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Un manantial de agua pura

Del número de agosto de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Vista era extraordinaria: una corriente clara y fría emergía de la árida ladera de la montaña. De acuerdo con algunos lugareños, este salto de agua en la base del Monte Shasta, al norte de California, Estados Unidos, es donde se origina el Río Sacramento. En esta fuente que surge de la tierra, el agua es prístina, no tiene barro, no está contaminada, no hay nada que la cambie ni la detenga, porque se renueva constantemente.

Para mí, esto es como la relación que tiene Dios con cada uno de nosotros. Los hijos de Dios hechos a Su imagen y semejanza, están siempre en armonía con su fuente de origen. Los hijos de Dios no están sujetos a contaminantes como el temor, el dolor o la falta de armonía, porque el amor puro y la bondad perfecta de Dios, son su fuente.

Pero a veces la enfermedad, las relaciones inarmónicas o los problemas económicos, parecen interponerse entre nosotros y nuestra fuente divina. Cuando esto ocurre, podemos orar para saber que Dios es la fuente inalterable de nuestro ser, y superar así la situación adversa.

Supongamos que usted esté encargado de examinar la calidad del agua de un manantial. Recoge una muestra como a un kilómetro de la fuente, y su medidor determina que el agua está "contaminada". ¿Puede ser ésa una lectura verdadera de la calidad del agua de ese manantial? No. Podría tratar de filtrarla y quitar las impurezas, o agregarle algún compuesto para purificarla, pero eso no la haría exactamente como su fuente original. Para determinar la verdadera naturaleza de ese manantial, usted tendría que ir a la fuente y examinar el agua allí donde emana.

De igual manera, si nos sentimos enfermos o infelices, si nuestras vidas parecen estar contaminadas por cosas opuestas a Dios, podemos recordar que siempre somos uno con la fuente divina, donde todo el bien está a nuestro alcance eternamente. Por ser la creación espiritual de Dios, sólo se nos ha otorgado características divinas, que se renuevan constantemente en nosotros.

Hace poco, tuve una experiencia que me enseñó esa lección. Mi hijo de ocho años y yo fuimos de campamento con un grupo de amigos. Teníamos que caminar unos seis kilómetros para llegar al lugar donde acamparíamos, y el niño comenzó a quejarse de que no se sentía bien. Le hablé diciendo que Dios es todo, que está en todas partes, y le dije que no podía estar separado del bien que Dios nos da. Tomé su mochila, y continuamos caminando. Otros miembros del grupo comenzaron a cantar himnos. Esto nos hizo sentir muy bien, y trajo inspiración a mi oración.

Le dije a mi hijo que el hecho de alejarnos de la civilización, no quería decir que nos estábamos apartando de Dios. Su cuidado tierno estaba tan presente en la montaña como en casa. Traté de mantener mi pensamiento enfocado en la presencia de Dios allí mismo donde estábamos, y le decía esto a menudo a mi hijo. Avanzábamos lentamente, pero en unas tres horas llegamos al lago.

Al día siguiente, continué tratando de comprender mejor la unidad de mi hijo con su Padre-Madre, y él comenzó a sentirse mejor. Decidió salir a caminar en lugar de permanecer en el campamento. Esa noche, al cubrirnos con nuestros sacos de dormir, me dijo: "Papi, mañana voy a poder llevar mi mochila". Al día siguiente, salimos y mi hijo comenzó a esconderse y a lanzar "piñas de pino" al grupo, prueba clara de que ya estaba totalmente restablecido.

Cuando se vuelve a la fuente como referencia, y se comienza con la premisa correcta de que Dios es el Hacedor de todo, la condición humana se purifica y corrige.

La Biblia nos promete a cada uno de nosotros: "...serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan". Isaías 58:11. Eres inseparable de tu fuente. Tu identidad como imagen de Dios no fallará ni cambiará. Expresas a cada instante la energía, la salud, la alegría, la vida y el poder de Dios, que fluye eternamente.

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