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El bien, herencia divina del hombre

Del número de junio de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


LA CIUDAD donde vivo está ubicada a los pies de una gran montaña, de la cual estoy muy cerca. A veces el arco iris se proyecta en las faldas de la montaña y se ve tan cercano y grande que es imposible no sentirse fascinado por su belleza y resplandor de colores.

Un día, mientras lo admiraba, pensé: “¡Con qué bella señal cerró Dios Su pacto con Noé, y con todos los hombres!” Dios cerró su pacto con Noé con la promesa: “Estableceré mi pacto con vosotros, y no... habrá más diluvio para destruir la tierra”. Génesis 9:11. La figura del diluvio, como aquello que es destructivo, muestra lo que el odio, el resentimiento y la venganza quisieran lograr para hacer zozobrar relaciones entre amigos o hundir a alguien en la desdicha. La obediencia de Noé a la palabra de Dios le permitió ser testigo de la promesa de Dios y ver salva a su familia y a todo lo que lo rodeaba. Él demostró aprecio por la herencia de bien que había recibido de Dios, mostró así que era digno.

Cuando empecé a estudiar la Biblia junto con Ciencia y Salud, aprendí esta gran verdad: que el bien es una herencia natural del hombre, y que por derecho divino él es heredero sólo de lo que le confiere la bondad divina.

En aquella época, yo era una persona llena de temores, que se dejaba abrumar fácilmente. Quería librarme de ese temor y elevarrne espiritualmente, pero no sabía cómo hacerlo. Una tarde visité a una amiga que había sanado de un tumor en la cabeza, y me contó que una vez, cuando estaba indecisa de qué tratamiento seguir para sanarse, una vecina le dijo: “¿Por qué no pruebas la Christian Science?” Y ella decidió probar.

Escribió a un practicista de la Christian ScienceCiencia y Salud, pág. 518. contándole no sólo de su padecimiento físico, sino también de las dificultades que estaba atravesando su matrimonio. El practicista le indicó que orara, reconociendo a un solo Dios, un solo Creador perfecto, y a un hombre perfecto. Aunque le costaba aceptarlo, ella persistió con obediencia en esta verdad, hasta que entendió que no había otra clase de hombre sino el que Dios creó, Su hijo perfecto. Al cabo de un tiempo, el tumor desapareció y su matrimonio se volvió más armonioso.

Yo escuché con sumo interés esta historia. Era tan increíble y nuevo para mí esto de un Dios perfecto, una creación perfecta y un hombre perfecto. Yo necesitaba tanto saber que la creación de Dios era perfecta e inalterable, y que el hombre dependía para su bienestar sólo de Dios. Un dador perfecto, y un heredero perfecto. ¡Esto sí que valía la pena vivirlo!

Ella vio mi interés y me prestó Ciencia y Salud. Cuando me lo dio, sentí que llevaba a mi casa un libro especial, y esa misma noche empecé a leerlo. Cuando llegué a la segunda página del libro y leí: “Dios es Amor”, mi pensamiento se iluminó. ¡Qué promesa de bondad tan grande! ¡Una promesa maravillosa tal como un arco iris en el horizonte! Era como si un amigo me hubiera dicho: “Date cuenta de que Dios es Amor, y el Amor no es la fuente del mal”.

Dios es la fuente de todas las facultades del hombre, y Jesús lo sabía bien cuando sanó a Bartimeo, que era ciego de nacimiento. El relato de esta curación muestra para mí algunos de los factores que permitieron la curación. Bartimeo no la recibió sin mérito. La Biblia dice que en determinado momento él arroja su capa para ir hacia Jesús. ¿No indicaba con este gesto la disposición de dejar atrás ciertas cosas? Dejaba atrás las creencias que lo envolvían y que le pesaban como una imposición que no formaba parte de él.

La Biblia nos cuenta luego que “enseguida recobró la vista”. No dice que la “recibió”, sino que la “recobró”, y se hace claro aquí que le había sido restaurado algo que naturalmente le pertenecía.

Este relato no lo hubiera podido entender, ni ver su belleza e importancia espiritual, sin el estudio de la Christian Science, y sin entender la obra de amor que la Sra. Eddy realizó por la humanidad. Su vida, sus obras, sus escritos, fueron para mí un ejemplo en el cual me apoyé muchas veces al enfrentar desafíos. Ella demostró con su propia vida el efecto que tiene el entendimiento de Dios y del hombre en nuestra vida. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy define cuál es el patrimonio del hombre: “Su patrimonio es señorío, no servidumbre”.Himnario de la Ciencia Cristiana, N° 147.

Poco a poco me di cuenta de que vamos comprendiendo este señorío al practicar las leyes de Dios, según las revela la Christian Science.

Una noche, hace más de veinticinco años, estaba leyendo en la cama el libro de texto y de repente se me nublaron totalmente los ojos y no podía ver. Hacía días que venía aceptando que mi vista estaba empezando a fallar; utilizaba de vez en cuando los anteojos de mi marido, y hasta pensaba que debía adquirir mis propios lentes. En otras palabras, estaba aceptando que la vista está en los órganos y que podría ser privada de mi herencia de señorío otorgada por Dios.

Las dificultades son oportunidades para crecer espiritualmente.

Pero esa noche, hundí mi cabeza en la almohada y empecé a orar, es decir, a proclamar mi perfección como la expresión del Espíritu, o Alma, y reconocer que no podía ser privada de la visión clara que imparte el Alma, ni de la luz que irradia el Espíritu. Poco después, cuando tomé de nuevo el libro, veía claramente. Desde esa noche hasta hoy, no he tenido necesidad de pedir anteojos prestados, ni de tener los propios. Cristo, la Verdad, me ayudó a demostrar el señorío que tiene el sentido espiritual sobre la servidumbre que nos imponen las creencias materiales.

Esta curación, fue como una piedra angular para mi manera de pensar. Aprendí a apoyarme en el sentido espiritual del ser y construir sobre él mi vida. Este sentido espiritual es en realidad el refugio donde nos podemos proteger de todas las dificultades que las creencias materiales nos presentan.

Cuando aceptamos que las dificultades son oportunidades para crecer espiritualmente, y recurrimos a Dios y a lo que sabemos de Su creación espiritual, sentimos el impulso que nos eleva por encima del sentido material y así podemos avanzar confiados.

Un himno del Himnario de la Ciencia Cristiana dice: “En gratitud elevaré silente oración, con esperanza, gozo, amor, pues hijo soy de Dios”. Romanos 8:17. San Pablo debe haber entendido lo que implica ser hijos de Dios, pues dice: “Si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo. Hebreos 6:12. Ser “coheredero con Cristo” es pertenecer a Dios, nuestro Padre-Madre, vivir bajo Su gracia, Su apoyo, Su guía, para poder elevarnos de los diluvios del materialismo, y demostrar la infinitud de la bondad de Dios. Vivir conscientes de que somos hijos de Dios, como lo enseñó Cristo Jesús, es la única manera de demostrar que realmente somos “herederos y coherederos con Cristo”.

Al practicar las leyes de Dios, nos capacitamos para entender el valor de nuestra herencia espiritual imperecedera, y como la Biblia nos dice: “Por la fe y la paciencia [heredaremos] la promesa”. Significa Ciencia Cristiana. Pronúnciese crischan sáiens.

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