Un Viernes Llegué a casa después de una semana difícil en la escuela, listo para tener un fin de semana descansado. Pero al revisar rápidamente la tarea que me habían dado, me di cuenta de que tenía por delante dos días de mucho trabajo. Después de una semana tan ocupada, lo último que quería era tener más trabajo que hacer. Parecía que éste sería uno de mis peores fines de semana en mucho tiempo.
Me sentí tan agobiado por el estrés que no podía ni pensar. No obstante, poco a poco pude sentarme y no entrar en pánico. Comprendí que tenía tres opciones ese fin de semana. Podía 1) no hacer la tarea, 2) sentarme en casa, hacer el trabajo y sentirme miserable, o 3) realizar el trabajo que me habían asignado y comprender que Dios me daría la habilidad y la fortaleza para hacerlo. Como elegí la tercera opción, la pasé muy bien ese fin de semana y también pude completar mucho trabajo. Cuando llegó el lunes, ya estaba preparado para enfrentar otra semana atareada.
Mi decisión de pedirle a Dios que me ayudara, fue un paso muy importante. Cuando tengo mucho trabajo que hacer, me resulta muy útil el siguiente pasaje de Job en la Biblia: “Él, pues, acabará lo que ha determinado de mí; y muchas cosas como éstas hay en él”. Job 23: 1 4. Con esto me di cuenta de que no necesitaba hacer ese aparentemente interminable trabajo solo. Tenía una fuerza muy poderosa que me acompañaba al realizarlo.
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