Puede que parezca razonable apoyarse en Dios para resolver los pequeños problemas de la vida. ¿Pero qué decir cuando se trata de una enfermedad seria? ¿Es sabio recurrir únicamente a Dios en esas circunstancias?
Si alguna vez dudó de que Dios quiera sanarlo, o pensó que no merecía sanar, no está solo. Pero antes de encogerse de hombros y dar vuelta la página, permítame contarle la experiencia que yo tuve cuando sané de diabetes.
Hace unos años, mi cuerpo no estaba funcionando normalmente, y sospeché que tenía síntomas de diabetes. Varios miembros de mi familia tenían esta enfermedad, y debido a esto, acepté que un médico me hiciera unos análisis. Los resultados demostraron que efectivamente tenía diabetes. El médico insistió en que comenzara a inyectarme insulina de inmediato.
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