Mary Baker Eddy tenía una familia grande. Aparte de su papá y su mamá, tenía tres hermanos y dos hermanas. Mary era la más chica. Su abuela también vivía con ellos en su granja de New Hampshire. Y fue allí donde nació Mary en 1821.
La abuela contaba unas historias muy interesantes. Les contaba cuando su familia vivía en Escocia e Inglaterra hacía mucho tiempo. Y les mostraba una espada muy rara que había estado en la familia por muchos, muchos años. Ella decía que había pertenecido a un héroe escocés que se la había dado a uno de los parientes de su familia.
La granja en que vivía la familia de Mary tenía una casa y un granero. También tenían animales, como ovejas, vacas, cerdos, pollitos y patos. También tenían un buey y caballos que los ayudaban en el trabajo de la granja.
Los padres de Mary eran muy religiosos. Los domingos, después de asistir a la iglesia, la familia se reunía junto al hogar, y el padre de Mary les leía de la Biblia. A veces hablaba a los niños sobre Dios durante horas. Era muy estricto, pero tenía un corazón muy bondadoso. La madre de Mary era cálida y muy buena. Ella sabía que Dios es bueno y que quiere sólo el bien para Sus hijos. Y eso fue lo que les enseñó a sus chicos.
Mary quería a todos. Y también quería a los animales de la granja. Era la que cuidaba de ellos cuando se enfermaban. Cuando un pollito estaba enfermo lo ponía en su regazo y con cariño lo mantenía contra su pecho hasta que estaba bien. Y cuidaba de otros animalitos de la granja, como los corderitos.
Mary también sanaba a la gente. Cuando ella tenía cinco años, su hermano George se cortó la pierna con un hacha, y Mary le puso la mano sobre la herida y la hemorragia paró. Cuando el médico vino, dijo que nunca había visto una herida de ese tipo sanar tan rápido.
Mary creía mucho en Dios. Ella oraba con todo su corazón. Cuando tenía ocho años, comenzó a escuchar una voz que la llamaba. Decía: “Mary, Mary, Mary”. Ella pensó que era su mamá la que la llamaba. Pero su mamá le dijo que ella no la había llamado.
Esto ocurrió varias veces, pero nadie le creía a Mary cuando ella contaba lo que le pasaba. Un día su prima estaba de visita y también escuchó la voz. Entonces su mamá comprendió que Dios estaba llamando a Mary. Esa noche, cuando la fue a acostar, le dijo que respondiera a la voz como el pequeño Samuel, en la Biblia, había hecho: “Habla, porque tu siervo oye”.
Pero la siguiente vez que escuchó la voz, Mary tuvo miedo y no respondió. Después lloró mucho y le prometió a Dios que la próxima vez que la llamara ella Le respondería. Y así fue.
En otra ocasión, cuando Mary todavía era muy chica, estaba en la escuela con sus dos hermanas. Algunos de los chicos estaban diciendo lo que querían ser cuando fueran grandes. Mary dijo: “¡Cuando sea grande, yo quiero escribir un libro!” Todos se rieron, pero ¡fue exactamente eso lo que hizo!