Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Dios está allí donde tú estás

Del número de agosto de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Es Muy Natural pedirle ayuda a Dios. Muchos de nosotros, aun aquellos que dudan de Su existencia, han exclamado “Dios mío, ayúdame”, en momentos de gran necesidad. Es una petición que ha ayudado a mucha gente desde tiempos remotos. El rey David, por ejemplo, en la Biblia también oró de ese modo: “En mi angustia invoqué a Jehová, y clamé a mi Dios; Él oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó a sus oídos”. 2 Samuel 22:7.

Yo también he clamado a Dios en momentos de necesidad. En una ocasión, tuve que dar una charla sobre Dios y la oración a un grupo grande de personas, pero al ensayar descubrí que había una parte que no podía hacerla sin ponerme a llorar. Se trataba de una experiencia que había tenido con mi esposo, quien había fallecido hacía seis meses. Yo había progresado mucho en ese sentido, y había superado el pesar, pero siempre que leía esa parte de la charla, comenzaba a llorar. No me parecía correcto sacarla, porque la experiencia ilustraba un punto espiritual muy profundo que yo consideraba necesario en la charla.

Poco antes de hacer mi presentación había concurrido a una reunión de testimonios de los miércoles en mi iglesia. El tema de la reunión era cómo recurrir a Dios, y realmente me llegó muy cerca. Me di cuenta de que aunque había orado por este problema, no había recurrido a Él con una fe absoluta de que me podía escuchar. De manera que cuando regresé a casa de la Iglesia, oré de ese modo. Con toda humildad me volví a Dios, pidiéndole que me ayudara a dar esa difícil parte de la charla. Y todo salió muy bien.

A partir de entonces, las veces que he necesitado ayuda, he pedido ayuda a Dios, y siempre he recibido una respuesta. No obstante, ansiaba decir una oración que fuera más que un pedido desesperado.

Llamar a Dios en busca de ayuda puede ser interpretado como que Él es un ser lejano. Y es todo lo contrario. El volvernos a Dios con la convicción de que está siempre cerca, es un reconocimiento de que Dios es el Principio divino siempre presente. También confirma el hecho de que por ser la semejanza de Dios no podemos estar separados de Él.

Dios es Espíritu y no está limitado por el tiempo, el espacio o la distancia. Su presencia constituye todo lo que realmente existe. Ciencia y Salud describe a Dios de la siguiente manera: “Es omnímodo, y es reflejado por todo lo que es real y eterno y por nada más. Llena todo el espacio, y es imposible concebir tal omnipresencia e individualidad excepto como Espíritu infinito o Mente. Por lo tanto, todo es Espíritu y espiritual”.Ciencia y Salud, pág. 331.

Muchas veces la oración consiste en ver que nada nos puede separar de Dios.

No hay distancia entre una expresión y su fuente. Por lo tanto, no hay separación entre nosotros, la expresión perfecta de Dios, y nuestra fuente, el Espíritu divino. El comprender esto hace que la oración sea muy superior a un pedido desesperado de ayuda. Si nunca podemos estar separados de Dios, entonces no necesitamos pedirle que nos mande nada, porque estamos siempre con nuestra fuente divina que nos provee de todo lo que necesitamos.

Cristo Jesús demostró la eficacia de esta manera de pensar cuando alimentó a los cuatro mil en el desierto. Véase Marcos 8:1–9. No gritó: “Oh, Dios, por favor, ayúdame. Tengo que alimentar a todas estas personas y no tengo con qué”. La Biblia cuenta que tomó la pequeña cantidad de comida que tenía a mano y “dio gracias”. Jesús estaba reconociendo la omnipresencia de Dios y dando gracias porque todo el bien ya estaba con ellos en el desierto. Alimentó a miles y todavía sobró comida. Las oraciones de Jesús fueron contestadas, no porque un dios distante envió alimento, sino porque la totalidad y la bondad de Dios llenaban de tal modo su conciencia, que la provisión de Dios se manifestó en abundancia de comida. Y toda la gente que esperaba ser alimentada, fue testigo también de esta prueba práctica de la bondad del Padre.

La próxima vez que recurra usted a Dios, recuerde que Su amor y Su bondad ya están presentes, respondiendo a su necesidad. Apártese del temor y vuelva su pensamiento a Dios, reconociendo que allí mismo donde usted está, Dios está dándole todo lo que necesita. A medida que hagamos esto, veremos respondidas nuestras oraciones, de una manera más maravillosa de lo que jamás hayamos imaginado.

Llegue mi clamor delante de ti, oh Jehová; dame entendimiento conforme a tu palabra. Llegue mi oración delante de ti; líbrame conforme a tu dicho. ...Hablará mi lengua tus dichos, porque todos tus mandamientos son justicia. He deseado tu salvación, oh Jehová, y tu ley es mi delicia

Salmo 119:169–172, 174

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / agosto de 2000

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.