagrosas sino la operación de una ley más elevada: la ley de Dios. Ella dio a conocer esa ley en su obra principal Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras.

Cuando uno comprende que la totalidad y la bondad absoluta de Dios son una ley divina invariable y universal, es fácil ver cómo se puede contar con Dios para producir armonía y traer curación. Ciencia y Salud lo explica así: “La comprensión, semejante a la de Cristo, del ser científico y de la curación divina, incluye un Principio perfecto y una idea perfecta — Dios perfecto y hombre perfecto — como base del pensamiento y de la demostración”.Ciencia y Salud, pág. 259.

La ley de Dios siempre está a mano para bendecirnos y para liberarnos a nosotros y a nuestros familiares de todo mal.

Existe un paralelo con las matemáticas. Si estamos resolviendo un problema de multiplicación y conocemos muy bien la tabla de multiplicar, rápidamente podemos identificar cuándo hay un error, no debido a nuestro detallado conocimiento de los posibles errores, sino porque es obvio que el resultado incorrecto no coincide con lo que sabemos que es verdad. Encontramos el remedio no partiendo del error y tratando de descubrir cómo mejorarlo, sino aplicando el conocimiento que lo corrige y revela la Verdad.

Para producir una curación espiritual, partimos del hecho de que el hombre de la creación de Dios (y este término hombre se utiliza genéricamente para incluir la verdadera naturaleza espiritual de cada hombre, mujer y niño) es perfecto. Vemos que cualquier evidencia de enfermedad u otra imperfección tiene que partir del concepto equivocado respecto al hombre de Dios, nuestro ser verdadero, que es por siempre perfecto. La armonía (la salud) se manifiesta en nuestro cuerpo a medida que la armonía reina en nuestro propio pensamiento. La destrucción de la enfermedad no se logra poniendo nuestra atención en el cuerpo físico, sino al ceder a la verdad espiritual de Dios y el hombre, que produce el cambio en el pensamiento.

En el relato que mencioné hay varios conceptos que a veces se asocian con la diabetes. Uno de ellos es la herencia. La herencia se basa en la creencia de que somos mortales, concebidos y nacidos biológicamente. Por lo tanto, las características malas (así como las buenas) pueden transmitirse de padres a hijos. Este modo de pensar es corregido cuando se comprende que somos en realidad los hijos e hijas de Dios, las ideas perfectas del Principio divino y perfecto. Todo lo que podemos heredar en realidad viene del Espíritu, que es totalmente bueno.

Incurabilidad. Las inyecciones de insulina no son un remedio que cure. Simplemente compensan la deficiencia química que hace que el cuerpo no funcione bien.

Para corregir la creencia en tales deficiencias, hay que partir del hecho de que puesto que el hombre es espiritual y no material, no depende de sustancias químicas ni de ningún elemento o función material para ser completo. Depende de Dios. Ciencia y Salud describe al hombre como “la compuesta idea de Dios [que] incluye todas las ideas correctas”. Ibid., pág. 475. No le falta ninguna cualidad necesaria. La Biblia lo presenta de manera similar: “He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de él teman los hombres”. Eclesiastés 3:14.

La curación espiritual no es milagrosa; es el cumplimiento del propósito que el Amor tiene para cada uno de nosotros.

El hombre, que Dios crea y conoce, siempre es completo. Nada dañino se le puede agregar, llámese enfermedad o temor. Nada necesario ni útil se le puede quitar. No existe equivocación que no se pueda corregir, ni error que no se pueda curar.

Mal funcionamiento orgánico. Ciencia y Salud contiene declaraciones divinas y poderosas que corrigen los conceptos humanos falsos: “Ni la inacción ni la acción excesiva orgánicas están fuera del dominio de Dios”.Ciencia y Salud, pág. 125. “El temor jamás ha detenido al ser y su acción... Toda función del hombre real está gobernada por la Mente divina”. Ibid., pág. 151. Mente es un nombre para Dios por ser la inteligencia suprema que crea y gobierna al hombre y al universo. La Mente necesariamente mantiene cada detalle de sus ideas en perfecta armonía.

Debilidad. ¿Acaso el hombre, la semejanza de Dios, depende de una sustancia química, de su constitución física o de cualquier cosa material para ser fuerte? Por supuesto que no. Su fortaleza proviene de Dios que es todopoderoso, la fuente infinita y perpetua de la fortaleza. Y probamos esto a medida que obedecemos esta poderosa admonición: “Levantaos en la fuerza del Espíritu para resistir todo lo que sea desemejante al bien. Dios ha hecho al hombre capaz de eso, y nada puede invalidar la capacidad y el poder divinamente otorgados al hombre”. ibid., pág. 393.

Cuando pensamos partiendo de la base de “Dios perfecto y hombre perfecto”, siempre hay una corrección espiritual y científica para todo veredicto que nos atemorice. Y al corregir la conciencia humana, el cuerpo sana.

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