Un Día, salí a caminar y entré a un vecindario que no conocía. Varias casas grandes estaban situadas bastante lejos de la calle, y una de ellas se veía que hacía mucho que estaba desocupada. Como tenía el cartel que indicaba que estaba en venta, decidí visitar el terreno. En medio de un jardín muy descuidado, había una hermosa fuente. Estaba cubierta de arbustos y pastos altos; musgo y hojas muertas impedían que corriera el agua. No obstante, un chorrito goteaba del querubín de piedra que había en el centro.
Como no tenía nada que hacer, comencé a limpiar la fuente. Al hacerlo, me alegró pensar que muy pronto los pájaros podrían bañarse allí y beber agua del burbujeante querubín. Al rato, ya la había destapado lo suficiente como para que un modesto flujo de agua comenzara a llenar la fuente. Cuando terminé de limpiarla, me sorprendí al ver que habían pasado casi tres horas. Me lavé las manos en el agua ahora limpia, y me fui. Pensé que el beneficio que recibirían los pájaros y la inspiración que sintiera todo aquél que viera la fuente nuevamente limpia, serían suficiente recompensa a mi esfuerzo de haberla limpiado.
Cuando caminaba de regreso a casa, pensé que la vida se parece mucho a esa fuente.
Todos podemos ser una fuente de inspiración y un refugio para los demás. Pero los problemas tratan de obstruir nuestra vida, haciéndonos hundir en las preocupaciones y los temores. Esa fuente sólo necesitaba que le sacaran los sedimentos de lodo y el musgo para que el agua, que ya estaba allí, pudiera correr libremente. Del mismo modo, la inspiración que necesitamos a diario proviene de Dios, y está siempre a nuestro alcance para guiarnos y salvarnos. Pero tal vez necesitemos limpiar los desechos que obstaculizan nuestro pensamiento para poder ver que la verdad y el amor de Dios están en operación en nuestra vida.
Para mí, las enseñanzas de Jesús son como el agua de esa fuente, siempre listas para nutrirnos y sostenernos. Él nos enseñó que Dios es nuestro Padre y que nosotros somos Sus hijos. Muchas de las parábolas y enseñanzas de Jesús muestran que Dios es un Padre amoroso. El comprender la naturaleza de Dios y de nuestra relación con Él, es el punto de partida para limpiar nuestro pensamiento de todo lo que mantiene alejada la luz de la Verdad y el Amor divinos. En otras palabras, es la base para limpiar todo pensamiento que no proviene de Dios, y que siempre trata de convencernos de que podemos estar enfermos o lesionados, o de alguna manera separados de nuestro Padre-Madre Dios.
En una ocasión, para poder sanar tuve que limpiar mi conciencia de pensamientos que no provenían de Dios. Iba manejando mi moto a demasiada velocidad, por una carretera campestre oscura y sinuosa, cuando perdí el control y choqué. Cuando después de un rato recuperé el conocimiento, me di cuenta de que me había lesionado seriamente, pero no sentía ningún dolor. También comprendí que mi relación con Dios no había cambiado para nada. No podía estar sin Su amor y protección, del mismo modo que el océano no puede estar sin agua.
Sin embargo, mi condición física distaba mucho de ser perfecta. Me costaba respirar, el brazo derecho carecía de movimiento, y sangraba de una herida en la cabeza. A lo lejos en la carretera vi la luz de una casa, y me encaminé hacia ella. La señora que abrió la puerta, cuando me vio le dijo a su marido que llamara por teléfono a una ambulancia. Le aseguré que iba a estar bien, y le pedí que llamara en cambio a mi esposa. Así lo hizo, y ella pronto pasó a recogerme.
Cuando llegué a casa, me limpié las heridas. Entonces descubrí que me había roto la clavícula. En ese momento, el temor comenzó a obstruir mi pensamiento. No obstante, me negué a creer que pudiera estar fuera del reino de Dios, y seguí afirmando que Él estaba cuidando de mí. El cuadro tan atemorizante de que estaba herido, no podía bloquear mi comprensión de quién era yo como linaje de Dios. Me acosté y pronto me dormí. Recuerdo que al hacerlo pensé: “Sé que el hecho de no tener ningún dolor no depende de estar dormido o despierto. De modo que no tengo por qué temer de que vaya a sentir dolor ahora”. Tuve la certeza de que Dios cuidaba de mí. Sólo necesitaba aceptar y comprender este hecho y no permitir que ninguna sugestión contraria me influenciara.
Durante la noche, me desperté y aunque no sentía dolor, el hombro lesionado estaba muy caliente. Recordé esta descripción de Ciencia y Salud: “Temor: Calor; inflamación; ansiedad; ignorancia; error; deseo; cautela”.Ciencia y Salud, pág. 586. Todas esas palabras describían los pensamientos que estaban tratando nuevamente de obstruir mi conciencia. Me esforcé por mantener en mi pensamiento mi verdadero ser espiritual. Como creación de Dios, no podía tener ninguna de esas características negativas. Pronto me dormí, y a la mañana siguiente mi hombro estaba completamente normal. La noche anterior había tenido miedo de mover ese brazo, pero ahora lo podía mover con tanta libertad como el otro.
Las enseñanzas de Jesús son como el agua siempre fresca de una fuente
Todavía me costaba respirar profundo, y esa noche tenía que participar en una obra musical. Así que razoné que el mismo poder divino que me había sanado la clavícula, me sostendría durante la presentación esa noche. Cuando salí al escenario, aun no podía respirar libremente. Pero cuando me dieron el pie para comenzar a hablar, pude hacerlo con toda normalidad, sin perder el aliento. Y después, cuando tuve que cantar, lo hice con una voz bien fuerte. A partir de ese momento, pude respirar normalmente.
Días después le pedí a un médico que me revisara el hombro. Me dijo que la clavícula se había roto, pero había sanado por completo. Desde entonces, he jugado tenis, he practicado natación y hecho muchas actividades físicas, sin ni siquiera pensar en el accidente.
Esta curación y aquella fuente que limpié, permanecen en mí como un recordatorio de lo importante que es mantener nuestro pensamiento libre de desechos tales como el temor y la preocupación, y de todo pensamiento inmoral. Al cumplir mi parte de mantener mi conciencia limpia y pura, pude sanar y estoy mejor capacitado para ayudar a los demás.
...Dios es salvación mía; me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es Jehová, quien ha sido salvación para mí. Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación. Y diréis en aquel día: Cantad a Jehová, aclamad su nombre, haced célebres en los pueblos sus obras, recordad que su nombre es engrandecido. Cantad salmos a Jehová, porque ha hecho cosas magníficas; sea sabido esto por toda la tierra. Regocíjate y canta, oh moradora de Sión; porque grande es en medio de ti el Santo de Israel.
Isaías 12:2–6
