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El dar no nos empobrece

Del número de agosto de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Las Flores que adornaban la mesa, mientras cenábamos, eran lindas. Estábamos en una gran casa rodeada de magníficos jardines. Durante la cena, el dueño de casa nos comentó sobre su adolescencia, cuando había vivido en la extrema pobreza. Debido a una injusta persecución política, su familia había perdido todo su dinero y sus posesiones. Destituidos de su posición y de todo lo que tenían, él y su madre habían tenido que vivir en una choza. Durante esa época, usaban cajas como muebles y sólo contaban con los utensilios más esenciales. La comida consistía de un solo plato; a veces arroz, otras, frijoles.

A pesar de todo, la mesa siempre estaba adornada con flores silvestres que recogían de los costados del camino, y a menudo tenían invitados. Él y su familia nunca perdieron su dignidad, ni su generosidad. Nos dijo: "Éramos muy pobres. Pero nunca pensé que me privaban de algo ni me sentí disminuido. Mi madre sabía que el sostén y recursos que le pertenecían, no estaban limitados por las posesiones que tuviera, ni por los fondos de una cuenta bancaria. Sabía muy bien en su fuero interno, que todo lo que necesitáramos se manifestaría gracias a un sentido espiritual de abundancia. Y eso nadie nos lo podía quitar".

Todo individuo tiene acceso a este sustento. Está incluido en la dote espiritual que nos ha dado desde siempre el Principio de todo ser, y es otorgado por este Principio que es Dios Mismo. Es un tesoro al que todos podemos recurrir.

Nuestros recursos verdaderos son de origen espiritual; una herencia divina, inagotable, que nos ha sido dada por adelantado desde toda la eternidad. De manera que cuando oramos, podemos partir del punto de vista de que ya tenemos todo lo que necesitamos, en vez de añorar algo que Dios no nos haya dado ya.

¿Acaso la oración puede ayudarnos a recuperarnos de la escasez o la pérdida? Por supuesto que sí. Especialmente cuando incluye ofrecer lo que sabemos, dar de lo que tenemos, en servicio de Dios y nuestro prójimo. Las habilidades que uno tiene se pueden emplear en una gran variedad de trabajos y carreras. Cuando se utilizan con el simple deseo de dar en lugar de obtener algo, el trabajo honesto enriquece y da muchas satisfacciones. Dios, la única Mente que existe, nos capacita para pensar y actuar con inteligencia espiritual, reflejando así Su naturaleza infinita.

Las enseñanzas de Cristo Jesús ilustran que es posible aprender lo que es la verdadera riqueza, y recuperarnos de lo que pueda parecer una pérdida. Según cuenta una parábola, un joven le pide a su padre la parte de la herencia que le iba a tocar. Lucas 15:11–24. Esto expresa un pensamiento limitado, porque quiere obtener su parte, antes de que le corresponda. Se va lejos y gasta todo lo que tiene. Hambriento y sin dinero, se arrepiente y regresa a la casa de su padre, quien le demuestra al joven que todo lo que verdaderamente le pertenece está intacto. Se le restaura su lugar como hijo amado. Se le muestra el cuidado y el perdón de Dios. La porción que había exigido y malgastado, no era la verdadera fuente de su sustento, y su deseo egoísta de obtenerlo, no lo había ayudado a mantener su riqueza. La parábola nos muestra que la verdadera herencia de cada uno de nosotros es espiritual, y no se puede agotar.

La ambición desmedida y la obstinación no provienen de Dios, y carecen de autoridad divina. Por lo tanto, no tienen ningún poder. Puede que se manifiesten como nuestro propio pensamiento, o el de otra persona. Pero como no provienen de Dios, no pueden destruir la abundancia espiritual que Dios tiene para cada uno de nosotros. La madre de mi amigo, a quien le habían quitado todo tan injustamente, obtenía lo que necesitaba de los recursos espirituales e infinitos. Continuó dando sin dudar, y encontró una manera para salir de la pobreza.

Mary Baker Eddy escribe: "No nos empobrecemos al dar en servicio de nuestro Hacedor ni nos enriquecemos al retener".Ciencia y Salud, pág. 79. Ella lo probó, una y otra vez, en su propia vida. Su generosidad no disminuyó durante los años tan difíciles de su viudez, cuando no tenía dónde vivir. Posteriormente, cuando descubrió la Christian Science, ella con toda generosidad dio sus enseñanzas a la humanidad. Hoy en día, como ocurrió hace cien y dos mil años atrás, el dar sin temor de perder lo que se tiene, es una manera segura de tener bienestar y estabilidad económica.


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