Las Flores que adornaban la mesa, mientras cenábamos, eran lindas. Estábamos en una gran casa rodeada de magníficos jardines. Durante la cena, el dueño de casa nos comentó sobre su adolescencia, cuando había vivido en la extrema pobreza. Debido a una injusta persecución política, su familia había perdido todo su dinero y sus posesiones. Destituidos de su posición y de todo lo que tenían, él y su madre habían tenido que vivir en una choza. Durante esa época, usaban cajas como muebles y sólo contaban con los utensilios más esenciales. La comida consistía de un solo plato; a veces arroz, otras, frijoles.
A pesar de todo, la mesa siempre estaba adornada con flores silvestres que recogían de los costados del camino, y a menudo tenían invitados. Él y su familia nunca perdieron su dignidad, ni su generosidad. Nos dijo: "Éramos muy pobres. Pero nunca pensé que me privaban de algo ni me sentí disminuido. Mi madre sabía que el sostén y recursos que le pertenecían, no estaban limitados por las posesiones que tuviera, ni por los fondos de una cuenta bancaria. Sabía muy bien en su fuero interno, que todo lo que necesitáramos se manifestaría gracias a un sentido espiritual de abundancia. Y eso nadie nos lo podía quitar".
Todo individuo tiene acceso a este sustento. Está incluido en la dote espiritual que nos ha dado desde siempre el Principio de todo ser, y es otorgado por este Principio que es Dios Mismo. Es un tesoro al que todos podemos recurrir.
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